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'Sansón y Dalila', obra pintada por Van Dyck, que también recoge el míto recreado por Saints Sâens.
Entre el  oratorio y la ópera bíblica

Entre el oratorio y la ópera bíblica

'Sansón y Dalila', de Saint Sâens, cierra a partir del miércoles la 67 Temporada de Ópera de Oviedo

RAMÓN AVELLO

Domingo, 25 de enero 2015, 00:43

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Salvo en Francia, 'Sansón y Dalila' es una ópera que aunque se pueda considerar de repertorio y tenga páginas muy conocidas, como la 'bacanal' o el aria de Dalila 'Mon coeur s'ouvre à ta voix' (mi corazón se abre a tu voz), una de las cimas vocales para voz de mezzo, se representa relativamente poco. En las estadísticas de Ópera base sobre las óperas interpretadas en los teatros del mundo, ocupa un discreto noventa y nueve lugar. En las temporadas de Oviedo, habría que remontarse a tantos días como pelos tiene la cabellera del forzudo juez de Israel. Concretamente a 1963, con Mario del Mónaco como Sansón y Jean Madeira en el papel de Dalila.

A TENER EN CUENTA

  • Orquestación y leit motivs. La paleta orquestal es de una gran riqueza y complejidad. En el dominio de la instrumentación y de los leitmotivs se perciben influencias de Wagner y Berlioz. La obra está hilvanada con diferentes motivos melódicos como la esperanza de Israel, la inspiración divina, la seducción, la invocación al amor...

  • Los coros. Como en los oratorios monumentales de Haendel, los coros adquieren en 'Sansón y Dalila' un protagonismo capital. Representan al pueblo oprimido (los hebreos); al pueblo opresor (los filisteos o palestinos); cantan no sólo himnos, sino formas fugadas de cierta complejidad coral; dialogan, en concertantes, con las voces protagonistas y su presencia en escena es continua.

  • Color oriental. En la partitura se recrean sonoridades y melodías exóticas y orientales, como melodías escuchadas por Saint Sâens en sus viajes por Argelia. La celebre 'Bacanal' del tercer acto y las danzas de la victoria, en el primer acto, son ejemplos de ese orientalismo más de cuño árabe que hebreo o palestino.

'Sansón y Dalila' llega el próximo miércoles, día 28, a las 20 horas de la tarde, al Campoamor. Coproducida por la Ópera de Oviedo y el Teatro Villamarta de Jerez, contará con la dirección musical de Maximiano Valdés, reencontrado de nuevo con su Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias. La dirección escénica esta a cargo de Curro Carreres, el director argentino del que recordamos en Oviedo un 'Werther' y alguna representación de zarzuela como una cinematográfica 'Verbena de la Paloma'. La ópera estará protagonizada por la mezzosoprano canaria Nancy Herrera Fabiola, a la que escuchamos en el papel de Charlotte, del 'Werther' de Massenet y en zarzuelas como la Bruja, de Chapí. El papel de Sansón lo interpretará Stuart Skelton, un tenor muy aplaudido y admirado en Oviedo en 'Peter Grimes', de Britten. El barítono Carlos Álvarez, bien conocido de la afición asturiana, interpretará al Sumo Sacerdote de Dagón. El elenco se completa con el bajo Alex Sanmarti, como el sátrapa Abimélech, Miguel Ángel Zapater, una voz de lujo para el breve papel del viejo hebreo que aconseja a Sansón, Gonzalo Quirós, Albert Casals, Javier Galán, y, por supuesto, el Coro de la Ópera de Oviedo, protagonista esencial de esta ópera.

La historia de 'Sansón y Dalila' está tomada de la Biblia, concretamente del capítulo 16 del 'Libro de los Jueces'. Sobre el texto bíblico, algo modificado para destacar la sinuosidad de Dalila, Saint Sâens encarga a su pariente Ferdinand Lemaire un libreto operístico, pero con algunos elementos de texto propios del oratorio barroco. Esta doble cualidad hace que esta ópera posea un carácter híbrido, entre el oratorio, la ópera romántica francesa y el drama musical de raíz wagneriano. Del oratorio haendeliano, recoge cierto hieratismo escénico y, fundamentalmente, el gran protagonismo de los coros. De la ópera francesa, la sensualidad mórbida que impregna todo el segundo acto, la belleza angulosa de la línea vocal y el exotismo oriental. Del «drama musical wagneriano», la continuidad de las escenas, la riqueza orquestal y la utilización reiterada de varios motivos melódicos que, a la manera del leitmotiv wagneriano anudan la partitura y envuelven a las voces.

Paul Dukas pensaba que esta ópera, estrenada en 1877 en Weimar y en 1890 en París, y a la que inicialmente se tildó de académica y fría, era la obra maestra de la música teatral francesa entre los siglos XIX y XX porque combina una factura musical muy variada, con fugas, himnos, danzas folclóricas, con una alta inspiración melódica. Efectivamente, la arenga de Sansón a los hebreos -«Arrêtez, ô mes frères!»- el aria de Dalila 'Primtemps qui comencé', el inmenso dúo de amor del segundo acto, la célebre bacanal o el 'Vois ma misère' constituyen páginas inolvidables y perennes de una de las grandes óperas francesas.

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