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Graciano García, en su casa.
«Participo de la indignación, quiero cambios, pero sin aventuras»

«Participo de la indignación, quiero cambios, pero sin aventuras»

Graciano García Director emérito vitalicio de la Fundación Princesa de Asturias

PAZ DE ALVEAR

Domingo, 5 de julio 2015, 00:37

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Aunque se ha retirado de la primerísima línea, Graciano García sigue muy ocupado. Es de los que cree «que no hay que jubilarse nunca, salvo que tengas una profesión que no te permita perder reflejos ni fuerzas». Desde esa segunda línea en la que se ha situado, este hombre conversador, afable, muy amigo de sus amigos, solidario y lector incansable, continúa al pie del cañón. «Sigo la marcha de las empresas de la familia, me gusta el mundo financiero, escribo, veo a mis nietos cuanto puedo, ayudo a la gente que me lo pide, y, sobre todo, procuro cumplir el encargo del entonces Príncipe de Asturias, hoy Rey, de velar, como director emérito vitalicio, por el corazón y el alma de la Fundación y de los Premios, siempre unido al Patronato, al presidente y a la directora».

Usted es sinónimo de Oviedo, pero nació en Moreda de Aller. ¿Cómo fue su niñez?

Fue la de un niño feliz, con muchos amigos, muy en contacto con la naturaleza, especialmente con el río y en la pomarada de mi abuelo David, divirtiéndome con juegos, desde el fútbol a la peonza. Y casi siempre con la inspiración de unas maestras inolvidables y en un ambiente vinculado a la minería del carbón y por ello, a unos hombres y mujeres muy especiales por sus valores de profunda solidaridad, honradez, valentía y afán de que sus hijos estudiaran. Siempre reivindicaban maestros, libros y escuelas para ellos. La consecuencia fue que Moreda llegó a tener uno de los mayores índices de licenciados universitarios por habitante de España.

Eligió el Periodismo. ¿Tuvo desde siempre esta vocación?

Mi madre me dijo no pocas veces que aprendí a leer en las páginas de los periódicos que desplegaba en el suelo de algunos lugares de la casa. Que me tumbaba y que pasaba horas viendo las letras y preguntando. Ella siempre creyó que ahí estaba el origen de mi vocación de periodista.

¿A qué personajes recuerda con más intensidad?

-Sobre todo a hombres y mujeres más bien anónimos que fueron a la cárcel o arriesgaron mucho en defensa de la libertad y la democracia. A Nelson Mandela, Gorbachov, Helmut Kolh, Adolfo Suárez, Isaac Rabin, Yasir Arafat, Woody Allen, Stephen Hawking, Severo Ochoa, y tantos otros los conocí después, por los Premios Príncipe de Asturias.

Nobel en el salón de casa

También levantó Ediciones Nobel. ¿Le ha proporcionado muchas satisfacciones?

La editorial Nobel fue una de las creaciones más importantes y difíciles de mi vida. Con un capital mínimo, con una sola empleada que trabajaba en el salón de nuestra casa, pero con la idea de promover la cultura y el conocimiento, dio sus primeros pasos hace veintitantos años. Hoy es un importante Grupo Editorial, que dirigen mis hijos Pelayo y David, formado por cuatro empresas, que es líder en lengua española en libros técnicos, que tiene más de 2.200 autores del máximo nivel y que da trabajo directo a 95 personas y a la industria asturiana de las Artes Gráficas, en un momento muy difícil para este sector. Tenemos representaciones comerciales en toda España y en todos los países de América. Estamos desarrollando un gran potencial de ventas a través de la web, donde vendemos todos los días del año, todas las horas del día y en todos los países, con un gran crecimiento. Nuestros días mejores están en el futuro, siendo estos muy razonablemente buenos.

¿Cómo se gestó la Fundación Príncipe?

En aquel esperanzador ambiente de la recuperación de la libertad y de la concordia que abrió la Constitución del 78 y de mi convicción de que la cultura es la clave del progreso individual y colectivo, nace la idea de la creación de la Fundación y de sus Premios. Pensé que al recuperar la Constitución la más antigua de nuestras instituciones, el título de Príncipe de Asturias para el heredero de la Corona, había que ponerlo a la altura de nuestro tiempo mediante la creación de una fundación cultural que tuviera como símbolo y expresión de sus ideales la concesión de unos premios para alentar y unirnos a quienes con sus vidas hacen un mundo mejor y son ejemplo para todos, especialmente para los jóvenes.

Personas importantes en esta etapa fueron, entre otras, Sabino Fernández Campo.

Sin duda. Sin él, sin su respaldo, la Fundación no habría nacido. Él fue el que llevó mi idea al Rey Juan Carlos, respaldándola con su gran prestigio. Y, después, cuando nació, fue su protector e inspirador esencial. Nunca le pagaré lo que hizo por mí en aquella ocasión y en momentos cruciales. Entre otras cosas, impidió que un grupo de catalanes creasen entonces una fundación bajo el amparo del título de Príncipe de Girona y se evitase el nacimiento de la nuestra. Aportaban miles de millones de pesetas. Nosotros nacimos con un patrimonio de solo 11 millones.

Aquella imagen del entonces Príncipe Felipe leyendo su primer discurso le emocionaría.

Aquel día en que se entregaron los primeros Premios fue, sin duda, inolvidable para mí. Fue un día emotivo, lleno de esperanza, que cambió mi vida. Hablamos de él no pocas veces el hoy Rey Felipe VI y yo. Él, que tenía trece años, no era consciente de la importancia que iba a tener para su futuro aquella fecha. También es verdad que yo tampoco supe calibrar la verdadera trascendencia de aquel acto. Recuerdo que, cuando aún no había amanecido, sonó el teléfono que tenía en la mesita de mi habitación: era Teodoro López Cuesta, el rector de la Universidad, para decirme que iba a ser el día más importante de mi vida.

¿Pensó alguna vez que los Premios se convertirían en unos de los más importantes del mundo?

Siempre creí que iban a ser muy importantes. Lo que no me podía imaginar es que en tan pocos años y con tan pocos recursos económicos pudieran estar reconocidos como los más importantes del mundo después de los Nobel y que fueran declarados por la UNESCO como un gran patrimonio cultural.

Hay nuevos tiempos políticos, ¿esperanzado o temeroso?

Participo de la indignación generalizada pero hay mucha sabiduría y prudencia en los ciudadanos. Creo que quieren cambios, incluso profundos, y yo también, pero sin aventuras. Como se dijo, creo que fue mi amigo Herrero de Miñón, unos quieren talar el árbol y otros quieren podarlo. Yo soy de estos últimos y creo que los arboricidas son pocos, menos de los que a veces se cree. La sociedad española tiene un fuerte componente de estabilidad, es una sociedad madura, muy sensata, aunque a veces en la superficie parezca otra cosa. En el libro ganador del Premio Internacional de Ensayo Jovellanos de este año, su autor, Benigno Pendás, dice que en España se jalea siempre lo negativo. Procuro no contribuir a esa idea porque creo que España tiene muchas cosas muy positivas. Es una gran nación.

Hay quien teme que la izquierda ponga zancadillas a los Premios o a la Ópera. ¿Usted qué opina?

Espero que no ocurra. No he ido en mi vida a la ópera, pero creo que es una seña cultural de Oviedo que hay que guardar e impulsar. Algo parecido se puede decir de nuestros Premios, que son considerados como un patrimonio muy importante para Asturias por casi el 90% de los asturianos. ¿Se imagina de verdad alguien a Asturias sin sus Premios? Me lo dijo un paisano: sería como si nos robaran los Picos de Europa o la Catedral de Oviedo.

¿Asturias va por buen camino?

Desde que tengo uso de razón he escuchado que estamos en crisis. Confío en que saldremos de los problemas con fuerza y pronto.

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