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La joven pianista china Yuja Wank, en el Auditorio de Oviedo.
Sensualidad, ritmo y clase

Sensualidad, ritmo y clase

La pianista china Yuja Wang clausuró entre aplausos las jornadas de piano en el Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo

RAMÓN AVELLO

Jueves, 12 de febrero 2015, 00:16

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Tiene 27 años y su presencia ayer sobre el escenario del auditorio distaba bastante de la de cualquier sesudo intérprete de piano vestido de negro. No viene de Europa del Este Yuja Wang (Pekin, 1987), sino del lejano oriente, aunque con parada en Nueva York, donde reside desde hace varios años. Ella misma dice sentirse ya americana. Asegura que la música tiene mucho de sensual, y así lo demostró ante el teclado a través del programa de ayer, en el que ofreció obras de Schubert transcritas por Listz, y otras de Chopin o Scriabin, compositor este último que centró buena parte del recital de anoche en el Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo. Cerró inicialmente el concierto con 'Islamey', de Balakirev, pero después vinieron cuatro propinas muy aplaudidas por el público: un vals de Chopin, la transcripción de Lizst de 'Margarita en la rueca', de Schubert, una vertiginosa variación sobre un intermedio de la ópera 'Carmen', de Bizet, y el foxtrot americano 'Tea for two'.

Venía de triunfar en Barcelona y volvió a hacerlo en Oviedo, desde su entrada en escena hasta que la abandonó. Llegó con paso firme, un vestido largo y azul abierto, como si fuese a bailar un tango, y tacones muy altos, que sin embargo no le impidieron dar un concierto de enorme elegancia, intimidad y virtuosismo. Según avanzaba la noche demostró su gran capacidad para matizar en los pianísimos, reteniendo el tiempo y produciendo una sugerencia de intimidad casi estática. Lo pudimos ver, sobre todo, en las versiones -muy románticas y elegantes- de Chopin y en la forma de cantar al piano las canciones de Shubert transcritas por Listz. También dejó patente su brillantez, su ritmo siempre cohesionado y sugerente, provisto en todo momento de gran vitalidad. Destacó fundamentalmente su versión de Balakirev, donde el carácter y el ritmo rusos estuvieron muy bien señalados en todo momento por la pianista china.

Hija de una bailarina y un percusionista, llevaba la música en la sangre, así que empezó a tocar el piano a los seis años para después completar su formación en el Conservatorio de Pekín, donde consiguió entrar a los siete. Después comenzaría a ganar premios, a ofrecer recitales y seguiría estudiando en Calgary, Philadelphia y Pennsylvania. Ha tocado con las mejores orquestas del mundo y a las órdenes de directores como Claudio Abbado, Zubin Mehta o Dudamel. Anoche puso broche y lazo, los dos dorados, a las jornadas de piano de Oviedo, las mismas en las que ya sorprendiese allá por 2009, cuando actuó en este mismo escenario con solo 22 años y raudales de talento. Decía Napoleón: «Cuando China despierte, el mundo temblará». En lo que a piano se refiere, ya hace algún tiempo que se ha despertado.

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