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Genios asturianos de los efectos visuales

Genios asturianos de los efectos visuales

La apuesta del séptimo arte por las nuevas tecnologías cada vez es mayor. El próximo fin de semana los Oscar premiarán a la película que mejor los haya trabajado y en liza está 'El libro de la selva', que lleva sello asturiano

Jessica M. Puga

Domingo, 19 de febrero 2017, 08:53

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Fue Francia la que vio nacer el cine a finales del siglo XIX y George Méliès quien logró añadirle un plus en forma de efectos especiales. Suya es Viaje a la Luna, la primera superproducción de una industria que en poco más de un siglo de historia ha sabido reinventarse para seguir atrayendo a un público de masas cada vez más falto de innovación. Corría el año 1902 cuando el cineasta e ilusionista, por cierto francés Méliès confío en la magia del cine engañando al espectador con decorados tridimensionales, sobreimpresiones y desapariciones por pasos de manivela.

¿Qué pensaría si viera lo que se puede hacer ahora tras meses de arduo trabajo? A buen seguro primero se interesaría por el cómo y acto seguido por el cuánto; porque su Viaje a la Luna se cobró más de un quebradero de cabeza y unos 10.000 francos franceses, que vale que hayan pasado 100 años, pero es que ahora tenemos muchas que superan los 250 millones de dólares, como varias de la saga Piratas del Caribe, Avatar, que superó los 260; o el universo imaginado por J. R. R. Tolkien y materializado en El Hobbit, cuya cuantía alcanzó los 257 millones de dólares. Todas esas películas tienen en común que integran y confieren un gran protagonismo a las nuevas tecnologías en su producción.

Los premios Oscar dedican una categoría a poner en valor los mejores efectos visuales y, este año, la competición está muy reñida, pues están en liza títulos de culto, con trabajos para público infantil y una película, El libro de la selva, que no podría existir de no ser por el grado de desarrollo del sector tecnológico aplicado a la industria cinematográfica. Un alto porcentaje de esta película, dirigida por Jon Favreau y con el sello de Disney, está sacado del ordenador. Gracias, en buena parte, al buen hacer del asturiano José María de la Puente (Oviedo, 1986), quien la madrugada de domingo a lunes según el reloj europeo del próximo fin de semana estará desde casa bien atento a lo que ocurra en la 89 entrega de los premios Oscar. Un sobre dirimirá si la merecedora de llevarse la preciada estatuilla por sus inigualables Visual effects es: Marea negra; Doctor Extraño, Kubo y las dos cuerdas mágicas, Rogue One: Una historia de Star Wars o El libro de la selva.

Algo más de dos años de trabajo ha supuesto llevar a la gran pantalla el título con sello asturiano de la gala de los Oscar 2017, en el que han trabajado unas 800 personas. El proyecto ha sido tan largo que a De la Puente le ha dado tiempo a participar en dos roles diferentes. Durante el primer año, trabajó como coordinador de producción en el departamento de Layout, encargados de la primera versión digital de los planos (cámara, primera puesta en escena, etcétera). Después, los últimos seis meses pasó a ser coordinador de show, es decir, encargado de una visión global de los procesos. En una película con tanta carga digital es complicado elegir qué proceso ha sido el más complicado, pero De la Puente termina decantándose por la secuencia en la que Mowgli y Baloo están en el agua. «Me tocó coordinarla personalmente, y era de las más complejas técnicamente. Hacer que el niño estuviera subido a un oso que no existe y que interactuaba con el agua fue todo un reto», cuenta. Es este importante peso de los efectos visuales una de las claves de la película y, para el asturiano que la hizo posible, algo que la hace especial. «Solo el niño humano es real, todo lo demás fue hecho por nosotros entre The Moving Picture Company, donde yo trabajé, y Weta, el estudio neozelandés responsable de películas como El señor de los anillos o Avatar», explica.

El desembarco de este asturiano en la industria del cine, en general, y en la de los efectos visuales, en particular, fue progresiva y motivada por uno de los títulos más representativos de una generación: Jurassic Park. «Tenía siete años cuando mi hermano Carlos me llevó a verla. Cuando aparecieron los dinosaurios enormes de cuello largo me giré y le pregunté: ¿Esos son de verdad?. Él me explicó que había gente que se dedicaba a esas cosas, y tuve claro que yo quería ser uno de esos», recuerda. Por eso estudió Comunicación Audiovisual. La suerte llamó a su puerta cuando, nada más terminar, empezó a trabajar en su primera película, Planet 51. «Unos años más tarde decidí dar el salto a los efectos visuales», dice, y tras varios años trabajando entre España y Argentina donde formó equipo de trabajo en Futbolín con los también asturianos Ramón Giráldez y Jaime Fiestas en proyectos de animación, dio el salto a producciones más internacionales. Lo logró. Ahora lleva diez meses trabajando en la compañía especializada en los efectos visuales Double Negative. «Aquí he trabajado como jefe de producción de campo en Assassins Creed y actualmente estoy produciendo La liga de la justicia 1, que se estrenará a finales de este año», cuenta.

En esta aventura no está solo pues Asturias sirve de cantera al gigante del que han salido títulos premiados con el Oscar como Ex machina (2015), Interstellar (2014) u Origen (2010), y cuya sede principal está en Londres. Aquí lleva trabajando cuatro años y medio Ignacio Caicoya (Oviedo, 1987) y ha estado hasta hace muy poco tiempo el también ovetense Xuan Prada, de la quinta del 79, quien, sin salir de Londres, ahora se ha unido al equipo de proyectos especiales del estudio Framestore, donde «hacemos proyectos que se salen de lo común» y trascienden las categorías establecidas dentro de la industria audiovisual.

El número de títulos cinematográficos que cuentan con la participación de Caicoya es extenso, por algo puede presumir de tener en su nómina dos Premios Oscar y, además, consecutivos, pues trabajó como roto artist en Ex Machina cuya labor pasaba por recortar las siluetas de la chica, interpretada por Alicia Vikander, para que pareciera un robot y, un año antes, como prep artist en Interstellar. Era el encargado de pintar y limpiar la escena cuando había, por ejemplo, explosiones. Para él el cine y los efectos especiales eran un hobby, hasta el punto de querer pasar los veranos haciendo prácticas en todo lo relacionado con el mundo audiovisual. «Tras acabar la carrera de Publicidad en 2012 vine a Londres a probar suerte. Terminé metiendo un pie en Double Negative, empezando desde lo más bajo y procurando abrirme paso poco a poco desde dentro», recuerda. Su nombre está presente en Misión imposible 5, Vengadores: La era de Ultrón, Paddington o Transcendence, entre otros muchos.

La carrera de Prada empezó en la publicidad. Su primer trabajo relacionado con el cine fue para BUF Compagnie Paris en Astérix en los Juegos Olímpicos; la segunda, Planet 51 y de ahí «pasé a trabajar en producciones cinematográficas internacionales en diferentes países del mundo», cuenta. Esa es una cuestión importante, que el trabajo relacionado está fuera de las fronteras españolas, ya no digamos asturianas. Prada ha participado en superproducciones como Godzilla, Exodus: Dioses y reyes donde coincidió con el también asturiano Alonso Varela, Misión: Imposible - Nación Secreta o Assassins Creed.

«Los efectos especiales son una profesión de presente y de futuro, y gracias a que cada vez son más accesibles, su expansión y difusión está en aumento», dice Prada, «pero no se le está dando el reconocimiento que se merecen», lamenta Caicoya. La revolución tecnológica ha llegado al séptimo arte para quedarse y los asturianos lo potencian. La semana que viene veremos si el trabajo se reconoce con un Oscar.

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