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AZAHARA VILLACORTA
GIJÓN.
Domingo, 20 de agosto 2017, 06:50
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«Salvo contadas excepciones, en esta región no se excava porque no hay dinero. Después de años sin ninguna convocatoria, había salido una de 50.000 euros del Principado que aún no ha sido autorizada, con lo que los investigadores están perdiendo el verano y no se entiende. ¿Cuándo quieren que excave la gente? ¿En diciembre? Ni siquiera hay un plan regional. Es decir, que únicamente puedes excavar si te encuentras con un mecenas, consigues ayudas municipales o entras en un plan nacional». Ese es el diagnóstico de la profesora titular de Historia medieval de la Universidad de Oviedo Margarita Fernández Mier sobre las excavaciones arqueológicas en Asturias, «en precario» a juzgar por las opiniones de responsables de distintos grupos de investigación.
«Nunca estuvimos peor y la prueba del desinterés de la Consejería de Cultura es que el castro de Coaña, uno de los principales yacimientos asturianos y un recurso turístico de primer orden, a seis kilómetros de las playas, estuvo cerrado varios días este agosto por falta de personal», asegura el portavoz de otro equipo que prefiere no identificarse por miedo a represalias y que alerta, además, de que, «mientras que los investigadores sigan excavando sin un plan, como francotiradores, no vamos a ningún lado. Son palos de ciego». Un análisis que comparte también Juan Muñiz, al frente de APIAA, la asociación que reúne a la mayoría de los arqueólogos de Asturias.
Así que, en el caso de Llabor (Laboratorio de Historia Agraria), el grupo que dirigen Margarita Fernández Mier y el Ecomuséu La Ponte, este verano desarrollan actuaciones arqueológicas en Vigaña (Belmonte de Miranda) y Villanueva (Santo Adriano) con el apoyo de dos proyectos de investigación financiados por el Ministerio de Economía, Industria y Competitividad y en Ambás (Grado), gracias al respaldo económico del Ayuntamiento moscón. Un recurso, las arcas municipales, que también sirve para financiar, por ejemplo, las campañas en el castrillonense castillo de Gauzón.
«Las ocho campañas de intervención arqueológicas que hemos desarrollado hasta la fecha han sacado a la luz hallazgos de importancia, pero sobre todo han aportado información que permite reconstruir la vida y los procesos de territorialización del paisaje de las comunidades rurales, con especial atención en el período altomedieval», apunta Fernández Mier, que está convencida de que sus investigaciones «no pueden ir desligadas de la puesta en valor de los elementos patrimoniales sobre los que se interviene». Y, por eso, cree firmemente que su trabajo «ha de revertir en la sociedad, especialmente en las comunidades que habitan los entornos inmediatos de los yacimientos». El resultado es que, además de investigar, Fernández Mier y su equipo tienen una estrategia de difusión de sus actividades que incluye visitas guiadas, jornadas de puertas abiertas y talleres en los que buscan la implicación de la sociedad. Y, así, por ejemplo, solo en la campaña arqueológica de julio en la necrópolis de Vigaña, centrada en el despoblado de L.linares (Castañera), participaron 25 alumnos (de grado y máster) y cuatro técnicos (arqueólogos y antropólogos) procedentes de las Universidades de Oviedo, León, Granada, la Complutense y la Central de Barcelona. Mientras, en Santo Adriano, organizan visitas gratuitas al yacimiento y, en colaboración con la Fundación Fernández Mier, un taller de arqueología destinado a los menores de catorce años del concejo. Una campaña, por cierto, en la que, además de voluntarios asturianos y leoneses, participarán estudiantes de arqueología de la University College of London.
Ese es también uno de los fines de la Fundación Valdés-Salas, cuyo presidente, el catedrático de Fundamentos del Análisis Económico de la Universidad de Oviedo Joaquín Lorences, explica que la entidad «tienen un objetivo esencial: la puesta en valor del patrimonio material de Asturias».
Y que, guiados por esa meta, desarrollan excavaciones en el castro de Pena Aguda, en Boinás, la primera fase del Proyecto Beriso, cuya misión es «aportar conocimiento sobre la arqueominería del oro en Belmonte de Miranda y Salas desde la Edad del Hierro a la explotación romana», al tiempo que han puesto en marcha un proyecto para recuperar el dolmen de la Campa de San Juan, en la sierra del mismo nombre, también en ese último concejo.
«Este tipo de dólmenes y castros están bastante olvidados por la población y creemos que el conocimiento es la mejor forma de protegerlos. Máxime, en un momento de estrecheces presupuestarias en el que los recursos del Principado están enfocados a otras prioridades como la protección social», concede, por lo que la entidad que preside organiza visitas guiadas y jornadas de puertas abiertas por las que «este año pasaron 800 personas en cuatro días».
Menos comprensivo se muestra con una tarea que, a su juicio, debería corresponder a la Administración regional el profesor de Paleontología de la Universidad de Oviedo Diego Álvarez Lao, encargado de reconstruir el mejor esqueleto de un león prehistórico hallado nunca en Asturias, concretamente en Porrúa, quien admite que, «muchas veces, los profesionales trabajan utilizando sus propios medios».
O Alfonso Fanjul, que acaba de hallar restos humanos y útiles de la Edad del Hierro en una cueva de Suarías (Peñamellera Baja) ante el «silencio administrativo de la consejería» y una cabaña con «cientos de restos arqueológicos» en la fortaleza de Tiñana, Siero, que, según apunta, permitirá a los investigadores «aportar datos sobre la vida de las poblaciones asturianas en este momento de transición histórico, la génesis del Reino de Asturias».
El equipo, que dirigen los profesores Pablo C. Díaz e Iñaki Martín Viso, con la colaboración de Luis R. Menéndez Bueyes y el propio arqueólogo, está financiado por un proyecto del Ministerio de Economía en colaboración con la Universidad de Salamanca.
Y eso, zanja Fanjul, «porque la financiación del Principado asciende a cero euros desde hace años, convirtiendo a Asturias en la única comunidad autónoma española en la que ocurre esto», lo que, a su juicio, «resulta alucinante y da idea de lo difícil que es llevar adelante un proyecto de investigación cultural en esta región».
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