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PABLO ANTÓN MARÍN ESTRADA
OVIEDO.
Sábado, 13 de enero 2018, 00:08
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«¿Oyen los muertos lo que los vivos dicen de ellos?», se preguntaba Luis Cernuda en su poema dedicado a la memoria de Verlaine y Rimbaud, recordada póstumamente por las autoridades de turno en una placa. Los homenajes póstumos a poetas no siempre desprenden ese tono amargo que repelía al autor de 'Donde habite el olvido'. Al ovetense Ángel González, sin duda, le habría agradado escuchar ayer sus versos en la voz de los alumnos del colegio público que lleva su nombre en La Corredoria. También los que leyeron ante la tumba donde lleva descansando diez años otras voces cómplices, como la de su amiga Josefina Martínez o el joven poeta Mario Vega, al lado de la directora de su cátedra en la Universidad de Oviedo, Araceli Iravedra, o autoridades menos conspicuas que las del poema de Cernuda, como el concejal Roberto Sánchez Ramos 'Rivi' (incluso le lanzó al aire un beso, que habría divertido y agradecido el homenajeado).
Y es que ayer no era miércoles como en el poema de González, la mañana, templada y clara, sin demasiada algarabía, parecía la de un domingo y por la tarde, ni siquiera se puso «casi lunes»: más bien sábado y de nuevo rodeado de amigos para seguir de fiesta, en la fiesta lúcida y emocionante de sus versos.
Al autor de 'Áspero mundo' -docente, nieto, hijo y hermano de docentes- le habría encantado oír cómo sus palabras seguían viviendo (como la savia del olmo de su querido Machado) en el temblor espontáneo de los pequeños lectores del Colegio Público Poeta Ángel González. Le hubiese conmovido escuchar a Alba (alumna de 5º) leer su 'Canción de amiga' y que a ella le parecía «muy bonito aunque sea triste», o a Aitor (de 4º), deslumbrado por la brevedad de 'Nada más bello' aunque «es un poco difícil de leer». Se habría asombrado de la perspicacia de Pelayo (de 6º) al observar que «me gusta porque usa rimas muy naturales y palabras que entiendo». Y habría disfrutado de lo lindo oyéndose en las voces plenas de vida de los otros lectores: Claudia, Saúl, Kirian, Enma, Laura, Alicia, Irene. A ninguno de ellos ni de los demás alumnos del centro escolar -unos 300 en total- les resulta desconocido su nombre, ni los versos del poema 'Tierra' que presiden la entrada del colegio y que también se recordaron en la selección preparada por Chelo Veiga, coordinadora de la red municipal de bibliotecas.
Si quienes descansan al otro lado de la vida pueden sentir lo que de ellos dicen quienes les recuerdan con gratitud y admiración, Ángel González se habría sentido igualmente confortado al percibir junto al lugar que comparte con su familia en el cementerio de San Salvador (vecino de su amigo Emilio Alarcos y del otro gran poeta de la modernidad que dio Oviedo, Víctor Botas) a Josefina y a Antonio Massip. Con su natural humildad y corrección no le habría disgustado saber por boca del alcalde Wenceslao López que el consistorio tiene el propósito de reactivar el expediente -varado desde 2011- de su nombramiento como hijo predilecto de la ciudad a título póstumo. Y allí, mientras el primer edil y el rector de la Universidad, Santiago García Granda, le brindaban su homenaje con flores nuevas, casi se podía intuir la voz del poeta, con esperanza y convencimiento: «Alta la fe y el corazón/ dispuesto/ igual que tantas veces, aquí sigo,/en la esquina del tiempo/-vendrá pronto-/ tras un limpio cristal de sol, de lluvia o de aire/ acodado en el claro mirador/ de los vientos/mientras pasan y pasan los meses y los días».
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