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o. belategui
Miércoles, 18 de enero 2017, 04:22
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Nació hace 65 increíbles años en el número 11 de la calle del Oso del madrileño barrio de Lavapiés. Hija de un cocinero del Palace y de la portera de la finca donde vivía, Pilar Cuesta se presentó a infinidad de concursos radiofónicos infantiles con el sueño de emular a Rocío Dúrcal y Marisol y darles a sus padres una vida mejor. A los 13 años, Ana Belén grabó sus primeras canciones y debutó en el cine con Zampo y yo. El Goya de Honor recompensará el 4 de febrero a una actriz y cantante que fue musa de la Transición e icono de la España progre. Contaba ayer que hasta La reina de España hacía 12 años que no la llamaban. «Espero que me sigan llegando proyectos y que sean con aristas, como los que les ofrecen a los hombres», confía una intérprete que se enorgullece de que nunca aceptaría papeles de «mujer jarrón». La mujer más deseada de este país durante muchos años y la mitad de la pareja más moderna en la época en que nos sacudíamos la caspa del franquismo.
¿Le ha dejado mal sabor de boca el boicot promovido contra la película de Fernando Trueba por las declaraciones de su director afirmando no sentirse español?
La gente debería decir lo que siente sin que hubiera más problemas. Fernando hizo aquellas declaraciones en clave irónica y se sacaron de contexto. Es algo que me ha retrotraído a 1973, cuando Víctor y yo nos vimos envueltos en una polémica gordísima después de que un anónimo dijera que habíamos pisado la bandera española en México. La Policía vino a casa y nos llevaron a la dirección general en la Puerta del Sol. Ahora, con las redes sociales, es más difícil controlar las mentiras. Es como si no hubieran pasado 43 años.
La ultraderecha puso dos bombas en su casa.
Una en el 76 y otra en el ochenta y tantos. La primera vez estábamos en Cuba cantando. Por debajo de la puerta de la habitación del hotel, personal de Iberia nos deslizó un periódico. En la portada venía un foto de nuestra casa. Cuando pudimos poner una conferencia a mis padres nos tranquilizaron. Eran tiempos violentos.
¿Qué le parece la corriente crítica actual contra la Transición?
La Transición fue imperfecta, pero gracias a ella estamos hoy aquí. No entiendo esta corriente crítica. Me parece que es no darte cuenta de dónde vienes. Mucha gente dio la vida por la democracia en aquellos años. No puedes cargarte eso de un plumazo con una frase. Significa que no tienes memoria.
Ya que habla del PCE, el PSOE lleva el mismo camino de autodestruirse por el aparato.
El aparato siempre es jodido, ya lo decíamos cuando estábamos en el PCE... Ocurre en todos los partidos, supongo que también en Podemos. En todos los partidos tiene que haber gente que se encarga de mandar cartas y poner sellos, de la labor burocrática. El dueño de la llave.
¿Echa de menos cometer actos transgresores, como cuando Víctor Manuel y usted se casaron en Gibraltar en 1972?
Nuestro matrimonio no tiene validez aquí, pero no fue por transgredir. Nosotros queríamos casarnos por lo civil. En aquel momento era tremendo, te mandaban un cura a tu casa para convencerte, después tenías que declararte apóstata... Decidimos casarnos fuera y algún amigo nos sugirió Gibraltar, donde solo había que llevar tres papeles. Era la época del Gibraltar español y se armó una buena. Llegaron a decir que vivíamos amancebados.
¿Y hoy qué podría hacer para transgredir?
¿Hoy? Simplemente salir fumando en una entrevista en televisión. El baremo de la transgresión ha variado muchísimo. Nos hemos ablandado, antes éramos más abiertos. Ahora nos la cogemos con papel de fumar, por ejemplo en el lenguaje. ¿Y esto a quién sirve? Nos da miedo salir a la calle con la ley Mordaza porque igual nos pegan. ¡Coño, si hemos salido siempre a que nos dieran! Nos hemos hecho temerosos para no herir a nadie.
¿Se arrepiente de la campaña de la ceja en apoyo de Zapatero?
Hoy no lo haría. En aquel momento, tal como estaban las cosas, sí, no me arrepiento. La cantidad de cosas que se podían haber hecho... Yo pedí el voto para Zapatero no porque hubiese favorecido a la cultura, sino porque había adoptado tal batería de medidas sociales indispensables que sentí que debía apoyarlo. Luego se torció cuando no se quiso afrontar que había una crisis. Vinieron las medias verdades y salió perdiendo la gente con menos recursos, como siempre. No sé, a lo mejor no había otra salida. No quisiera ser político.
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