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Alrededor de Juan Carlos Villaverde, de izquierda a derecha, Alberto Piquero, Diego Medrano, Javier Lasheras, Pelayo Fueyo, Joaquín Manzanares, Paz de Alvear, Marilde García, Guillermo Díaz Bermejo, Paloma Berros, Enrique Álvarez Uría, Lucía Falcón, María de Álvaro, Laura Piquero y Lola Lucio.
«Si los musulmanes quieren vivir en nuestra sociedad, han de asumir nuestros valores»

«Si los musulmanes quieren vivir en nuestra sociedad, han de asumir nuestros valores»

El profesor analizó la evolución del mundo musulmán desde sus orígenes a nuestros días para comprender el auge del fundamentalismo y las razones del terrorismo istlámico

ALBERTO PIQUERO

Domingo, 1 de febrero 2015, 01:13

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Discípulo de Álvaro Galmés de Fuentes, el recordado académico y arabista -sobrino-nieto de Ramón Menéndez Pidal- que fue decano de la Facultad de Filología de la Universidad de Oviedo, Juan Carlos Villaverde (Posada de Llanes, 1957) es el director del Centro de Estudios Árabo-Románicos de la misma institución docente, un apasionado especialista en el mundo árabe clásico, donde se enraízan muchas de las claves del conflicto islámico actual. Esta semana ha sido el invitado de las Conversaciones en el Reconquista de EL COMERCIO, donde se habló, claro, de fundamentalismo islámico, pero no sólo. Villaverde abordó una esfera cultural y religiosa que, a su juicio, es mucho más compleja de lo que suele divulgarse ante la opinión pública especialmente después de atentados como el último sucedido en París, ciudad de donde el propio Juan Carlos Villaverde acaba de regresar.

Acudiendo a su biografía y curiosidad intelectual por la lengua y la civilización árabe, explicó que, en realidad, «con anterioridad, me gustaban las lenguas clásicas, sobre todo el griego, a modo de una vocación genérica. El bachillerato superior lo hice en Córdoba, que quizá ya me estaba marcando el destino (bromeó). Y ya en la antigua Facultad de Filosofía y Letras, en Oviedo, tuve la suerte de encontrarme a Álvaro Galmés, una de las glorias de aquel profesorado. El árabe se impartía durante un año, gracias a una operación estratégica de Galmés, que es mucho más que ahora, cuando sólo tiene una presencia simbólica, a pesar de que el Centro de Estudios Árabo-Románicos goce de reconocimiento en todo el mundo».

La inmersión personal en los meridianos geográficos árabes le llegó inmediatamente después. «Opté a una beca, que no interesaba a nadie, para estudiar árabe en la Universidad de Bagdad, mientras impartía clases de español. Eran becas que había proporcionado Sadam al régimen de Franco, por la compra de petróleo durante la crisis del 73. Yo viví una aventura maravillosa que se cortó brutalmente con la guerra entre Irak e Irán. Era el año 1980. Desde la azotea, que es lugar en el que duerme mucha gente en Bagdad, vi pasar un Phantom iraní que todavía conservaba la enseña de la época del Sah». Siguieron «dos veranos en la Universidad de Rabat» y la investigación sobre la literatura aljamiada, «una singularidad de los musulmanes que traducen la lengua románica en caracteres árabes», aclaración previa a un primer dato que tener en cuenta: «El mundo árabe es sólo una parte reducida del mundo islámico».

Situados en ese punto, se le preguntó por una de las controversias que de algún modo podrían iluminar la posibilidad o imposibilidad de la convivencia entre diferentes civilizaciones. ¿La España de las tres culturas, cristiana, judía y musulmana, fue una realidad o un mito? La respuesta, matizada: «Se tiende a examinar el Islam monolíticamente, como un todo. Esa España de las tres culturas a la que se alude, se desarrolló en épocas, circunstancias y contextos variados. Cuando la monarquía expulsa a los moriscos, tampoco hay unanimidad cristiana en los reinos de Aragón y Valencia, que no querían desterrarlos de ninguna manera. Si se apela a la 'armonía', el mejor ejemplo es el mudejarismo tras la Reconquista, que preserva unos ciertos derechos a los mudéjares. La historia española es compleja y de una variedad extraordinaria, con fenómenos que no se produjeron en otros países de Occidente... La tolerancia o las alianzas circunstanciales se producen entre cristianos y musulmanes contra otros musulmanes, así ocurre en la batalla de Río Salado... No es posible hablar de un Islam sin matices; desde el punto de vista histórico, su riqueza es inmensa... Y en aquel periodo, su imperio se extendió en muy poco tiempo desde el Atlántico hasta China, con un gran genio que fue incorporando las tradiciones de los demás pueblos. Son los árabes quienes recuperan toda la cultura griega clásica, salvo la literatura».

¿Es un paradigma la Escuela de Traductores de Toledo? «Tras la conquista de Toledo, a finales del siglo XI, se convirtió en una referencia especializada en materias como la medicina, la farmacología, la agronomía... Sin embargo, poco antes un cadi escribió el 'Libro de las categorías de las naciones', donde alude al 'genio de los pueblos', los cristianos, los judíos, los coptos... y los musulmanes, en los que advierte un paulatino ensimismamiento, ese ensimismamiento, esa vuelta hacia dentro que mantienen hoy en día».

No obstante, «cuando los judíos fueron expulsados por los Reyes Católicos, fueron acogidos en países árabes, que en naciones como Túnez se mantuvieron hasta ayer mismo, hasta la Guerra de los Seis Días con los israelíes, o sea, durante cinco siglos». Un apunte curioso es que «la moda morisca tuvo una gran repercusión en la España de la Edad Media, tanto en el arte, como en el vestido o la alimentación».

Sin duda, ochocientos años de presencia árabe en España no pueden simplificarse; pero tal vez cabría cuantificar alguna de sus herencias. ¿Son cuatro mil las palabras de origen árabe que han quedado prendidas en la lengua española? «Más o menos. El otro día se discutía en la radio acerca de la palabra arroba, como medida de capacidad, que tiene origen árabe. Así sucede con tantas otras referidas a la vida económica, porque el léxico construido en aquella época en torno al comercio era el árabe, de igual forma que en la actualidad es el inglés. Occidente carecía todavía de una vida urbana, que estaba mucho más desarrollada en el Islam. Sólo cuando Occidente dejó de ser exclusivamente una sociedad rural se equilibraron las cosas».

Lo que lamenta Juan Carlos Villaverde es que «nunca fuimos capaces de hacer la lectura de lo que debemos a los árabes. Eso en Francia no hubiera ocurrido. Ahora mismo en el Louvre hay una exposición sobre Marruecos, en la que el sesenta y cinco por ciento de las piezas son españolas».

Viniendo al presente, se le solicitó una consideración respecto de las raíces del fundamentalismo islámico que se prolonga en el terrorismo contemporáneo. «El Islam es múltiple, a partir de tres dinastías, los almorávides, los meriníes y los almohades, corriente creada por un bereber que es la más fundamentalista. Almohade significa «el que declara la unicidad de Dios», frente a la Trinidad cristiana. Los wahabíes, que respalda Arabia Saudí, tienen su modelo en los almohades».

¿El resultado de ese fundamentalismo es la teocracia? ¿Un sistema incompatible con la democracia? «El papel de la religión en la historia de las sociedades islámicas es muy distinto del que desempeña entre nosotros. Religión y ley no están separadas. Y las fuentes son el Corán y las 'sunnas', que determinan todo lo que no está prescrito en el Corán, siguiendo el modo de vida del Profeta. El salafismo es eso, vivir como lo hizo Mahoma».

No obstante, el profesor argüía que esa obediencia doctrinal en su sentido estricto, no es el impulso que habría podido conducir a la matanza de París. «Los que atentaron contra 'Charlie Hebdo' no sabían árabe y tenían una formación islámica muy deficiente. Son más bien la consecuencia de sectores de la sociedad deprimidos, que reciben esa influencia». A su entender, «el problema del Islam es suyo y no nuestro, y se libra entre chiíes y sunníes». Con todo, «en Francia hay cinco millones de musulmanes, y la opción que toman algunos ante la oferta de 'liberté, fraternité...' es la de asumir su condición de musulmanes». A ese propósito, no albergó ninguna duda de que «si quieren vivir en nuestras sociedades, han de respetar nuestros valores, eso es incuestionable». A modo de asimetría indeseable, explicó que «mientras aquí se pueden inaugurar mezquitas, allí no es posible abrir iglesias».

En ángulo diferente, previno sobre iniciativas occidentales erróneas: «Al Qaeda surge del apoyo que le presta Estados Unidos cuando en Afganistán estaban en guerra con la Unión Soviética».

Haciendo recuento, «el Islam no tuvo el Renacimiento, ni la Ilustración; el panarabismo fracasó tras las guerras contra Israel, sus sociedades no están constituidas por ciudadanos y sufren un sesenta por ciento de la juventud en el paro; tras la ilusión de la 'primavera árabe' ha habido un gran retroceso ideológico, al que sólo resiste Túnez ... Y el cincuenta por ciento de la población, las mujeres, son inexistentes desde la perspectiva social». Esos serían sus dos grandes retos, la democracia y la representatividad de la mujer. Villaverde alentaba asimismo a que sus colegas académicos de la órbita árabe acrecentaran su curiosidad intelectual por la cultura greco-latina, que da cuenta de la propia historia de los árabes, quienes «saliendo del desierto se erigieron durante siglos en una civilización central. Les podemos enseñar su propia historia. Pero, ¿cuántos latinistas hay entre mis compañeros de las universidades árabes? Ninguno». En cuanto a la Alianza de Civilizaciones, que estaría en el polo opuesto de la guerra de civilizaciones, sin desdeñar lo que estimó como una idea, en principio, «interesante», reprochó que en su formulación real haya sido «una liturgia retórica».

Al fondo, una estadística que ofrecía el abogado y contertulio Guillermo Díaz Bermejo: «En Europa, la natalidad de las familias árabes es del 3,4%. La de origen europeo, el 0,3%». Cifras indicativas.

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