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'Canito' ha fallecido a los 103 años.
La mirada incansable de 'Canito' sobre el ruedo

La mirada incansable de 'Canito' sobre el ruedo

Frente a su cámara pasaron personajes de la talla de Ava Gardner, Orson Welles, Grace Kelly, Sofía Loren, Charlton Heston o Ernest Hemingway, con quien presumía de haber compartido fiestas y borracheras en Málaga y Pamplona

Francisco Apaolaza

Miércoles, 27 de julio 2016, 10:30

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Francisco Cano Lorenza, 'Canito', había hecho casi de todo. Fue chico de los recados, tendero, playboy, boxeador, novillero y fotógrafo, pero con 101 años aún no tenía el Premio Nacional de Tauromaquia, colofón de una carrera fecunda sin la que no se entendería el último siglo de la fiesta de los toros. En 2014 le llegó el reconocimiento del Ministerio de Cultura (el año anterior fue para Paco Ojeda) después de tres cuartos de siglo de mirada incansable en los ruedos.

"¿Ese premio es importante?", preguntaba al teléfono Canito con una voz venida a menos. El más importante. 30.000 euros. "Pues vente a comer una paella a la playa", invitaba al reportero después de conocer la noticia. "Estoy contento y orgulloso". Una rotura de fémur lo mantenía en esos momentos en casa, pero oficialmente seguía en activo.

Ante sus ojos han ocurrido tantas cosas que todo lo procesa con la calma del revelado que aprendió durante la Guerra Civil en una buhardilla de un fotógrafo de Madrid donde se exilió hasta el final de la contienda. Cano nació en Valencia en 1912, hermano de once chavales -"todos de metro diez" (él mide 1,58 con zapatos)-, hijo de un torero metido a toldero en la playa de Valencia. En ese sobrevivir suyo que le ha dado tan buen resultado, se metió a boxeador, y después a becerrista.

Empezada la guerra, un camión entero de soldados republicanos paró a su puerta en busca de un novillero para un festejo y Canito tuvo que actuar con mucha prisa y poca suerte en una tarde en la que terminó perdiendo la bolsa de los testículos. "Te voy a dejar como nuevo", le dijo el médico y pese a sus temores, tendría en adelante una prolija descendencia: "Seis oficiales de dos mujeres distintas en España y dos de estraperlo en México".

El mayor, Vicente, tiene 81 años. Siempre condujo a la velocidad del diablo, en lo literal y en lo figurado. Todo en Canito es audaz y un punto literario, hasta las bodas. A los 85 y a traición, se casó con la segunda mujer, Maruja, dueña de dos bellísimos ojos azules. Su amigo Salvador Pascual, dueño de la revista 'Aplausos', lo llamó a una cita y esa cita era para casarse, un trance que aceptó pese a tener sus más y sus menos con el sacerdote por sostener que Ava Gardner era "más guapa que la Virgen".

Una vez cogido por aquel novillo del 36, Cano huyó a Madrid y se refugió en esa buhardilla que fue su única casa durante tres años hasta que los nacionales entraron en la capital. Entonces comenzó una carrera curiosísima. Se hizo torero-fotógrafo, pues lidiaba un toro y hacía fotos de los demás. Con el tiempo dejó la muleta y tomó solo la cámara y su gorra blanca asomó por los callejones de la historia de España a un ritmo sostenido de 200 fotos por tarde y más de 200 festejos al año.

Ava Gardner

En ese camino larguísimo Cano lo vivió todo: cacerías sin dormir, fiestas eternas en Chicote, el rapto de un torero a la hija de un duque. Estuvo en todos los sitios en todos los momentos. Cuando Luis Miguel Dominguín se levantó de la cama de Ava Gardner y ella le preguntó "¿A dónde vas?", el torero respondió "A contarlo a todo el mundo", pero estaba buscando a Canito para narrarle su hazaña. Él sabía que el que más 'toreaba' en esa plaza era Carlos Arruza, porque él mismo lo llevaba al chalé de Gardner. Con ella le unió un amor platónico, una amistad indestructible que comenzó a fraguarse el día en que se conocieron y ella, en lugar de Cano, le llamó 'coño' por error y rieron a carcajadas. Nunca dejó de llamarle así.

'Empotrado' en la cuadrilla de Dominguín, Cano hizo su mejor foto por una deuda. Luis Miguel le debía un dinerillo por un trabajo, y cuando fue a cobrar, le convenció: "Ven a Linares, que te pago allí". Toreaba Manolete -Cano le trataba de usted y le llamaba Manolo- e 'Islero' le partió la vida entrando a matar. "Lo recuerdo en el sanatorio, moviendo la cabeza de un lado a otro, muriendo". Eran amigos. "Me había firmado una foto: 'Para Canito, que es un enanito'. Lo recuerdo todos los días de mi vida".

Fue el único que retrató la escena. Hasta este último año, Cano mantuvo su periplo anual por las principales ferias en España, Francia y América, aunque hace un año, en la Feria de Bilbao sufrió una caída y se fracturó el fémur. La lesión ha pasado factura a su estado físico, aunque su intención es recuperarse y volver a vestir la gorra blanca. "Me gustaría morir en la plaza".

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