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Christophe-dit-Biot, en Madrid, donde presentó su novela.
«Asturias es  un lugar muy novelesco»

«Asturias es un lugar muy novelesco»

«Para mí era esencial mostrar esa otra parte de España a los franceses. Es una tierra de contrastes incesantes», afirma el autor de 'Inmersión'

MIGUEL ROJO

Domingo, 7 de diciembre 2014, 01:06

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El escritor galo Christophe Ono-dit-Biot (Le Havre, 1975) presentó esta semana en Madrid, en el Instituo Francés, su última novela, la quinta de una exitosa carrera en su país. Se titula 'Inmersión', y suma más de 200.000 ejemplares vendidos en el país vecino, además de importantes premios, como el de la Academia francesa. Se trata de una bella pero complicada historia de amor entre un periodista francés y una fotógrafa gijonesa, que tras un encuentro casual fructifica en Asturias, adonde César viaja para tratar de seducir a Paz, la que será el amor de su vida y la madre de su hijo. Gijón se convierte durante varios capítulos en escenario central de la novela, que también se sitúa en otros puntos de Asturias. ¿La razón por la que Asturias está en su mente? Su mujer es de Gijón, ciudad que visitan habitualmente junto a sus dos hijos para ver a la familia asturiana.

Después de los premios y el éxito en Francia, ¿qué sensaciones le produce su desembarco en España?

Estoy encantado de estar aquí en España, es la primera vez que publico en el extranjero. Es un país extranjero, pero no tanto para mí. Paso parte del año en España, porque mi mujer es de Gijón, tengo dos hijos con ella y allí tiene a su familia. Para mí estar aquí es emocionante, no hago más que mandarles fotos con el móvil. Soy como el embajador de la familia en España.

Asturias tiene un peso importante en la historia. De ahí es la protagonista, Paz Aguilar y Lastres, y allí viaja César para conquistarla... ¿Qué hay de autobiográfico en la historia?

No es por azar, claro. Era esencial para mí que fuese así para el desarrollo de la historia. Quería llamar la atención sobre la fuerza trágica de España. No es nada negativo, me refiero a esa fuerza que se ve en Goya o en El Greco. Cuando descubrí Asturias me llamó la atención esa otra España que los franceses no conocen y quería mostrársela a través de una heroína que fuese de ese territorio. El personaje, aunque tiene algunos rasgos de su carácter, no es mi mujer.

Pero sí es esencial que ella fuese asturiana...

Descubrí Asturias a través de la mujer a la que amo, pero al poco tiempo me di cuenta de que era una tierra que me interesaba: me fascinaba la historia de los dinamiteros que Robert Kappa fotografíó durante la guerra, la revolución... Esa tierra con montañas y a la vez oceánica, desde donde arrancó la reconquista de España, su carácter proletario, los mineros y su lucha... También por su sustrato celta, la sidra. Es una tierra abierta al mar que une la mitología asturiana con la Historia española. Quería que esta heroína fuese asturiana y que fuese una chica del agua, como una criatura oceánica. Asturias es además el territorio amoroso de esta novela.

A los asturianos les encantará recorrer Asturias a través de la novela, pero quizás descubran algunas inexactitudes o alguien vea cosas que no le gustan, como cuando dice que la auténtica capital es Gijón.

Asturias es un lugar muy novelesco, hay contrastes incesantes. Esto es una ficción, por lo que no todo lo que aparece allí es una descripción exacta de la realidad, me tomo algunas licencias, pero quería que las referencias geográficas fuesen correctas. Estoy muy orgulloso de esta traducción y de poder leer en español esa descripción de Asturias.

Una Asturias que se ha recorrido de cabo a rabo...

Efectivamente, todos esos lugares forman parte de mi vida, todos los platos los he probado. Los protagonistas, como yo hice antes, van a beber sidra, a Cimavilla, al Lavaderu -lo pronuncia con acento en la 'u' final y una 'r' cercana a la 'g'-, a Somiedo, a los Picos de Europa, a Cangas de Onís, a Covadonga... Todos esos lugares los he visto con mis ojos y así puedo proyectarlos como escenarios en los que se mueven los personajes inventados, pero que sienten lo mismo que yo sentí cuando los vi. Me he bañado un montón de veces en la playa de San Lorenzo. Y también he leído mucho EL COMERCIO, el periódico que todo el mundo lee en Gijón.

¿Sobre lo de preferir Gijón a Oviedo?

Vengo de una región del Norte de Francia donde también hay una rivalidad similar. Le Havre, donde yo nací, es el puerto abierto al mar en Normandía, tiene una cultura más obrera, más distendida. Unos kilómetros más arriba, siguiendo el Sena, está Ruan, la capital. Estoy acostumbrado a esa rivalidad y la asumo. Me gusta mucho Oviedo, pero prefiero Gijón. Mi mujer es de Gijón, aunque estudió en Oviedo... Es algo con lo que se convive.

¿Es consciente de la publicidad que le está haciendo a Asturias en Francia?

Estoy encantado de contribuir a darla a conocer, aunque espero que no lleguen demasiados franceses a Asturias. Para mí es como un rincón que quiero mantener tal y como está, no me gustaría que se masificase ni que se estropease ese Paraíso Natural, como dice la publicidad.

En la novela la pareja disfruta de una cabaña en los Picos de Europa. ¿Existe?

Sí. Pero no voy a decir donde está.. (se ríe).

¿Tampoco qué concierto es el que ven los protagonistas en Gijón, en su primera salida juntos?

(Vuelve a reír). También hubo concierto sí, pero no me acuerdo del nombre de la banda asturiana que actuaba. Por eso no lo puse en la novela.

Después de esa tierra del amor, llega la parte más dura del libro. La muerte está muy presente, ¿es algún tipo de catarsis personal?

Es una catarsis, pero no mía. Es más bien la necesidad que tiene ella de limpiarse de todo lo que no es esencial y volver a los fundamentos, al agua, al arte... La muerte está presente porque está presente en nuestras vidas. Aun así, Paz es un homenaje a la vida.

Los roles tradicionales están aquí cambiados. Ella se va por el mundo a vivir sus sueños y él se queda con el niño en casa... ¿Es un homenaje a la mujer?

Sí, así es. El mundo iría mejor si estuviese gobernado por las mujeres. Ella es una joven impaciente, él está del lado de la inmovilidad y convive con una especie de bomba. Ella es para él como esas pequeñas bombas de aire para quitarle el polvo del objetivo de la cámara, es la que lleva siempre el peso de la historia, aunque no esté.

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