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Por la izquierda, el director de Ediciones Nobel, Pelayo García, la concejala Ana Montserrat López, Juan Pedro Aparicio, el expresidente del Principado Pedro de Silva, Celia Corral y el escritor y colaborador de EL COMERCIO Xuan Bello, en el acto de entrega de los premios.
«El castellano era el de Gonzalo de Berceo»

«El castellano era el de Gonzalo de Berceo»

«La preeminencia de Castilla ha desvirtuado España», defiende en la obra que le dio el Premio Jovellanos recibido ayer, en el mismo acto que Celia Corral se lleva el de Poesía

PACHÉ MERAYO

Miércoles, 29 de junio 2016, 00:26

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Como los niños que unen con un lápiz los puntos dibujados en la cuartilla a modo de pista, el escritor y ensayista leonés Juan Pedro Aparicio ha ido uniendo los datos que historiadores, pensadores, investigadores, filósofos y escritores le han dejado como senda. El resultado, una investigación ya convertida en libro, bajo el título 'Nuestro desamor a España. Cuchillos cachicuernos contra puñales dorados', le ha dado el Premio Internacional de Ensayo Jovellanos y pone sobre la mesa una «interpretación distinta de nuestro pasado». Una, al menos, según el autor, «desposeída de esas ideas ineptas y a menudo grotescas que ocupan nuestras cabezas». La nueva, la suya, pasa por defender que «la preeminencia de Castilla en el devenir histórico ha desvirtuado la originaria naturaleza plural de España». Para llegar a esa conclusión -en la que coincide, dice, con «Caro Barjola, Sánchez Albornoz y en cierta medida también con Menéndez Pidal»-, Aparicio ha indagado a lo largo y ancho de los motivos que generan «la conocida incomodidad nacional para sentirse español». Un sentimiento que es seña de identidad «desde el mismísimo Lope de Vega» y que, según explicó ayer, poco antes de recibir su premio promovido por la editorial Nobel desde hace 22 años, «tiene su origen en la Edad Media».

Es en ese tiempo histórico donde el autor halla lo que llama «el secreto», la clave del «desamor a España». Un secreto al que «se llega tras ir uniendo los cuarenta capitulillos, como cuentas de rosario», y que se llama Castilla. De hecho, el ensayista y narrador -que tiene en su haber, entre otros, el Premio Nadal (1988)- considera que el mismo hecho de que al «español le llamemos castellano es una muestra más del predominio de un territorio». Y es que, en sus palabras, lo que hablamos no es castellano. «Castellano era lo de Gonzalo de Berceo, que probablemente no nos entendería si nos pudiera escuchar».

Recuerda Aparicio que todavía en el siglo XIX se gobernaba desde el Consejo de Castilla y aboga porque recuperemos la naturaleza de España despojándonos de los que llama «castiespañolidad». Si lo hiciéramos, cree, no habría geografías nacionalistas intentando secesiones. «Está claro que a los nacionalistas les viene bien llamarlo castellano».

Mientras Juan Pedro Aparicio hablaba de 'Nuestro desamor a España', la también escritora y licenciada en Filología Celia Corral Cañas escuchaba atentamente parapetada tras el poemario que le ha dado el Premio El Mejor Poema del Mundo. También creado por Nobel, que edita tanto el ensayo del autor leonés como sus versos, y también entregado ayer en un acto celebrado en el patio columnado del Museo Jovellanos. Su obra destacada se titula 'La oscura intimidad de la medusa' y es «un poema extenso, de largo aliento, metapoético, que sigue la lección de Homero, Borges y Octavio Paz». Así lo advierte el jurado en su acta y así lo asume su joven autora, confesando haber empezado a escribirlo tras leer unos versos de Paz.

Celia Corral, que ha utilizado en esta obra de un único poema el «recurso de la enumeración caótica en el camino del conocimiento personal», asegura que la columna vertebral del libro es un «viaje alrededor del mundo para llegar a uno mismo. Un viaje a través de imágenes recurrentes, de películas, libros y hasta de animales, que quiere ir hacia la identidad».

'La oscura intimidad de la medusa', que cuenta «con un rico paisaje metafórico», es un paso nuevo en el camino de la joven filóloga como poetisa.

De hecho hasta ahora se había dedicado solo a las narraciones cortas y a los poemas ultra breves. «Escribía, sobre todo, haikus», dice sin saber en qué momento la pluma le pidió prolongar los versos de un mismo poema hasta hacer de él un libro completo, un libro que tiene, como la medusa que le da título, «espíritu de misterio».

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