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Mario Menéndez, ayer, en el Museo Arqueológico.
«Ningún gran museo occidental sería posible sin los expolios a países pobres»

«Ningún gran museo occidental sería posible sin los expolios a países pobres»

Mario Menéndez Profesor del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la UNED

AZAHARA VILLACORTA

Domingo, 21 de junio 2015, 00:22

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Mario Menéndez (Belmonte de Miranda, 1954) fue hasta hace bien poco el director de la Universidad Nacional a Distancia (UNED) y ayer clausuró las III Jornadas sobre 'Arqueología española en el exterior' organizadas por la Asociación de Profesionales Independientes de la Arqueología de Asturias (APIAA) y patrocinadas por EL COMERCIO. Profesor del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la UNED, Menéndez ofreció una ponencia sobre la investigación española en Sudán entre 1978 y 2000 y «sobre el lado humano» de una profesión que, en ocasiones, «todavía conserva su lado más romántico y altruista»: «Ocurre cuando el arqueólogo, incluso perdiendo dinero, se empeña en buscar cosas que no existen».

Empezó excavando en Jordania cuando solo era un recién licenciado y participó en el proyecto de investigación arqueológica en Sudán durante doce años.

Sí. Fue un proyecto organizado desde la Universidad Complutense de Madrid. Además, otro arqueólogo de Gijón que estos días está en Mozambique, Víctor Fernández, dirigió excavaciones en la zona.

¿Qué supuso esa experiencia para usted en lo personal?

Fue un choque con el mundo del racismo institucionalizado. Sudán es un país con una división artificial, en realidad son dos países unidos: el Norte es musulmán, de cultura árabe, y el Sur es animista, cristiano y de cultura negra. Las relaciones políticas, económicas, humanas, eran terribles y cambiaron mi forma de pensar sobre el desarrollo de los países. El trato del mundo árabe al mundo negro era terrible y se plasmaba en cada paso que dabas.

La antigua Nubia fue objeto de una llamada de socorro para salvar sus tesoros por parte de la UNESCO cuando se construyó la presa de Asuán, en los 60. Y allí acudió España.

Sí. Nubia es algo muy extenso: está la Nubia sudanesa y la egipcia. Ahí comenzó la relación oficial de la arqueología española con la egiptología, que nunca había sido intensa salvo algunas excepciones. En ese momento, comenzó la presencia sobre el terreno. Y esa relación con el mundo egipcio se ha mantenido hasta la actualidad. También con el mundo africano no egipcio, que, hasta ese momento, era casi desconocido salvo algunos proyectos que se habían hecho en Guinea Ecuatorial y Marruecos.

¿Qué fue lo que quedó anegado?

Se perdieron algunos yacimientos, algunas arquitecturas, pero lo que constituía en aquel momento lo más importante, lo más visual, como los templos, las construcciones, se salvó. El emblema fue el Templo de Abu Simbel, que se trasladó para que no quedase cubierto por las aguas del Nilo.

Y así fue como llegó a España el Templo de Debod, hoy en Madrid.

Fue la compensación al esfuerzo que España realizó en algunos yacimientos. Tanto económico como de envío de técnicos. Y un ejemplo del 'carácter' de un arqueólogo español, Martín Almagro Basch, que lo consiguió para España frente a otros países como Rusia o Francia que también lo pretendían. Recuerdo una noche en la Embajada de España en Amman, donde nos contó las peripecias para conseguirlo, desmontarlo y traerlo hasta el puerto de Valencia, en el mejor estilo de Indiana Jones.

¿Esa Nubia sudanesa es el Reino de Kush del que habla la Biblia?

Así es. El reino que proporcionó a Egipto los faraones de la XXV dinastía, los llamados faraones negros de la dinastía kushita, procedentes de la capital premeroítica de Napata y que gobernaron el imperio egipcio durante casi un siglo.

Dicen de ellos que fueron los que salvaron el imperio.

Se recurrió a esos reinos del Norte, que en ese momento vivían una estabilidad mayor, mientras que el mundo egipcio atravesaba una gran convulsión.

Y, sin embargo, los primeros arqueólogos hicieron una revisión racista de la historia.

Eso es una constante en arqueología. Es una concepción colonial que ve al sujeto de estudio como quien disecciona a un conejillo de Indias. Y, sin caer en relativismo cultural más absoluto, todas las culturas tienen una importancia capital, aunque no siempre es entendido así por los arqueólogos cuando llegan a pueblos «salvajes» o «primitivos». Esos eran términos muy utilizados por los colonialistas. Hoy, lo políticamente correcto no admite esas interpretaciones, al igual que no admite que los descubrimientos que se realizan en países más pobres sean transferidos a los países financiadores del proyecto o a las metrópolis coloniales. Pero la realidad es que no sería posible construir los grandes museos que hay en Occidente sin las piezas de otros países que se fueron a Francia, Alemania, Inglaterra... En España hay menos colecciones africanas o asiáticas. Hay más piezas polémicas procedentes de América.

Un expolio en toda regla.

En algunos casos, esas transferencias son fruto del expolio, y, en otros, fruto de convenios. Yo participé en algunos de esos convenios. Son discutibles, pero ya no es ese colonialismo expoliador que aún pervivió en la primera mitad del siglo pasado.

¿Partidario de devolver lo robado?

Como norma general, sí. Seguramente, en esa norma habrá excepciones. Creo que deberá estudiarse cada caso.

También participó en un proyecto en la ribera oriental del Nilo azul.

Sí. Estudiamos cómo nació la agricultura y la ganadería en la zona. Un proyecto que aportó informaciones que ilustran lo que han sido después en el área, y diría que en toda el África subsahariana, las tradiciones económicas pastoriles y ganaderas.

Todo, vinculado al río sagrado.

Sin duda. Esa es la historia de Sudán. Lo fue entonces y lo es hoy. Sudán es tributario del río y del gran país del Nilo, Egipto. Será difícil cambiarlo.

¿Teme que llegue allí la destrucción del Estado islámico?

Mi vuelta de Sudán se produjo en el año 2000 y entonces había un gran respeto al mundo antiguo, que reivindicaban como un pasado brillante a pesar de estar bajo la 'sharia'. Pero los movimientos fundamentalistas te dan sorpresas en cualquier momento.

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