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La viuda y las tres hijas del catedrático, durante el funeral.
«Asturias pierde a uno de sus grandes»

«Asturias pierde a uno de sus grandes»

La iglesia de San Tirso se quedó pequeña en el adiós al medievalista Juan Ignacio Ruiz de la Peña, despedido con una composición de su padre

A. VILLACORTA

Jueves, 12 de mayo 2016, 00:29

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Juan Ignacio Ruiz de la Peña, el gran medievalista de la Universidad asturiana, fue despedido ayer en la iglesia de San Tirso El Real con una ceremonia como «la que a él le hubiese gustado tener», resumió una de sus tres hijas, Isabel, Chabe, que pudo sobreponerse al dolor con entereza para tomar la palabra al término del funeral y agradecer a las personas que abarrotaban el templo en nombre de la familia «todas las muestras de cariño y el calor» de colegas, discípulos y amigos más cercanos, de los que el asturianista tuvo tiempo de despedirse durante los últimos días, uno por uno, consciente de que se aproximaba el final.

«No podía imaginarme que a mi padre lo quisiese tanta gente», contó su hija, también profesora de Historia. Pero es que, como recordó durante la homilía el sacerdote y amigo Benjamín Morán, también haciendo un enorme esfuerzo por no emocionarse, no era difícil: «A Nacho lo querían todos aquellos que lo conocían».

«Amigo de sus amigos, leal, generoso, amable, entrañable». Los adjetivos se quedaban cortos, pero no se trataba allí «de hacer un panegírico», dijo Morán, que dejó esa tarea para «esa Asturias que le debe mucho y ese Oviedo que le debe más» o a instituciones como la Universidad, su casa durante casi medio siglo y que ayer estuvo representada por tres rectores: Juan Sebastián López Arranz, Vicente Gotor y Santiago García Granda. Porque «no era Nacho un hombre amante de los elogios, de la fama». Rehuía de ellos «quien tenía tres pilares en su vida»: «La amistad, el trabajo y la familia, en la que estaba totalmente volcado» y, de hecho, «esposo y padre ejemplar, presumía de sus tres hijas, su mejor herencia. La herencia de los valores que les transmitieron él y su mujer, Isabel».

Son ellas, recordó Morán, quienes necesitarán fortaleza para aprender a vivir sin un hombre que, por encima de todo, era bueno al modo machadiano y al que decenas de personalidades como Teresa Sanjurjo, directora de la Fundación Princesa de Asturias, quisieron mostrar su «admiración y respeto» como «autor de una gran obra es constituye una aportación imprescindible para Asturias».

O como el expresidente del Principado, Juan Luis Rodríguez-Vigil, que destacó del catedrático que «fue, además de un gran amigo, un extraordinario director del Ridea», con «una generosidad intelectual de la que no abunda en esta región» y, por eso, «su pérdida nos empobrece más si cabe».

Y, sin embargo, reflexionó López Arranz, quien encontró en él «un guía» y a «una persona extraordinaria», su figura «ha pasado demasiado desapercibida tanto en la sociedad como em la Universidad, que no le ha pagado todo lo que le debía».

«Asturias pierde a uno de sus grandes», resumió el exdirector de Patrimonio, Adolfo Rodríguez Asensio. Una personalidad enorme que se fue a la manera de los mejores: sin alharacas, con música. La de un cuarteto de cuerda de Oviedo Filarmonía, que interpretó una pieza compuesta por su padre, Luis Ruiz de la Peña: 'Siempre te vas'. Su legado es inmenso.

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