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ALBERTO PIQUERO
Domingo, 26 de marzo 2017, 01:54
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Mayte Martín (Barcelona 1965), que ayer vino al Teatro Jovellanos para presentar su último trabajo artístico, ' Tempo rubato', acompañada por la guitarra con la que se acompaña al cante, además de otra más, percusión y un quinteto de cuerda (dos violines, viola, violonchelo y contrabajo) que tiene por nombre 'Quitxote', ha sido siempre un espíritu libre.
De hecho, su segundo disco, en el que la acompañó el recordado y legendario pianista que fue Tete Montoliu, tuvo como epígrafe el de 'Free boleros'. Y la libertad, cuando es auténtica y no una mera proclamación retórica, si además agrega ingredientes de una exquisita elegancia, acaba ofreciendo un caudal de emociones que permite comprender que una de las mejores invenciones humanas es el pentagrama.
También una voz, un gesto, un modo de transmitir lo que ocurre dentro de las melodías capaz de establecer esa mágica complicidad en la que se rompen las paredes y los muros que separan los meridianos fronterizos. Posee esa verdad universal que los transciende.
Así se vivió, se sintió y se hizo manifiesto en esta velada gijonesa sabatina, ante un público dispuesto a dejar abiertos los canales de la sensibilidad y una cantautora vestida de riguroso negro y entregada a la desnudez de su canto, a la hermosa intemperie de mostrar sin cautelas toda la inmensa belleza del dolor, del amor, del desamor, de más de dos décadas que ha dedicado a la creación de estas canciones en las que contó un diario sonoro donde relata las vivencias que le han inspirado versos y estrofas llenos de verdad. Oferta exquisita que disfrutaron alrededor de 250 espectadores.
Importa poco -o no demasiado, si la estructura armónica que propagó concernía al bolero, al flamenco o a partituras clásicas, fuentes que están en el manantial de lo que se pudo disfrutar. Lo cierto es que las consecuencias últimas determinaron un temblor, un estremecimiento, que solo aparece cuando se viaja a las orillas de quien hace del arte una transparencia. Máxime, en estos tiempos favorables a las apariencias y el mercantilismo.
Regaló Mayte Martín una lección de hondura y matices, de arte que se respeta a sí mismo y a la audiencia en el más intenso y extenso sentido de la palabra. Un concierto de los que merece la pena recordar, de los que se recuerdan durante mucho tiempo, que comenzó con 'Soneto de amor', seguida de 'Acaríciame por dentro', 'La mujer del pirata' o la gardeliana 'Sus ojos se cerraron', prosiguiendo con 'Si te he visto no me acuerdo' o acudiendo a la galería poética de García Lorca en 'Gacela del amor imprevisto', para multiplicar intimidades en 'Me siento sin piel', 'Música de mi locura', 'No me maltrates la vida' o 'Antes de ti'. No faltó en el ápice una de su canciones de siempre, 'S.O.S.'.
Memorable y premiada con ovaciones igual de sinceras.
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