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El catedrático de Historia Antigua, Narciso Santos Yanguas, antes de la charla en el Ateneo.
«La romanización astur  fue relativa y pacífica»

«La romanización astur fue relativa y pacífica»

El catedrático de Historia Antigua Narciso Santos Yanguas abrió ayer un ciclo de charlas en el Ateneo sobre la conquista de la región por los romanos

M. MORÁN

Martes, 30 de septiembre 2014, 00:13

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El cine y la literatura muchas veces transmiten acontecimientos históricos que nunca existieron o al menos no de la forma en la que nos los habían contado. El catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Oviedo Narciso Santos Yanguas fue el encargado de abrir en el Ateneo Jovellanos de Gijón el ciclo 'La anexión romana del territorio de los astures', que él mismo coordina, y de desmitificar en su conferencia alguna de las figuras asociadas a la historia de la ciudad. «Augusto nunca estuvo ni en Gijón, ni en Asturias», aseguró sobre el emperador cuya efigie en bronce preside el Muro de San Lorenzo.

La conquista de los territorios del noroeste de Hispania se produjo entre los años 29 y 27 antes de Cristo, un siglo después de la anexión romana del resto de la península. «Fue una romanización relativa y pacífica», señaló el catedrático, en contra del pensamiento popular que imagina batallas sangrientas ante un pueblo irredento. Las legiones romanas se establecieron en varios puntos, pero siempre al Sur de la coordillera, en lugares como las Médulas o Burgos, punto que, según confirma el catedrático, nunca superó Augusto, aunque fuese el planificador de toda la campaña del noroeste.

Los motivos de esa conquista tardía para el imperio romano fueron varios, pero el principal fue que desconocían hasta entonces «la riqueza minera, de oro y plata». Para subyugar a las tribus indígenas se valieron de ataques simultáneos desde la Lusitania, con las legiones de Publio Carisio, y desde el Este, con las de Augusto. En esos ataques jugaron un papel clave las vías que llegaban hasta cerca de la costa como la de la Carisa.

Desde los campamentos elevados de la coordillera controlaban los territorios y evitaban «el valor con el que se enfrentaban los indígenas, considerado en Roma despectivamente como un rasgo de cierto salvajismo», señaló Yanguas. Aunque más de un siglo después, hasta la época de Trajano, todavía se producían sublevaciones, los romanos respetaron las formas de vida en los castros y «en la última conquista del imperio romano en la rumana Dacia contaron con tropas astures para combatir».

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