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La escritora y periodista colombiana Laura Restrepo, en Madrid. EFE
Los Tutti Frutti, La Manada que estremeció a Colombia

Los Tutti Frutti, La Manada que estremeció a Colombia

Laura Restrepo desvela la infame complicidad de los encubridores del secuestro, violación y asesinato de una niña de siete años

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Sábado, 19 de mayo 2018, 02:44

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Comprende Laura Restrepo (Bogotá, 1950) que el lector español perciba su última novela, 'Los Divinos' (Alfaguara), como una radiografía de La Manada. No es la que actuó en Pamplona. Lo hizo en Bogotá y su líder, Rafael Uribe Noriega, El Muñeco, secuestró, violó y asesinó a una niña de siete años. Sus amigos encubrieron un horrendo crimen que conmocionó a Colombia en 2016 -desató una ola de rabia e indignación pareja a la vivida en España- y del que Restrepo evita hacer «una reconstrucción forense». Sí radiografía los poderosos e infames lazos que unen a cinco hijos de adineradas familias bogotanas, 'Los Divinos', «llamados así por sentirse impunes, por encima de la ley, del bien y del mal».

Son los Tutti Frutti, «una manada lupina» unida por un juramento «de clase» y encubridora del abyecto crimen cometido en un paupérrimo barrio de Bogotá. Sus miembros, -Muñeco, Píldora, Tarabeo, Duque y Hobbit- «se sitúan por encima de cualquier tipo de ética», explica la escritora y periodista colombiana, afincada hoy en la montaña catalana, desde donde ha desentrañado el ADN de los personajes «con la ventaja de la distancia».

«Hay grupos como La Manada en todas partes, en todas las culturas y sociedades», asegura. «Su comportamiento no es, por desgracia, extraño a ningún grupo humano». «Es propio de una cultura con raíces en una tradición patriarcal, de exclusión de la mujer, de superioridad y abuso de poder sobre los colectivos más débiles a los que pueden machacar, como esos grupos de niños que, ya en el colegio, acosan al más débil», dice Restrepo para explicar cómo esta maligna y criminal superioridad anida en todas las latitudes.

«¿Qué clase de poderío se ejerce machacando en grupo a una joven, cinco contra uno, como parece que hizo La Manada en Pamplona, o asesinando a una niñita de siete años absolutamente indefensa», se pregunta la escritora, que quiso indagar en la raíz de la barbarie feminicida «desde la ficción y no desde la reconstrucción del hecho». «Desentraño la intimidad del grupo, sus lazos de complicidad, poniéndome en la piel de cada miembro de esta manada sin centrarme en la extrema crueldad de los monstruos», aclara. «'Tutti para Frutti, Frutti para Tutti', se juramentaron; parece un juego infantil y sin embargo, entraña una complicidad de clase muy seria: estaré detrás de ti pase lo que pase», destaca.

Restrepo indaga «en la psicología del asesino» y de sus encubridores, «que no violan, pero que con sirvientas, prostitutas, novias, madres, hermanas, esposas y amantes denotan un desprecio por la mujer y una prepotencia que, llevada a sus últimas consecuencias, es el sustrato del asesinato y de la violación de la chiquita». La víctima se llamaba Yuliana Andrea Samboní, pero su asesino y sus amigotes le niegan hasta la identidad y se refieren a ella como La Niña.

«Por desgracia se educa en ese desprecio a la mujer», lamenta Restrepo, que se cuestiona también cuál es la responsabilidad de las mujeres en esta terrible situación. «Monstruo viene de mostrar -recuerda la escritora- y trato de sacar a la luz lo que está oculto, algo tan feroz que acaso no queremos ver». Quiere entender «cómo la sociedad produce estos asesinos y cómo las mujeres son a veces cómplices de esa educación machista y feminicida».

«El monstruo anida en todos y no basta con señalar al culpable. Prolifera en una cultura narcisista y consumista que cosifica a la mujer, con estructuras de poder profundamente machistas que se manifestaron con la sentencia de los jueces españoles, que lanza a la mujer un mensaje terrible: 'La justicia va a estar contra ti'», destaca Restrepo, ganadora del Premio Alfaguara de novela en 2004 con 'Delirio'.

«Algunas mujeres son cómplices de la educación machista y feminicida que produce estos asesinos»

«Hay que ver hasta qué punto hombres y mujeres somos partícipes y cómplices de esas conductas machistas y del desprecio a la mujer como miembros de las sociedades en las que crece la perversidad», plantea. «El violador es un hombre y el feminicidio tiene nombre de varón, pero no basta con decir que nosotros somos los buenos porque somos distintos a él. Hay que preguntarse hasta qué punto contribuimos a alimentar ese estado de cosas», dice, apuntando cómo a menudo las cosas no son lo que parecen.

En Colombia las mujeres parecía defensoras de la paz mientras los hombres hacían la guerra. Pero Restrepo recuerda estremecida cómo vio a la madre de un sicario lavar su camisa ensangrentada en un barrio de Medellín donde Pablo Escobar tenía sus escuelas. «Sabía qué hacía su hijo para cubrirse de sangre y llevar dinero a casa, pero la madre auspiciaba el crimen con su silencio». Ante el crimen de Yuliana, Colombia no calló ni miró para otro lado. Clamó en la calle contra el niño rico y su soberbia de clase y el asesino fue condenado a 58 años en el juicio más rápido de la reciente historia del país.

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