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Los hijos de Europa defienden la unión

Los hijos de Europa defienden la unión

Los jóvenes que nacieron tras las adhesión de España a la UE respaldan el Premio Princesa de la Concordia

L. CASTRO / L. SAIZ / L. ALONSO / M. ACEBAL

Domingo, 25 de junio 2017, 00:26

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La Unión Europea, Premio Princesa de Asturias de la Concordia. Desde que, a mediados de esta semana, se diese a conocer el fallo del jurado del último de los galardones de esta edición, una lluvia de críticas llegadas desde distintos frentes (de Podemos a Izquierda Unida pasando por las organizaciones de acogida a refugiados o el ex director general de la Unesco Federico Mayor Zaragoza) han cuestionado a una institución que sufre la peor crisis de su historia, agravada por la amenaza yihadista, los efectos de la recesión económica, la crisis de los de refugiados, la supremacía del eje franco-alemán o el proceso de salida del Reino Unido. Pero los hijos asturianos de Europa, aquellos jóvenes nacidos desde la adhesión de España a las Comunidades Europeas que entró en vigor el 1 de enero de 1986 y que se han criado con el programa Erasmus y el euro, aunque críticos en algunos puntos, respaldan el proyecto de los 28.

Es el caso de la avilesina Sara Benavides, nacida en 1996, pero que no supo «lo que era ser de la UE» hasta que obtuvo una de las becas de movilidad para universitarios y ya, lejos de España, convivió con un grupo de alumnos de diferentes zonas del continente que le hicieron comprender que, «a pesar de las diferencias culturales que existen entre países, compartimos otras muchas cosas».

Por eso, esta avilesina está segura de que «el futuro de la Unión es sólido por más que estén surgiendo movimientos rupturistas como el 'Brexit'» y aunque considere que «el conjunto de la institución debería involucrarse para acabar con las diferencias que aún existen entre los países, sobre todo en relación a la integración de grupos minoritarios».

Pero, si exceptuamos ese aspecto que Sara coloca en el lado negativo de la balanza, la joven encuentra muchos otros positivos como la cooperación económica y cultural entre los países que forman parte de ella. «Hay muchos programas, no solo los intercambios universitarios, que contribuyen a eso. Es una pena que no sean más conocidos», lamenta.

En el caso del Erasmus de Cristian Carril, vecino de Piedras Blancas, la todopoderosa Alemania fue el país de destino y también allí pudo constatar «que los ciudadanos de la UE nos tratamos como iguales y que, aún siendo países diferentes, sabemos que estamos incluidos en un mismo organismo paneuropeo». Para este estudiante, la mayor ventaja de pertenecer al club es, sin duda, «la igualdad de oportunidades interculturales, que a su vez reflejan el espíritu de cooperación entre países».

Aunque también le pone un pero, una «asignatura pendiente»: «El medio ambiente. Veo unas diferencias enormes respecto a la importancia de la ecología entre los países del sur de Europa y los del norte. Una política conjunta medioambiental al más puro estilo de la Europa septentrional podría ser una buena solución».

Eso sí: al contrario que Sara Benavides, Carril no tiene una idea clara de hacia dónde camina el organismo. «Los últimos problemas relacionados con el 'Brexit' o la crisis de los refugiados han hecho que la UE no pase por su mejor momento», subraya.

Y si él está preocupado por la ecología, el llanisco Antonio González Fernández, 24 años, defiende que hay que trabajar para lograr «un estado federal europeo» que aúne todas las competencias en un gobierno central. «Me gustaría que la Unión Europea fuera más íntegra y exigiera unos requisitos más firmes. Además, creo que todos los países deberían aportar lo mismo, pero, en todo caso, los fondos son imprescindibles para una comunidad como Asturias, donde muchas empresas han logrado salir adelante beneficiándose de ellos».

También la asesora de 30 años Lorena Bravo considera que el principal problema radica en el aporte económico que hace cada estado. «Deberíamos contribuir todos igual. España está aportando más que otros países a pesar de tener unos ingresos per cápita iguales o más bajos», resalta.

Y, si para ella la mayor ventaja es que «la UE garantiza la igualdad de oportunidades empresariales por la libertad de movimientos entre los países miembros», el gijonés de 1996 Daniel Moldón, que defiende que «irse de Erasmus debería ser como la antigua mili, obligatorio», propone una mayor inversión «destinada a crear empleo, a la lucha contra el terrorismo y la protección de fronteras». Mientras que, en el capítulo de los contras, sitúa que «no se trata de un mecanismo totalmente democrático», además de echar en falta «una voz única».

Quien sí tiene plena confianza en la UE es Alejandra Jaumandreu, 24 años, para quien la Unión representa la posibilidad de «viajar sin fronteras», algo que ha experimentado recientemente tras un largo periplo por los países del Este. Y esa es la razón de que esta joven camarera llanisca considere «absurdo que todavía haya países miembro que mantengan su moneda y se nieguen a usar el euro». Pero, con todo, le augura «un futuro prometedor a pesar de la ruptura con Reino Unido», convencida de que «se sumarán muchos más países pronto, como Montenegro, Albania o Bosnia».

La ovetense Inés Abascal percibe la alianza como «la superación de las viejas luchas entre naciones europeas. Además, en un mundo moderno en el que los países se agrupan por bloques de intereses, nosotros nos alineamos con aquellos países con los que tenemos una historia, unos valores y unos objetivos en común».

Como fortaleza, Abascal se refiere al apoyo de una organización supranacional como «vital para la estabilidad en un mundo globalizado». Aunque no todo son elogios, ya que reclama que «su labor debería de acercarse más al ciudadano».

Beatriz Alfaro afirma, a sus 26, que la UE es sinónimo de «oportunidades y posibilidades» y destaca que «el hecho de que tenga poder sobre los estados nacionales sirve para asegurar un mínimo control sobre estos», aunque defiende «la necesidad de «volver a los inicios, en los que se fundamentó su creación como un proyecto de paz europeo».

Un espíritu de paz surgido tras dos guerras mundiales que se ha quebrado con miles de muertes en el Mediterráneo. Una crisis, según la gijonesa de 1997 Inés Blanco, en la que «somos un poco hipócritas»: «Nos gusta vivir bien y ser felices y no pensar en cómo están el resto de personas con tal de que no nos afecte y luego también creo que hay otro tipo de personas que se solidarizan con la situación solo protestando, pero sin su granito de arena involucrándose de verdad en la causa».

José Jesús Villar (Llanes, 1992) es, con mucho, el más crítico: «La UE es un conglomerado de empresas que no está realizando políticas consecuentes con sus ideales y que no deja de levantar fronteras y poner muros frente a las personas que lo han perdido todo». Una unión en discordia en la que algunos países se introdujeron « a calzador».

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