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Celso Amieva, en Posada de Llanes, tras su regreso a Asturias a finales de los años 70. ANTONIO DIEGO LLACA./ARCHIVO PARTICULAR J.C.VILLAVERDE
El gran poeta que nunca olvidó su tierra

El gran poeta que nunca olvidó su tierra

Hoy se realiza una ofrenda floral ante su tumba en Niembro, se descubre una placa en la calle de Colombres que lleva su nombre y Gutiérrez Avín imparte una conferencia Llanes y Ribadedeva inician los actos por el 30 aniversario de la muerte de Celso Amieva

PABLO ANTÓN MARÍN ESTRADA

GIJÓN.

Viernes, 16 de febrero 2018, 00:14

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Se cumplen treinta años de la muerte en Moscú del poeta Celso Amieva y los concejos de Llanes y Ribadedeva lo recuerdan con diversos actos de homenaje. Una ofrenda floral en el cementerio de Niembro, donde reposan sus restos, a la que seguirán el descubrimiento de una placa y una conferencia en Colombres, abren hoy las actividades programadas, que se extenderán hasta el mes de abril, cuando sea Llanes quien tome el relevo. Es el tributo de la tierra de sus raíces a la que el escritor siempre fue fiel y a la que dedicaría algunos de sus versos más sentidos.

José María Álvarez Posada -el nombre civil del poeta-, nació en la localidad cántabra de Puente San Miguel, en la que estaba destinado su padre como maestro, aunque pronto se trasladaría con su familia a Asturias, donde transcurrió toda su infancia y adolescencia. Cursó estudios en la Escuela Normal de Oviedo y durante la guerra civil combatiría en el bando republicano hasta la caída del frente asturiano en octubre de 1937. Comenzaría entonces un exilio que le llevó, tras el triunfo de los sublevados, a los campos de concentración del sur de Francia y a integrarse posteriormente en la lucha de la Resistencia. Libros como 'Los versos del Maquis' o 'La almohada de arena', publicados en 1960, o la obra testimonial 'Asturianos en el destierro' (Ayalga, 1977), reflejan la experiencia vivida en esos años. México y finalmente la antigua Unión Soviética serían sus otras patrias de exiliado, pero él nunca perdió de vista sus orígenes.

La muerte de Franco en 1975 facilitaría su primer viaje de regreso a Asturias. El profesor de la Universidad de Oviedo y amigo personal del poeta Juan Carlos Villaverde evoca la vuelta a casa de Celso Amieva. «Lo había descubierto en sus 'Poemas de Llanes' y ese primer verano en el que vino a Llanes me encontraba en Italia, no pude verlo, aunque sí mis hermanos. La ocasión llegaría en los siguientes veranos y se prolongaría en una relación de amistad hasta que falleció». Para Villaverde, sus hermanos José Luis, María Jesús y otros jóvenes llaniscos inquietos de aquellos días, como el poeta Pablo Ardisana, el encuentro con aquella figura «de la que solo teníamos vagas referencias», suponía enlazar «con aquella Asturias anterior a la guerra civil, algo muy emocionante y que tuvo un gran impacto en nuestro horizonte sentimental y emocional», recuerda ahora. Celso Amieva recibió esa acogida con igual entusiasmo: «Me confesó que para él había sido una sorpresa enorme saber que aquí había una generación de jóvenes interesados por su obra», detalla el profesor llanisco, que ofrecerá en el Archivo de Indianos una conferencia sobre el poeta el próximo 23 de febrero.

Otro de aquellos muchachos de la primera generación asturiana de la democracia, el cantante Chus Pedro Suárez, relata su propia vivencia, cuando el periodista Rafael Avello propició en el verano del 82 una cita con el autor del que había musicado con Manolo Peñayos su poema 'Solu' y que aparecería en el segundo disco de Nuberu. Lo llevaron a la discoteca que los artistas entreguinos tenían en Naves, 'La Escuela', y allí, una tarde, «los tres solos, en una mesa de la pista de baile», le pusieron una canción que escuchaba por primera vez. «El hombre rompió a llorar -rememora Chus Pedro- y cuando acabó el tema, se levantó a darme un abrazo y dos besos». El músico guarda una imagen muy nítida de ese momento y la voz del poeta confesando: «No tengo palabras. Solo puedo decirte, gracias. Fuisteis capaces de mostrar lo que yo sentía cuando lo escribí». Volverían a verse en más ocasiones y Chus Pedro conserva «como oro en paño» una copia manuscrita del poema que Amieva le envió desde Moscú.

Juan Carlos Villaverde atesora en su archivo personal el intenso epistolario que mantendría con Celso Amieva y textos inéditos suyos -varios en asturiano como 'Solu'-. Él y el grupo de cómplices llaniscos del poeta serían los artífices del homenaje que la villa le rindió en 1985. Maestro, periodista, traductor, escritor en castellano y también en francés, Amieva sentía especialmente la lengua de su infancia: «Bable su arrullo fue,/ bable su nana!. En cualquier idioma su voz sigue emocionando y su memoria, viva en la tierra que tanto amó.

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