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De izquierda a derecha, Jorge Fernández Bustillo, Ignacio García-Arango Cienfuegos-Jovellanos, Antonio Gamoneda, Santiago García Granda, Jesús Hernández y Francisco Fierro, ayer, en un Paraninfo de la Universidad de Oviedo repleto para homenajear a Pedro Caravia. MARIO ROJAS
Gamoneda: «Pedro Caravia fue ejemplar en su vida, su conducta y sus enseñanzas»

Gamoneda: «Pedro Caravia fue ejemplar en su vida, su conducta y sus enseñanzas»

El recordado profesor fue homenajeado en un acto organizado por el Foro Jovellanos y patrocinado por el Aula de Cultura de EL COMERCIO

A. VILLACORTA

OVIEDO.

Sábado, 3 de marzo 2018, 01:11

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El Paraninfo de la Universidad de Oviedo se llenó ayer para rendir un caluroso homenaje organizado por el Foro Jovellanos con la colaboración del Aula de Cultura de EL COMERCIO que estuvo cuajado de anécdotas y profunda admiración hacia Pedro Caravia Hevia (Gijón, 1902-Colunga, 1984), recordado profesor, poeta, crítico, filósofo y una de las figuras más representativas del pensamiento en Asturias que ejerció buena parte de su magisterio en el ovetense instituto Alfonso II, pero también mucho más allá de las aulas.

De Antonio Masip a Manuel Fernández de la Cera pasando por Alfonso Toribio, Álvaro Ruiz de la Peña, Lluis Xabel Álvarez, la concejala de Cultura gijonesa, Ana Montserrat López Moro, o el director del diario EL COMERCIO, Marcelino Gutiérrez, autoridades, discípulos, familiares y amigos de esos que unen «los lazos indestructibles del corazón y de la inteligencia», resumió el rector, Santiago García Granda, rindieron tributo a «un hombre sabio y serio de inteligencia privilegiada». A «un maestro de la filosofía admirado y admirable». A un forjador de filósofos y asturiano universal que nunca se casó con ideología alguna, sino que siempre estuvo abierto al conocimiento y cuyo recuerdo -dijo García Granda parafraseando a la esposa del pensador- «debe ser un modelo de convivencia» para todos.

Escéptico, sarcástico en ocasiones, correcto siempre, fumador en pipa, crítico universal, mente clara y equilibrada, dueño de la palabra precisa, Caravia provocó curso tras curso la rendición incondicional de sus alumnos, como reconoció uno de ellos, el catedrático de Filosofía y exconsejero de Educación y Cultura Jorge Fernández Bustillo: «Nos fascinó desde el primer día que le conocimos». Nada raro para la personalidad magnética de «un hombre excepcional» en la que se conjugaban «su potencia intelectual con una modestia» proverbial que hacía que, pese a los ruegos de sus discípulos, «nunca presumiese del trato que mantuvo con los grandes literatos de su tiempo».

A esa combinación de «sabiduría y dignidad» se refirió también el presidente del Foro Jovellanos, Ignacio García-Arango, que, además de dibujar las «almas paralelas» de Caravia y el ilustrado gijonés, «que vivieron situaciones muy difíciles de las que salieron siempre con bondad y sin rencor», relató algunas de las enseñanzas inolvidables de don Pedro: «Me enseñó que antes de responder a alguien hay que escuchar y después dialogar con uno mismo, para conocer las razones del otro, antes de aceptarlas o rebatirlas». Y «que las razones no son las lógicas, sino también las sentimentales. Que los sentimientos ajenos son, subjetivamente, iguales a los nuestros y, objetivamente, en ocasiones, más profundos».

«Pero, además de a apreciar la poesía, el arte, el cine o la política, nos enseñó también a desconfiar, una tarea muy necesaria» en tiempos oscuros, recordó el matemático Jesús Hernández. No en vano, añadió el filósofo Francisco Fierro, además del don de la generosidad, Pedro Caravia «poseía una irresistible furia contra la estupidez y la crueldad».

Un humanista, en suma, resumió Antonio Gamoneda, que, pese a todo, «nunca fue muy bien tratado por la política y la sociedad», quizá porque «la política y la sociedad están muy necesitadas de pensamiento crítico como el suyo. Ejemplares fueron su vida, su conducta y sus enseñanzas», zanjó el poeta.

Y, por todo eso, cerró el acto el rector, Pedro Caravia Hevia, para todos «don Pedro», es «modelo de una vida bien hecha» y aquellos que tuvieron la fortuna de compartirla quieren que su recuerdo perdure para siempre y una placa recuerde su nombre en el Alfonso II. Justicia y honor a quien honor merece.

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