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Zaida, con Jordi Évole, durante la entrevista emitida el domingo.
La guerra  de Zaida

La guerra de Zaida

Jordi Évole entrevistó el domingo a la capitán que logró encarcelar a un superior por acoso sexual. Ayer fue testigo de la bronca que se armó en el Congreso cuando el ministro Morenés dijo: «En el Ejército hay tolerancia cero»

DANIEL VIDAL

Jueves, 12 de marzo 2015, 00:39

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Zaida Cantera de Castro era una capitán ejemplar cuando le propusieron participar en un anuncio de las Fuerzas Armadas, ser la imagen del Ejército. Pero ni el mejor soldado está curtido para una guerra tan sucia como la que ha librado ella durante más de seis años, con el enemigo en su propia trinchera. Al volver de una misión internacional en Kosovo, en 2008, fue requerida por el teniente coronel Isidro José de Lezcano-Mújica, uno de sus superiores en Valencia, para asistir a unas jornadas en Valladolid. Pronto le quedó claro para qué.

- «A la orden, mi teniente coronel. ¿Cuáles serán mis funciones?», preguntó.

- «Tú vienes como mi secretaria. Como una de esas secretarias de falda corta», espetó Lezcano.

«Él le pide que se reúnan en el vagón-cafetería para ultimar cuestiones relativas a su ponencia. Lezcano inicia su acoso. Le mira los pechos con ojos lascivos. Su lenguaje corporal es inequívoco. Zaida se siente incómoda», relata la diputada de UPyD Irene Lozano en 'No, mi general' (Plaza & Janés) -escrito junto a la capitán y publicado este lunes-, que ha levantado ampollas en el Ejército. En el libro, Cantera cuenta cómo fue agredida y acosada sexualmente por Lezcano-Mújica, y perseguida profesional y personalmente, después, a modo de escarmiento, por los superiores que tendrían que haberla protegido. Jordi Évole la entrevistó el pasado domingo en La Sexta, y ella relató todo lo que le había sucedido y el asunto encendió las redes sociales.

UPyD volvió ayer a la carga en el Hemiciclo, con la protagonista, hoy comandante, en la tribuna de invitados. Morenés, que en su día negó el amparo que la militar le pidió por carta, la saludó, le mostró sus respetos, y acto seguido sacó la artillería pesada contra la diputada de UPyD por su «bajeza moral» y por «manchar el nombre de las Fuerzas Armadas», lo que provocó el abucheo de toda la oposición. Mientras, la oficial treintañera escuchaba esas palabras con ojos llorosos. El titular de Defensa se limitó a leer un escueto folio en el que explicaba que su ministerio mantiene «tolerancia cero con las situaciones de acoso sexual». Pero ponerla en práctica parece un problema cuando «en el Ejército, si tu superior te viola, tienes que denunciarlo a través de tu superior. Y la credibilidad depende de los galones». Eso, dice Zaida, ya se lo enseñaron en la Academia.

En cuanto tuvo ocasión tras llegar a destino, Lezcano-Mújica intentó propasarse en aquellas jornadas. «Me tocó la pierna y empezó a subir. Di un respingo». Tenía que andar con mano izquierda. El bofetón a un superior, de uniforme, implica cárcel de inmediato: «Téngalo presente: a mí solo me toca mi marido. Para usted, yo soy capitán del Ejército, no una mujer», zanjó Cantera. «Te arrepentirás», pronosticó su mando El acoso, esta vez laboral, subió de intensidad y sus protestas no fueron escuchadas. «Se sentía impune». Lejos de achantarse, la humillaba en público. «¡Es usted una inútil!». Cuando se cruzaban la apuntaba con el dedo. Y disparaba. Poco después, Lezcano-Mújica zarandeó a Zaida en el aparcamiento de la base de Marines de Valencia y a plena luz del día.

El posterior juicio contra Lezcano sirvió para comprobar cómo se sucedían «los fallos de memoria a medida que desfilaban los testigos de mayor graduación», como indica Irene Lozano. Pese a todo, el teniente coronel, que en pleno proceso judicial ascendió a coronel, fue condenado a dos años y diez meses de prisión por dos delitos de abuso de autoridad. La sentencia es demoledora. La capitán fue «acosada, humillada y vejada» por los actos «indignos y absolutamente reprochables» del teniente coronel. Aquello parecía una victoria, pero solo fue un espejismo. «Todos podemos tener un acosador en el trabajo. Lo vergonzoso vino después, cuando el Ejército se volcó para destrozar a Zaida», se lamenta José Lóbez. A raíz de la sentencia, le hicieron la vida imposible. Le quitaron el mando de su unidad, le dejaron sin vacaciones, traslados forzosos... La situación desembocó en otra denuncia por acoso laboral, pero todos los superiores de Zaida salieron limpios. Lezcano-Mújica cumplió su pena en la prisión militar de Alcalá-Meco, obtuvo la libertad condicional el pasado febrero y en breve volverá a mandar al cuartel. Zaida, por su parte, ha renunciado a su vocación por «incapacidad». «No me voy, me han echado». Su guerra, tendrá sentido si logra evitar casos como el suyo: «Hay mucho que cambiar».

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