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Javier Mariscal.
«El patriotismo me da pena, soy incapaz de matar por una bandera»

«El patriotismo me da pena, soy incapaz de matar por una bandera»

Ilustra el libro 'Alas de mariposa', un volumen cuyas ventas se destinarán a investigar una enfermedad rara

Antonio Paniagua

Domingo, 16 de noviembre 2014, 07:28

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El dibujante Javier Mariscal es el autor de las ilustraciones de 'Alas de mariposa', una historia escrita por Marisa López Soria que es más que un cuento. Narra la historia de Nadia Nerea, una niña con una enfermedad rara de la que solo se conocen 24 casos en el mundo. Nerea está aquejada de tricotiodistrofia, una dolencia degenerativa que le ha obligado a pasar cuatro veces por el quirófano, a intervención por año. El dinero obtenido por las ventas de este libro irá destinado a alargar la vida de la niña, cuyas células están tan envejecidas como las de un anciano. Mariscal ha prestado sus rotuladores para contar la lucha por la supervivencia de la pequeña. En este caso el diseñador ha trabajado por amor al arte, a pesar de que su estudio pasa por dificultades. No en vano, hace unos meses solicitó el concurso de acreedores. El ilustrador no atisba signos de recuperación económica. "Todo está muy parado. Trabajo mucho en aplicaciones tecnológicas para poder pagar el colegio de mis hijos".

Da la impresión de que no tiene un gran concepto de sí mismo

No me gustan nada los elogios. Pero por un oído me entran y por otro me salen. Me considero un desastre. Cuando optábamos al Oscar por 'Chico y Rita', ansiaba que no nos dieran el premio. Le dije a Fernando Trueba: "nuestra película es una mierda". Entonces me pegó fuerte en el estómago y me reprendió: "No lo vuelvas a repetir. Es la mejor".

Deduzco entonces que carece del sentimiento de orgullo por vivir en Cataluña.

El patriotismo me da pena. Sería incapaz de ir a una guerra y matar por una bandera. Sigo relacionando los colores de España con Franco. Pero es que ahora los Mossos d'Esquadra son peores que la Guardia Civil.

Dice que no le gusta Cobi, la mascota de los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992. ¿No se minusvalora demasiado?

Una temporada fui a un psicólogo o psiquiatra, no sé qué era exactamente, y me dijo que tenía un señor pequeñito, aquí en la cabeza, que me machacaba con una bola de hierro. No soy masoquista, pero sí realista. Tengo facilidad para hacer ciertas cosas que la gente valora mucho, pero para mí son mamarrachadas. Eso sí, me gustan los mamarrachos de los demás, sobre todo de El Roto, Forges y el diseñador industrial Philippe Starck.

¿Rechazaría el Premio Nacional de Ilustración si se lo dieran?

Sí, aunque me vendría muy bien el dinero. Una amiga piensa que hay que agradecer cualquier premio que te den, por mera cortesía al jurado. Pero repudiarlo es una buena manera de llamar la atención y protestar contra una política nefasta.

-Picasso decía que necesitó toda una vida para poder pintar como un niño. A usted parece haberle pasado lo contrario.

Picasso nunca pintó como un niño ni dejó el lenguaje del juego. En mi caso, el juego es una forma de investigación.

¿Se ha hecho conservador con el transcurso de los años?

No, hago esfuerzos para no tirarles los tejos a las niñas de 30 años porque considero que son iguales que yo, que ya tengo 65.

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