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Imagen del cuadro 'Cabeza de hombre con barba' que se puede ver en el Prado. Alberto Ferreras | V. Carrasco

Los bocetos de Rubens que querían los reyes

Una exposición en el Museo del Prado exhibe a partir de mañana 73 de los mejores estudios que Rubens pintó con óleo

doménico chiappe

Madrid

Lunes, 9 de abril 2018

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Cuando ardió la iglesia de los jesuitas en Amberes en 1718, las llamas devoraron también las 39 obras que Rubens (1577-1640) proyectó para sus techos en 1620. Sin embargo, la fuerza narrativa y vital de esas pinturas puede apreciarse aún hoy, gracias a los bocetos que el maestro flamenco había realizado dentro de su proceso creativo y de preparación: una serie de imágenes pintadas al óleo, aunque menos pulidas y detalladas y con una capa de pintura más delgada, que sirvieron de estudio de luces y sombras, de formas y perspectivas. De los pequeños bocetos monocromos a los grandes cuadros con el color totalmente desarrollado.

Este minucioso trabajo anterior al encargo final, siempre sistemático y en materiales más duraderos que el papel, caracterizó el método de Rubens desde sus comienzos en Italia (1600-08), y le sirvió también para que sus clientes pudieran imaginar cómo quedaría la obra una vez terminada.

Cuando se acercaba el fin del encargo de los religiosos de Amberes, el artista tuvo que elegir entre pintar otro cuadro para uno de los altares laterales o entregar dichos bocetos. Gracias a elegir la primera opción, estas obras previas podrán verse en la exposición 'Rubens. Pintor de bocetos', que se inaugura mañana, 10 de abril, en el Museo del Prado, y que documentan aquellos convertidos en ceniza.

«Rubens ya era un pintor muy valorado en vida y, afortunadamente, no se ha perdido mucha obra suya, a diferencia de Vermeer, por ejemplo», explica Alejandro Vergara, jefe de Conservación de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte, del Museo del Prado y co-comisario de la muestra. «Quien poseía uno de sus cuadros en 1620, sabía que tenía algo muy valioso. Esto se nota en la importancia de los marcos, de gran calidad. Son cuadros que, a pesar de que para él eran una herramienta de trabajo, se han mostrado y guardado y coleccionado como obras de gran importancia».

Aquiles y cazadores

La exposición, que podrá visitarse hasta el 5 de agosto, reúne 73 del medio millar de bocetos que se conservan de Rubens, procedentes de instituciones como Museo Boijmans Van Beuningen, Louvre, National Gallery o Metropolitan de Nueva York, además de la propia colección del Prado, restaurada en 2014. «Hemos seleccionado los mejores», continúa Vergara. «Hay obras de pocos centímetros o de más de metro y medio; desde los muy abocetados hasta los muy acabados, pero siempre menos que los cuadros finales. Al acercarnos a uno de ellos, se puede ver que están menos terminados en muchas zonas, y sobre todo sabemos que hay otro realizado después. Pero en todos hay gozo, y se puede apreciar la importancia que concede Rubens a lo que está haciendo. Se deja el alma en cada uno».

Entre los bocetos reunidos por los museos del Prado y Boijmans van Beuningen, durante tres años de curaduría, se cuentan los realizados para la serie de la Eucaristía, de veinte tapices encargados por la infanta Isabel Clara Eugenia para el monasterio de las Descalzas Reales a principios del siglo XVII; los que sirvieron para perfilar la serie de tapices Aquiles, la última realizada por el maestro con diversos episodios del héroe, o las escenas de caza encargadas por Felipe IV para la Torre de la Parada, en las afueras de Madrid. Aunque muchas de las obras finales se encargaron a sus discípulos, como Van Dyck, de los bocetos solía encargarse él mismo, como sucedió con el diseño de estas escenas mitológicas, hechas con rapidez y escasa pintura.

Pintor de la nobleza

En su madurez, Rubens tiene ya enorme prestigio y fama, y los grandes mecenas acuden a él para encargarle obras. «Él es fundamentalmente pintor de príncipes y nobles, de la gente de más dinero del momento, y pinta por encargo; no firma sus cuadros; se cría con la ambición de ser pintor de cortes y tiene el talento para lograrlo», afirma Vergara. «Rubens no hace los bocetos para vender, pero sabemos que muchos clientes querían quedárselos. En la mayoría de los casos se los queda él pero otras veces, como cuando diseña carrozas y son instrucciones para los carpinteros, la propiedad es de la ciudad de Amberes, su cliente, y los conserva».

Para comprender en toda su dimensión la importancia de los bocetos, la muestra se complementa con otras obras, como pinturas para comparar el preliminar con la obra finalizada, y una copia manuscrita, directa del original, de un cuaderno perdido de Rubens, que se exhibe por primera vez, y que contiene textos y dibujos. Dos de esos dibujos del 'Manuscrito Bordes' son originales, hechos por el puño del maestro, como el estudio del Hércules Farnesio. «Rubens se inventa este tipo de pintura, y afecta la posterior al contribuir al gusto por lo abocetado», concluye Vergara. «En estas obras subyace un espíritu sobre la grandeza de la vida y del anhelo de importancia que todos tenemos en nuestra vida. Eso, aunque los temas hoy nos pueden resultar lejanos, sigue siendo verdad».

Al seguir la senda de pintores como Tintoretto y Veronés, que alguna vez hicieron bocetos al óleo, Rubens trastocó el proceso creativo de su tiempo y la manera de abordar un tema. Refrendó así su compromiso con el arte convertido en herencia.

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