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Los secretos del retablo

Los secretos del retablo

'La Flagelación de Leonor de Velasco', la primera obra de la donación Arango que ya puede verse en el Bellas Artes, oculta aún misterios

A. VILLACORTA

Sábado, 13 de enero 2018, 00:09

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Es una de las piezas estrella de la donación del mecenas astur-mexicano Plácido Arango al Museo de Bellas Artes de Asturias. Un total de 33 obras que podrán disfrutarse a partir de próximo día 25, cuando, a las siete de la tarde, está prevista la inauguración de la exposición que las mostrará en todo su esplendor. Pero, de momento, ayer quedó instalada en la planta -1 del edificio de la ampliación de la pinacoteca asturiana la primera de ellas: el 'Retablo de la Flagelación de Leonor de Velasco'. «Una auténtica maravilla», a decir de Marina Motto, una de las primeras visitantes que tuvieron oportunidad de contemplar esta joya del arte que conserva su estructura original y que está compuesta por tres calles -la central, más ancha -, separadas por pilares estrechos, dorados y con decoración gótica.

La pieza, de cinco metros de alto y casi cuatro de ancho, está formada por ocho tablas y fue realizada hacia 1490 -1494 por dos pintores. El primero, del entorno del Maestro de la Visitación, que llevó a cabo seis: Santa Cena, Prendimiento, Flagelación, Ecce Homo, Camino del Calvario y Crucifixión. El segundo, el Maestro de Oña, Fray Alonso de Zamora, que firmó los dos restantes: Cristo en casa de Caifás y el Entierro de Cristo, además de los dos guardapolvos a ambos lados. Aunque los expertos no se ponen de acuerdo sobre si trabajaron o no simultáneamente. Y, pese a que «no es una de las piezas más conocidas de la época», su importancia es tal que mereció un estudio monográfico del maestro de historiadores Joaquín Yarza, señalaba Clara García, otra de las asiduas al Bellas Artes, que observaba con deleite las cresterías y la predela tallada en madera.

Dedicado a la pasión de Cristo, todas sus imágenes están hechas a pincel y su lectura se realiza de izquierda a derecha y de abajo a arriba. Porque «un retablo se lee como un cómic», recordaba Alfonso Palacio, director de la pinacoteca, aunque, «en este caso, los pasajes no están tan ordenados como en otros».

Lo que sí se sabe a ciencia cierta es que fue encargado por Leonor de Velasco, madre abadesa a mediados del siglo XV de las clarisas de Medina de Pomar (Burgos) y perteneciente a la familia de los condestables de Castilla, como confirman los escudos de los guardapolvos, y de ahí su título, aunque la obra aún oculta muchos misterios. Y, así, por ejemplo, si Yarza asegura que se hizo en origen para la capilla mayor del templo, otros especialistas como Pilar Silva Maroto opinan que «no resulta lógico que tuviera ese destino», ya que, «al ser Santa Clara la titular de la iglesia, el retablo mayor debería tener su advocación». Así, lo único constatable es que estuvo en la capilla del cementerio, dentro de la clausura, donde permanecía cuando el Arzobispado accedió a su venta para hacer frente a reparaciones del convento en 1965. Una transacción que tampoco estuvo libre de polémica.

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