Borrar
José Luis García Rúa, antes de participar en un acto del Ateneo Jovellanos, en 2004.
Adiós al filósofo anarquista

Adiós al filósofo anarquista

Fallece José Luis García Rúa, catedrático, sindicalista, pensador y libertario

PACHÉ MERAYO

Sábado, 7 de enero 2017, 00:13

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Superó la llegada del nuevo año, pero José Luis García Rúa (Gijón, 1923) cerró los ojos para siempre ayer, en este 2017 que le deparaba los 94 agostos. Lo hacía tranquilamente, muy lejos de como había vivido. Siempre atento a los cambios, siempre impulsando una sociedad diferente. Libertario, anarquista convencido, filósofo, catedrático, sindicalista y para muchos «maestro de la antipedagogía», había hecho de todo en la vida. Tuvo, incluso, la mala fortuna de sufrir por dos veces la experiencia de habitar un campo de concentración, en Argelès-sur-Mer y Barcarés.

Creador de la Escuela Obrera, aquella voluntad de enseñar que se afianzó en Gijón al final de los años sesenta -en la calle Cura Sama, en un local «sin sillas»-, García Rúa era en este siglo XXI, además de una leyenda de la lucha social, el respetado defensor de la enseñanza y el conocimiento. Una leyenda y un hombre que daban identidad a un Aula de Cultura. Fundada en 1996, abrió sus puertas, precisamente, para rendirle homenaje y dar continuidad a las iniciativas «de cultura a nivel popular», que él siempre había inspirado.

José Luis García Rúa tenía solo 13 años cuando se enfrentó al cadáver de su padre muerto en la guerra civil por una bala furtiva. Se quedó viudo hace seis años, cuando su querida Gisela, su segunda mujer, falleció. Tiempo atrás había perdido un hijo, Emilio, catedrático como él, un golpe del que no logró nunca curarse y que se hizo aún más hondo con la muerte, diez días después, de una de sus nietas. Militante de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), de la que llegó a ser secretario general, y catedrático emérito de la Universidad de Granada, institución que ayer mostraba sus condolencias, a través de su rectora, Pilar Aranda, García Rúa deja una hija, Pilar, fruto de su primer matrimonio, quien no ha confirmado asistencia al funeral de cuerpo presente que se celebrará, hoy, en el Espacio de Culto de Granada, ciudad que dispuso ayer una capilla ardiente y en la que será enterrado, en el cementerio de San José.

Tras hacerse pública su muerte, que tuvo lugar en Granada, donde vivía desde hace un tiempo después de haber residido en Salamanca, en cuya universidad también dio clases durante 10 años, los pésames se sucedieron sin pausa. La CNT lamentaba su fallecimiento, recordando su «larga trayectoria libertaria» y el hecho de que llevaba afiliado al sindicato desde 1969.

Su amigo de toda la vida y crítico de cine y de teatro, el colaborador de EL COMERCIO Joaquín Fuertes, lloraba también la pérdida del que consideraba «el maestro que podía enseñarnos de todo, pero más que nada a ser honestos, en una tierra donde abundan los malvados. Fue un ser excepcional que no quiso crecer un centímetro más de lo que necesitaba para ser útil a la sociedad».

El secretario general de Podemos Xixón, Mario Suárez del Fueyo, se unía igualmente a las muestras de condolencia, poniendo énfasis en la generación «de personas de izquierdas de nuestra ciudad» que García Rúa formó, y al hecho de haber impregnado «el espíritu de Xixón, dejando una escuela filosófica y política». Pero García Rúa, no solo fue sindicalista y catedrático de Filosofía. También ejerció de lector de español en Alemania, en la Universidad de Mainz, hasta que a su regreso a España es sistemáticamente separado de la Universidad por su actividad política. Así comienza un periplo vital casi de exilio. Un exilio que termina en Granada, después de pasar por Salamanca, Córdoba y Jaén.

Antes de la Universidad había vendido botellas y trabajado como almacenista de estraperlo. También bajó a la mina, trabajó en el sector del metal, construyó tejados y fabricó baldosas hasta que harto de cobrar «solo siete pesetas» regresó a los estudios. Se formó ya mayor. Hizo el bachillerato mientras sacaba carbón de La Camocha. En alguna ocasión contó que había querido ser médico, pero necesitaba llevar dinero a casa y sabía que dando clases lo conseguiría más rápidamente, por eso comenzó Filosofía y Letras en Oviedo. Y, con una beca de 500 pesetas, de las que daba 200 a su madre, se acabó doctorando, pero no en Asturias, sino en la Universidad de Salamanca. Con el tiempo llegó a ser secretario regional de la CNT en Andalucía en dos ocasiones, además de secretario, así como director del periódico del sindicato. Fue también secretario general de la Asociación Internacional de los Trabajadores, hasta que comenzó este siglo. Y es que nunca dejó de librar su particular lucha anticapitalista. Atrás quedaron muchos sueños sin cumplir, el de una sociedad mejor y otros más a los que llegó a dar forma. Uno de ellos fue la creación de una escuela. Como parte activa del Ateneo Jovellanos, García Rúa comenzó a relacionarse con los miembros del grupo de teatro La Máscara y es a ellos a los que propone crear una nueva institución que ilustrara a quienes no había tenido oportunidad de acercarse al conocimiento. El profesor solo ponía tres requisitos para participar como alumno «que se supiera leer y escribir, que tuviera una edad prudente, no menos de 10 años, y que llevara una banqueta». Aquella aventura, que se ponía en marcha en Gijón, como la Academia Obrera, nacía sin recurso alguno. Ni siquiera sillas.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios