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ALBERTO PIQUERO
GIJÓN.
Sábado, 4 de noviembre 2017, 02:26
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Hijo de murciano y manchega, Miguel Poveda nació en Barcelona (1973), se crió en Badalona y a la vera de la radio de su progenitora, se hizo flamenco. Algo o tal vez mucho de toda esa prodigiosa mezcla estuvo ayer presente en el Teatro de la Laboral, donde centró su actuación en los palos clásicos del flamenco; desde malagueñas, abandolaos y alegrias a bulerías de Cadiz, tientos y fandangos. Los asistentes al recital, que llenaron el aforo, inundaron de ovaciones cada pieza. Se presentó diciendo que venía «con todas las ganas del mundo a provocar emociones, a hacer sentir y a olvidar los problemas que se respiran por ahí fuera, en unos lugares más que en otros», alusión indirecta a su Cataluña natal, a la que al final de la velada se referiría de modo más extenso, ejemplificando la situación que vivien muchas familias con dos primos suyos, uno independentista y otro legionario. «A pesar de ello, soy capaz de convivir con ellos y quererlos a los dos», explicó.
En los primeros temas se asomó la figura de Camarón, a través de su 'Tirititran', invocándole en otra letra: «Camarón, que en gloria está, orgullo fue de La Isla». Siguiendo por honduras, incluso, desplegó todo el caudal de su imponente voz, a capela, en líneas de flamenco purísimo. Sin olvidar otro homenaje que suele aparecer en sus conciertos, el que brindó a Lole y Manuel, rescatando para el público gijonés algunos de sus temas más conocidos, como 'Todo es color' y su reconocible estrofa: «De lo que pasa en el mundo, por Dios que no entiendo 'na'». También se arrancó al baile y se acercó en varias ocasiones a la audiencia por los laterales salientes del escenario del teatro.
No es la primera vez que Poveda se aproxima a la poesía. Y Lorca siempre ha estado en su alma. Anoche evocó 'El poeta pide a su amor que le escriba', en una versión desgarradora. Quizá puede agregarse que con el paso del tiempo se ha hecho Poveda más proteico, cruce de las distintas raíces que le han configurado, bien que el flamenco sea el tronco mayor. Y transpirando libertad en cada sílaba melódica, poeta de la voz. El público se lo reconoció con internminables aplausos.
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