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Víctor Manuel San José, en Madrid, donde vive desde hace años.
«Este oficio requiere un aprendizaje continuo,  no es para conformistas»

«Este oficio requiere un aprendizaje continuo, no es para conformistas»

Víctor Manuel, cantante y compositor | El artista mierense pondrá el broche de oro el día 4 de junio en Gijón a la gira en la que ha evocado toda su carrera, '50 años no es nada'

ALBERTO PIQUERO

Domingo, 29 de mayo 2016, 00:33

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Vuelve Víctor Manuel San José. O tal vez sería más justo decir que nunca se ha ido, que ha llevado en su maleta por todas partes la asturianía que le hizo nacer en Mieres del Camino, allá por 1947, y a donde retorna a menudo. Regresa para poner colofón en el Palacio de los Deportes de Gijón a la gira que lleva por título '50 años no es nada', que no es ningún alarde retórico, pues son ya más de cinco décadas las que le han contemplado en los escenarios. Será el próximo sábado, 4 de junio, a partir de las 21.30 horas.

En el libro de memorias que acaba de publicar, 'Antes de que sea tarde', el álbum fotográfico incorporado revela su primer retrato artístico, de 1962. ¿Qué le evoca esa instantánea?

Veo Mieres y el estudio Alonso donde se hizo la foto, en la calle de Teodoro Cuesta, al lado del cine Esperanza. La infancia y la adolescencia son pozos que siempre tienen agua. Son muchos recuerdos. Tengo pinta de chavalín de 'pueblu', repeinado. Pero si te pedían que firmaras un autógrafo en esa foto tocabas el cielo.

¿Qué se pierde y qué se gana en cincuenta años de profesión?

Pierdes la juventud exultante que se comía el mundo y que incluso creía que lo inventaba. Ganas en sabiduría, si sabes escuchar a los demás y no vas de prepotente. Y aprendes a mirar atrás, tanto a los momentos de éxito como a los que no lo fueron.

¿'El hijo del ferroviario' perdió algunos trenes?

Me duele, sobre todo, no haber seguido estudiando música. El éxito llegó muy pronto e interrumpí los estudios antes de lo debido.

¿Cómo ha ido transcurriendo la gira de '50 años no es nada', tras la apoteosis inicial durante dos días en La Ería ovetense y más de veinte mil asistentes a los conciertos?

No he dedicado todo el tiempo a la gira, edité con Ana el disco de 'Canciones regaladas' y también estuvimos en América. La verdad es que necesitaba probarme físicamente yo solo, averiguar cómo resistía dos horas y media de concierto, porque la gira no ha sido siempre en compañía, como en Oviedo, Barcelona o Madrid, o ahora en Gijón. Y he aguantado bien. He disfrutado y creo que el público lo ha recibido igual.

¿En Gijón quiénes le acompañarán?

Joaquín Sabina, Pedro Guerra, Sole Giménez, Tania Pereira -con la que haré una versión de 'Luna'- y los asturianos, claro, el gaitero Pablo Carrera, Marisa Valle Rosso, Ramón Prada y Chus Pedro.

En Oviedo, su hija Marina estuvo en los coros...

En esta ocasión no puede venir porque está ensayando una obra para el Festival de Teatro Clásico de Mérida. Quien sí está, por supuesto, es David.

Ya han dejado de ser las criaturas a las que compuso 'Niña de agua' y 'Para un niño'...

Ya se han hecho mayores, sí, es una pena... E incluso me han dado nietos... Pero por otro lado está la satisfacción de haberlos visto crecer y seguir queriéndolos.

Hay un nutrido repertorio de canciones de su puño y letra que han resistido el paso del tiempo, sedimentaron y se hicieron clásicas, la mayoría de las cuales estarán en este concierto. ¿Es más difícil en esta época atropellada por la urgencia componer canciones que no perezcan?

Nunca puedes prever el recorrido de una canción. Incluso hay algunas que después de no haber sido atendidas, logran el éxito años después. Pero no hay varita que haga sencillo el negocio. He tenido la suerte de que 30 o 40 canciones permanezcan y eso también está relacionado con el hecho de que cuando aparecías en televisión hace unos cuantos años, tenías garantizada una audiencia de veinte millones de personas. Ya no es así, no hay una sola televisión. Y el recorrido de las canciones suele ser más corto. En aquella época, Drexler o Pedro Guerra, por ejemplo, hubieran arrasado.

En cualquier caso, preguntándoselo al compañero de sus colegas, ¿no hemos sido unos privilegiados por tener como banda sonora a Serrat, Sabina, Aute y tantos otros?

Sin duda, son los creadores de repertorios imbatibles que han puesto en las vidas de mucha gente. Pero es cierto que había tiempo para hacer las cosas bien. Ahora se piden resultados a partir del minuto cero.

En el libro de sus memorias, hay una dedicatoria «a todos los maestros que se han cruzado en mi vida». ¿A quiénes se refiere?

A todos aquellos que me enseñaron los rudimentos del oficio, los que me abrieron las orejas a otras músicas, Aznavour, Brel, Gilbert Becaud... Nadie nace de cero. Y este oficio requiere un aprendizaje continuo, no es para conformistas.

La memoria forma parte indisoluble de su obra, así en canciones de la emotividad de '¡Cómo voy a olvidarme!' ¿Por qué algunos se empeñan en enterrarla?

La memoria está ahí y es persistente. Y a nadie se le pasa por la cabeza usarla a modo de revancha. No ignoro que en la época de la guerra civil hubo violencia en todas las direcciones, lo que no puede ser es que no se hayan reparado todavía cuestiones como la de los desaparecidos en las cunetas y que seamos después de Camboya el país con mayor número de desaparecidos.

No obstante, ¿es un pesimista o un optimista histórico?

Viniendo del PCE, tengo que ser optimista por naturaleza... A pesar de las asignaturas que se nos resisten, el hambre y la guerra, creo que se avanza, que estamos un poquito mejor que hace cincuenta años.

Para no acabar en las amarguras, ¿nada sigue sabiendo tan dulce como su boca?

Por supuesto. Lo mejor que nos puede pasar es tener una mujer al lado a la que, además, admiremos. No voy a negar que es una suerte. Pero también hay que trabajárselo...

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