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Ana Vega, en la librería Santa Teresa de Oviedo.
«La inteligencia no está tan bien vista como la habilidad social para trepar»

«La inteligencia no está tan bien vista como la habilidad social para trepar»

La autora ovetense presenta esta tarde en Oviedo 'Resiliencia', una compilación de artículos que busca «arrancar las máscaras de cuajo y contar verdades»

VANESSA GUTIÉRREZ

Jueves, 7 de enero 2016, 00:24

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«Resiliencia» es el término que hace referencia a la habilidad de los seres humanos para sobreponerse al dolor emocional. También se entiende por la capacidad de adaptación a la adversidad. Nada complacientes, los artículos que Ana Vega (Oviedo, 1977) reúne en este volumen, y que originalmente fueron publicados en el desaparecido periódico digital 'Les Noticies', indagan en este concepto prometiendo «arrancar las máscaras de cuajo y contar verdades». Quizá no resulte amable pero es necesario meter el dedo en la llaga de la incomodidad.

-¿Por qué desagrada tanto que la víctima se revuelva?

-El primer paso de la pirámide de violencia que todos y todas hemos podido observar o comprobar es el gesto exacto que provoca a quien agrede, y es el gesto mismo de la desobediencia. Ningún dictador político o emocional puede gobernar sin ejército ni esclavitud. Si te giras y devuelves la mirada -o el golpe- desatas el cambio pero también la violencia. Único modo de exterminio de esta pirámide, girarse desde el primer momento, no dejar que ascienda, pese a que no siempre sea difícil de percibir.

-¿Es por eso que ha decidido analizar el papel actual de la mujer?

-Cuando hablo de violencia, hablo de la violencia que vemos y vivimos cada día pero también de la ejercida contra la mujer de manera sistemática a lo largo de la historia. Hablo de la mujer, pero también de la minoría, de la diferencia que ha sido siempre exterminada, aniquilada y ferozmente devastada física y psicológicamente por el miedo que implica dicha diferencia, ese girarse ante el primer gesto de violencia, esa posibilidad de cambio... Quien no comulga con los principios de una sociedad perfectamente estructurada para la obediencia y el consumo es siempre un agente molesto. Se intenta aplicar en este caso contra nosotras, todo tipo de aniquilación, a través de nuestra imagen, cuerpos, vidas, lugar, espacio o habitación propia. En nosotras empieza el cambio y se gesta y surge dicha posibilidad.

-Afirma que el miedo consigue arrancar lo peor del ser humano. ¿La debilidad nos hace verdugos?

-Existe una importante confusión de términos actual, la inteligencia no está tan bien vista como la habilidad social para trepar, para desprenderse de toda humanidad y alzarse sobre otros pisando sus cabezas. La bondad se considera una debilidad, una cualidad vergonzosa. La debilidad se confunde con la fortaleza. En la mayor parte de los artículos trabajo sobre esta construcción buscada y confirmada por la sociedad actual capitalista y patriarcal en la que el verdugo es el fuerte y la víctima quien es débil, cuando la ecuación nos indica que es todo lo contrario, es quien teme, quien golpea o hiere y no al contrario. El miedo puede arrancar lo peor del ser humano pero también lo mejor, esa situación extrema en la que todo ser humano se define ante 'el origen del mal'. He ahí la clave, quiénes somos realmente en una situación de supervivencia extrema. La verdadera debilidad nos convierte en verdugos, la verdadera fortaleza, bondad, generosidad, nos hace fuertes.

-Denuncia la cosificación de la mujer y la perdurabilidad de la hoguera. ¿En qué excusas se ampara hoy?

-En cualquier gesto o palabra o hecho que no encaje en el discurso oficial o vida 'oficial'. Realmente ¿cuántos gestos, miradas o palabras conocemos que nos cosifican o nos cercan cada día? Si hacemos memoria nos daremos cuenta que cada día nos encontraremos ante una multitud espeluznante pero que ya hemos incorporado desde niñas a nuestra base de datos y que, en algún caso, respondemos, en otros apenas percibimos. Tan sólo es necesario abrir un periódico, una revista y ver cómo es la mujer que el sistema ha creado para comprobar el camino que aún queda por recorrer. Cuántas mujeres científicas son consultadas para realizar estudios, entrevistas... Cuántas profesionales vemos en dichos medios... Qué es lo que realmente nos encontramos cada día a nuestro alrededor es lo que deberíamos analizar en primer lugar y con lupa, nuestro propio entorno. De lo individual a lo universal o colectivo y no al revés.

-¿Cuál diría que es el burka de la mujer española actual?

-No sabría decir con exactitud porque creo que en todos los países padecemos un cierto burka invisible, otras mujeres viven una realidad absolutamente cruel por el mero hecho de haber nacido en otro país donde su cuerpo es tomado como arma de guerra y por ello desgarrado por dentro, en el primer mundo no sufrimos algo tan atroz, pero no deja de ser una violencia lenta que finalmente termina en muerte como estamos viendo. Es un burka silencioso, pero también forma parte de esa pirámide de violencia de la que hablamos. Ni siquiera somos libres ante nuestro propio cuerpo e imagen. Sin esa libertad el resto se hace muy difícil, por no decir imposible. Defender nuestro cuerpo como morada del alma que nadie podrá extirparnos y arrancar toda medida desproporcionada para algo que contiene el alma...

-Dentro de poco aparecerá también tu poemario 'Herencia' del que Francisco Alba, su prologuista, dice que «en cierto modo se lee con disgusto, con desagrado y con algo de escándalo». ¿Rebelarse ante la herencia recibida o señalar sus cargas sigue siendo políticamente incorrecto?

-Contar con Francisco Alba para el prólogo de este libro en particular es un lujo y posiblemente quien mejor puede descifrar las claves que implica esta 'Herencia'. Acierta en su análisis y en esa apreciación que otros han visto, algo que se lee con disgusto, desagrado y escándalo, por la exposición tan cruda de realidad o verdad vivida pues se trata de poesía de no ficción o poesía de la consciencia, algo que más allá de lo vivido en carne propia. Rebelarse ante la herencia recibida es el único modo de acabar con ella y por supuesto es absolutamente incorrecto de un modo político y personal. Algo que exige buen diente.

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