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Gonzalo López Alba.
«Nos creímos que el progreso era algo que siempre avanzaba»

«Nos creímos que el progreso era algo que siempre avanzaba»

El periodista y escritor Gonzalo López Alba esboza un retrato del último medio siglo de historia de España en 'Los años felices', una novela de ritmo vibrante

Rosario González

Sábado, 6 de diciembre 2014, 07:42

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Comprimir 40 años de historia en 400 páginas, desde la Transición a la España de 2012, a través de tres personajes de la generación del babyboom. Se trata del último reto del periodista y escritor Gonzalo López Alba (Villafranca del Bierzo, 1959), quien esboza en 'Los años felices' un retrato del último medio de siglo de historia de España en un manuscrito de ritmo vibrante que navega entre el relato social intimista y la crónica periodística.

¿Cómo se aborda tamaña tarea de compresión?

Tenía el ánimo de reconstruir los últimos 40 o 50 años de la historia de nuestro país, probablemente las décadas más cambiantes, pero también intentar que la lectura fuera fácil y amena, por lo que aposté por una trama de ficción.

Tres personajes y los tres hijos del babyboom, ¿por qué?

No es casual, se trata de la generación más numerosa de la historia de España y la misma a la que pertenece Zapatero, que es quien estaba al frente del Gobierno cuando estalló la crisis. Su característica identitaria como generación es que vivieron un tiempo en el que fue posible que los sueños forjaran el destino de los protagonistas.

¿Fue difícil abordar un pasado tan reciente?

Lo más complicado fue construir una trama de corrupción política a la altura de lo que vamos conociendo porque mientras escribía la realidad me iba superando. De hecho, si hubiera contado en la novela casos que se han conocido después nadie me hubiera creído.

¿Cómo se vivieron los años de prosperidad democrática?

La trama de ficción acompasa las vivencias de los personajes principales a la realidad histórica del país y a su evolución. Al principio con grandes sueños, consiguiendo alcanzar éxitos profesionales o personales y luego, igual que miles de españoles, su vida cambia a peor, excepto una pequeña minoría a la que le va bien y que le irá mejor con el estallido de la crisis.

¿Fue una prosperidad ficticia o no se supo gestionar?

No hay una única respuesta. La crisis que vivimos en España no fue ibérica ni europea sino occidental y se llegó a ella por múltiples factores. Lo que rechazo es la afirmación de que vivimos por encima de nuestras posibilidades. Hubo quien lo hizo no pero no se puede decir que quien robaba vivía por encima de sus posibilidades: quien robaba, robaba y quien suscribió una hipoteca lo hacía porque podía pagar esos intereses. Nos creímos que el progreso era una cosa que siempre avanzaba, pero descubrimos que no y eso explica en parte el estado de abatimiento en el que nos encontramos.

¿La corrupción es algo inherente a la democracia?

Es inherente al ser humano, no a la democracia. Si viviéramos una dictadura no estaríamos conociendo los casos que han sucedido. Si hiciéramos una analítica, el país tendría una aguda anemia de valores como la honradez, la decencia pero también tiene muy buenos anticuerpos o mecanismos de defensa. También hay una parte de hartazgo social, esto se ha visto muy bien ahora cuando el juez revoca el tercer grado a Matas y alega que no se puede permitir que la gente pierda la confianza en las instituciones. El factor social es muy fuerte pero también ha habido mucha tolerancia social con la corrupción.

¿En el sistema actual hay cabida para todos?

Hemos vivido una época en la que gente de origen muy humilde podía ascender en la escala social, podía estudiar y alcanzar el éxito profesional. Ahora uno de los elementos más dolorosos de esta crisis es cómo se está agrandando la desigualdad social, un cemento básico del desarrollo de toda sociedad y una de las cosas que más nos va a costar recuperar.

¿Por eso emigran nuestros jóvenes?

Lo que viven hoy es como un viaje en el tiempo a las mismas experiencias que sus abuelos y de alguna forma aparece otra vez la maleta de cartón. Hace años nuestros gobernantes les dijeron que eran una de las generaciones mejor preparadas de España y es radicalmente cierto, pero se olvidaron de crear los cauces de desarrollo para esas generaciones.

¿Se hicieron mal las cosas en la Transición?

La Transición en sentido estricto son tres años y no fue más que una bisagra que nos llevó desde 40 años de dictadura a una democracia homologable en términos occidentales. Tiene muchos defectos y necesita regenerarse pero también está demostrando fortaleza, algo que se ve con los procesos judiciales abiertos.

¿Un repaso veloz a los gobiernos demócratas?

Adolfo Suárez tenía un tiempo determinado en el que su gran objetivo fue hacer la transición de una dictadura de 40 años a un sistema democrático. Con los gobiernos de Felipe González, los grandes objetivos eran de "normalización": una democracia homologable occidentalmente, la libertad, el ingreso en la UE, la democratización de las Fuerza Armadas y, en definitiva, la modernización del país y la creación de los pilares del llamado Estado del Bienestar. Aznar es el presidente que incorpora a España al euro y es una etapa de crecimiento económico importante. Con Zapatero el énfasis se pone en el desarrollo y el impulso de derechos sociales y de libertades, y a Rajoy lo que le queda es la gestión de la crisis económica y el conflicto del debate secesionista de Cataluña. El final el tiempo lo dirá.

¿Es Podemos la solución o sólo un revulsivo?

El líder de Podemos, Pablo Iglesias, decía el otro día una frase muy efectista: "Hay que quitar el candado del régimen del 82". Yo digo que hay que tener cuidado con las palabras porque régimen es un vocablo asociado a regímenes totalitarios y nosotros estamos en una democracia. Con sus defectos, sus virtudes y su necesidad de regeneración, pero una democracia al fin y al cabo.

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