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Alberto San Juan, sobre las tablas del Jovellanos.
Memoria de la desolación

Memoria de la desolación

'Autorretrato de un joven capitalista español' radiografió nuestra sociedad | Alberto San Juan, autor, intérprete y director de la obra, mantuvo en el Teatro Jovellanos el pulso de un monólogo lacerante e irónico

ALBERTO PIQUERO

Viernes, 30 de enero 2015, 00:45

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Es Alberto San Juan (Madrid, 1968), entre otras muchas cosas, fundador de la compañía teatral Animalario, lo que quizá nos proporcione ciertas pistas acerca de su sensibilidad. La que ayer desplegó en el Teatro Jovellanos, mediante el monólogo que lleva por título 'Autorretrato de un joven capitalista español', obra de su puño y letra, que también interpreta y dirige, es muy reconocible, particularmente para una generación de espectadores y ciudadanos que hubieran podido venir al mundo alrededor de aquel calendario que en París se llamó mayo revolucionario y aquí todavía tenía cerradas a cal y canto las puertas de la dictadura. Alberto San Juan acudió a su fecha de nacimiento para iniciar un monólogo que recorrió una época de nuestro país que acaso albergó falsas esperanzas y que, en todo caso, nos ha traído hasta la decepción presente.

En un soliloquio que aspiró a ser diálogo con el público, muy afinado en los diversos registros, el humor, la caricatura o el escalpelo crítico, empezando por la humilde autoironía, Alberto San Juan no dejó títere con cabeza. El desfile atravesó el franquismo, las menguas de la transición, las indumentarias monárquicas de conveniencia, el progresivo desmantelamiento de los servicios públicos, el buen entendimiento de los gobiernos sucesivos ante la chistera del Tío Sam o de los poderes de todo signo ideológico entre sí. Dando nombres y filiaciones. Un retablo histórico que ayuda a explicar el desasosiego actual, sin alzar la voz, sin estridencias, señalando las líneas y páginas que pueden hallarse en cualquier hemeroteca.

En última instancia, también el desapego de la gente de a pie por su propio destino. Y el protagonista, transparentando sus paradojas desde el principio: «Tengo mi dinero en uno de los bancos más importantes de este país, que es un banco que especula con alimentos y echa a las gentes de sus casas. Hace unas semanas estuvimos cenando juntos un grupo de amigos y pasamos la velada hablando de las injusticias que están ocurriendo...».

Alguna crítica ha echado de menos una mayor dramatización del texto, que se mantiene con la única presencia de Alberto San Juan y se arropa por una escenografía esquemática. Tal vez sea una petición innecesaria. El descarnamiento que denuncia, por así decir, al rey desnudo, se aviene a esa sencillez de la construcción dramatúrgica. Es esa persuasión artística que logra ponernos por primera vez ante los ojos y los oídos lo que ya habíamos visto y escuchado sin prestarle la atención debida. Un retrato desolador que incorpora en su misma radiografía la esperanza de hallar antídotos frente a tanta miseria.

El Teatro Jovellanos congregó a medio millar de espectadores, que aplaudieron muy sonoramente a la conclusión, haciendo de la ovación un tributo a la inteligencia crítica, la notable interpretación y el coraje de la obra representada.

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