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La apertura de la exposición 'Cajas. 10 propuestas de cerámica artística en Asturias' llenó la sala del Museo de Bellas Artes. En primer término, dos de las piezas.
Artes plásticas en gres y porcelana

Artes plásticas en gres y porcelana

El museo, que reúne con esta exposición a varias generaciones, exhibe una treintena de obras con sus respectivos dibujos preparatorios

PACHÉ MERAYO

Viernes, 6 de noviembre 2015, 00:48

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Pintores afianzados en su disciplina y sus pinceles, y escultores que buscaban volúmenes en la madera o el acero, incluso en la parafina o la cera, pero nunca en el barro, se han dejado llevar ahora por la materia que crece en el horno. Han «comulgado», dice Alfonso Palacio, director del Museo de Bellas Artes de Asturias, con la cerámica. El resultado, una colección de treinta piezas, tres por cada creador implicado, y sus respectivos dibujos preparatorios se muestra, desde ayer, precisamente, en la principal pinacoteca. El patio columnado del viejo palacio de Velarde saluda ya con una selección de bocetos, encarpetados como pequeños tesoros. Son la antesala de la exposición, que, comisariada por el propio Palacio y el ceramista Manuel Cimadevilla, que ha puesto el oficio, las normas y el fuego, «llama la atención por las maneras en las que unos tratan de incorporar al nuevo lenguaje sus propias maneras y otros se alejan conscientemente de ellas, buscando otros caminos. Es el caso de Pablo de Lillo (Avilés, 1969), por ejemplo, que despliega en sus cajas (formato elegido para este encuentro con la cerámica) un universo muy diferente al de sus instalaciones, con unas piezas que rebosan organicidad y cierto barroquismo. Paco Fresno (Villaviciosa, 1954) se deja ver en toda su plenitud. Su oda constante a la naturaleza está en sus piezas de porcelana y también en sus dibujos, al igual que se deja ver sin veladura ninguna Adolfo Manzano (Bárzana de Quirós, 1958), cuyas cerámicas son un espejo de su dimensión escultórica.

Entre las piezas más delicadas de la exposición están las de María Álvarez Morán (Luanco, 1958), que resume en ellas, dice Palacio, «su mundo leve, frágil, creado a base de delicadas armonías formales y cromáticas». Lo hace, además, con un cúmulo de pipas enormes, «que son, al fin y al cabo, cajas de la naturaleza».

En el lado opuesto, advierte el director del Bellas Artes, está el pintor figurativo Juan Fernández (Piedras Blancas, 1978), que «despliega toda su hondura retratística llenando sus cajas de formatos redondeados con sus habituales figuras estilizadas y desnudas».

La naturaleza es también la protagonista de las obras de Jorge Nava (Gijón, 1980), un calco de sus pinturas. Es fácil asimismo ver la mano de Carlos Álvarez Cabrero (Oviedo, 1967) en sus «cajas-sepultura» y «cajas chinas, plagadas de mordacidad, iconoclastia». Más geométricas son las propuestas de Irma Álvarez-Laviada (Gijón, 1978), Carlos Suárez (Avilés, 1969) y Javier Victorero (Oviedo, 1965). Las de la gijonesa, que «investiga en la descomposición del formato, haciendo contraste entre los llenos y los vacíos», son una de las más sutiles. También busca esa tensión el avilesino, que trabaja «en la idea de caja como cubo partido». Y finalmente Victorero coincide con los dos en el ritual geométrico, siguiendo sus propios preceptos pictóricos.

Todos mantendrán esta comunión de sus respectivos oficios con este nuevo que les ha enseñado Cimadevilla hasta el día 10 del próximo mes de enero.

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