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Robin Williams quedó condenado a papeles de histrión cómico, aunque su único Oscar lo ganó por un drama, 'El indomable Will Hunting'.
El cómico que lloraba por dentro

El cómico que lloraba por dentro

Encuentran muerto al actor americano Robin Williams en su casa de San Francisco a los 63 años

OSKAR L. BELATEGUI

Jueves, 14 de junio 2018, 16:43

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«La cocaína es la forma que tiene Dios de decirte que estás ganando demasiado dinero», aleccionó en una ocasión Robin Williams, que, como buen cómico formado en la escuela de la improvisación y el 'stand up', lanzaba respuestas afiladas con la rapidez de una ametralladora. El actor nunca tuvo ningún problema en hablar de sus adicciones. «Llevo seis meses sobrio», contaba a este periodista en 2007, después de pasar por la clínica de desintoxicación. «El alcoholismo es duro hasta que descubres que puedes recibir ayuda. Lo primero es aceptar que tienes un problema, y a partir de ahí abordarlo».

Williams explicaba que sacaba la energía de su familia, de los amigos, de los monólogos ante el público que le ponían las pilas, de su pasión por el ciclismo. «Hay mucho de lo que disfrutar en la vida», se despedía en aquella entrevista en EL CORREO, que leída hoy pone un nudo en la garganta. El tópico del payaso triste, del humorista esclavizado por la depresión, se ha cumplido una vez más. El cuerpo sin vida del intérprete fue encontrado este lunes en su casa de Tiburon, una península en la bahía de San Francisco frente a la ciudad. Tenía 63 años.

Los servicios de emergencias recibieron una llamada a las doce del mediodía hora local y entraron en su domicilio, donde certificaron su muerte apenas cinco minutos después. Los informes de la Oficina del Sheriff del condado de Marin apuntan a un casi seguro suicidio por asfixia. El pasado julio, Williams ingresó en un centro de rehabilitación de Minesota, demostrando que los veinte años que pasó limpio quedaban olvidados. La muerte por sobredosis de su amigo John Belushi en 1982 (fue una de las últimas tres personas que le visitaron la noche que murió) puso fin a sus excesos con la coca y el alcohol. Volvió a recaer cíclicamente, aunque jamás interrumpió un rodaje ni dejó de trabajar.

El mazazo de su muerte ha sido brutal en una generación de espectadores que ha crecido con la señora Doubtfire, con el genio de 'Aladdin', con el sarasa de 'Una jaula de grillos', con el Peter Pan de Spielberg. Williams estaba condenado a papeles de niño grande, como supo ver su amigo Francis Ford Coppola en la infausta 'Jack'. Era un histrión de primera, un torbellino gestual que clavaba mil voces y que hasta imitaba al entrevistador que tenía delante. Su cometido era alterar el orden establecido, insuflar la libertad y el caos. Por algo sus portentosas dotes vocales brillaron como el locutor radiofónico de 'Good Morning Vietnam', que rebasaba su cometido de levantar el ánimo de la tropa e inoculaba el espíritu de la rebelión.

Generoso y querido

«RobinWilliams fue piloto, médico, genio, niñera, presidente, profesor, un alborotador Peter Pan y todo lo que hay en medio. Pero fue único. (...) Nos hizo reír. Nos hizo llorar. Dio su inconmensurable talento libre y generosamente a aquellos que más lo necesitaban, desde nuestras tropas en el extranjero hasta los marginados en nuestras calles», ha escrito el presidente de los Estados Unidos Barack Obama en una carta inusualmente sentida. El protagonista de 'Patch Adams' era una institución del 'show business' americano, como demostraron ayer las redes sociales, colapsadas por mensajes de dolor de todas las estrellas del espectáculo. Pese a sus demonios interiores, Williams fue un hombre generoso y querido, un ciudadano comprometido que adoraba la ciudad donde vivía desde los 16 años -San Francisco-, inquieto por las nuevas tecnologías y participativo en redes sociales, además de un buen patriota que no dudaba en animar a las tropas en tiempos de guerra.

Valga como prueba su relación con Christopher Reeve, el llorado Supermán, con quien coincidió cuando ambos estudiaban Arte Dramático en la elitista Juilliard School. Se prometieron que jamás dejarían de ser amigos, independientemente de cómo les fuera en su carrera. Cuando Reeve sufrió el accidente que le dejó tetrapléjico, Williams estuvo a su lado todo el tiempo. Pagó los tratamientos y se involucró en su fundación. El día en que una operación a vida o muerte decidía el futuro de su amigo, el actor se disfrazó de médico y entró en la habitación hablando con acento ruso y amenazando con hacerle un tacto rectal. «Fue la primera vez desde el accidente que me reí», agradeció Reeve.

Forjado en clubes de su Chicago natal, Robin Williams se hizo popular a finales de los 70 gracias a su papel de extraterrestre sorprendido por las miserias humanas en la telecomedia 'Mork y Mindy'. Su debut en el cine de la mano de Robert Alman en 'Popeye' (1980) aprovechaba su aura de dibujo animado. Basada en el novelón de John Irving, 'El mundo según Garp' permitía aventurar que la carrera del actor exploraría registros dramáticos, pero la comedia acabó ganando por goleada.

Una lástima, porque cuando el histrión se ponía serio conseguía emoción de ley, como en su papel de terapeuta en 'El indomable Will Hunting', que le brindó su único Oscar al mejor actor de reparto en 1997. O en su rol más recordado por sus fans, que ayer encabezaban sus plegarias con el '¡oh, capitán, mi capitán!', con el que los alumnos del profesor Keating aprendían a pensar por sí mismos en 'El club de los poetas muertos'.

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