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Los cañones de la subida al cerro de Santa Catalina, en Gijón.
La artillería pesada del patrimonio cultural

La artillería pesada del patrimonio cultural

En Asturias hay catalogadas 53 piezas, la mayoría de hierro fundido y en ocasiones reutilizadas como amarres en puertos

M. F. ANTUÑA

Viernes, 10 de marzo 2017, 00:19

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Hay catalogadas en Asturias 53 piezas de artillería como patrimonio cultural. Son cañones, de bronce o de hierro fundido, ubicados en su mayoría en emplazamientos costeros y en muy diferente estado de conservación. De ellos, de ese patrimonio olvidado, hablará hoy el arqueólogo Valentín Álvarez Martínez (Vegadeo, 1976) en las Jornadas de Arqueología Moderna y Contemporánea que APIAA organiza en Oviedo (Museo Arqueológico, 18 horas).

En su charla revelará detalles sobre un patrimonio en ocasiones maldito. «Vivimos en una sociedad antimilitarista y hay un cierto rechazo, aunque a la hora de la verdad todo el mundo cuando va a un sitio donde hay un cañón quiere hacerse una foto con él», apunta Álvarez. Es un caso peculiar el del patrimonio artillero, del que existen muchos estudios en el plano puramente militar pero no tantos en el estrictamente cultural. Ahí entra el trabajo de Álvarez, que ha realizado un inventario de estas piezas en superficie (existen también bajo el mar, en pecios o que simplemente fueron abandonados en el agua) y que en estos momentos se afana en rehabilitar un par de cañones para recuperarlos para las miradas públicas.

Entre las 53 piezas artilleras hay dos grupos bien diferenciados: los que solo tuvieron función bélica y los que fueron reutilizados en espacios portuarios. Y es que durante muchos años fue común que las piezas de artillería se convirtieran en noráis o amarres para barcos. En el muelle de Gijón aún existen unos nueve noráis con un pasado bélico y las dos piezas que se muestran en la subida al cerro de Santa Catalina fueron recuperados como elemento ornamental tras tener, precisamente, un ayer como amarres en el Muelle. «Sabemos que fueron extraídos del puerto deportivo y que uno de ellos tiene el ánima cegada por los propios proyectiles de artillería», detalla el investigador.

Hay más piezas singulares en Asturias. Dos de las más destacadas están en Oviedo, son de bronce, se fundieron a principios del siglo XVIII en Sevilla y se hallan en San Pedro de los Arcos. «Están bastante bien conservadas y destacan por su aparato iconográfico y su epigrafía».

Para Álvarez, tiene también especial valor el cañón del Eo, una pieza de más de tres metros y medio que durante años fue objeto de visita en la bajamar en la playa bajo la ermita de San Román de Figueras. Vinculado a una posición fortificada durante la Guerra de Independencia, cuentan que una vez que llegaron los franceses, los españoles lo arrojaron al mar. Cuando se hicieron las pilastras del puente de los Santos se retiró y más de treinta años después Valentín Álvarez dio con él en un almacén. La idea es rehabilitarlo y que vuelva pronto a Figueras.

En Luarca hay una pieza muy singular. «Probablemente sea un cañón naval reutilizado luego en la defensa de Luarca a finales del siglo XVI o principios del XVII que conserva todos los elementos estructurales de una pieza de pre-ordenanza: los muñores originales, brocal, el cascabel...». Es Álvarez quien está ejecutando ahora la rehabilitación de este cañón, que apareció enterrado durante las obras de saneamiento del puerto y que en los próximos meses se ubicará, junto a otro, en la atalaya de Luarca.

En Llanes y en otros puntos de la costa de Asturias hay otros cañones de interés que merecen una mirada cultural. «Debemos superar la visión de estas piezas como armas, para verlas como elementos históricos que además nos ayudan a ver cómo fue el proceso de la evolución industrial en España», afirma. Lo dice porque conviene alzar la voz de alarma: muchos de los cañones están rayados y llenos de pintadas y en ocasiones sus bocas se convierten en papeleras.

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