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Jessica M. Puga
Jueves, 27 de abril 2017, 01:57
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Las castañas son cosa de Adviento. Fue en noviembre cuando el Museo del Pueblo de Asturias cerró a cal y canto sus puertas para albergar la grabación de un programa de la cuarta temporada de Top Chef que ayer se emitió en Antena 3 en prime time. La décima semana de competición dio para mucho en las cocinas del talent culinario, donde el ambiente está caldeado y no solo por los fogones. Menos mal que los concursantes recibieron la visita de sus madres, que también tuvieron que ponerse la chaquetilla y cocinar con Asturias como telón de fondo.
El producto que tanto defienden Alberto Chicote, Susi Díaz y Paco Roncero, los jueces del concurso, marcó el programa de anoche, en la que no hubo inmunidad. Se nota que solo quedan cinco concursantes en liza. Richard, Montoro, Rakel, Víctor y Melissa sí disputaron una prueba inicial que, si bien no daba la seguridad de seguir una semana más, sí otorgaba beneficios para la siguiente, para la queel equipo se desplazó al Principado.
El programa comenzó mostrando la importancia del desayuno. Fueron las madres de los participantes la tía en el caso de Rakel las encargadas de recordarles la lección a sus hijos. Especial fue el reencuentro de Víctor con su progenitora, pues esta vive aún en Perú y no conocía ni a su nuera ni a su nieta. Tan especial que le trajo suerte, pues logró la victoria y dos privilegios.
«Tierra de cocina sin prisas»
Para el desarrollo de la segunda prueba, el equipo se desplazó a Asturias, «tierra de cocina sin prisas, a fuego lento y casi sin especias», destacó Chicote frente a la costa cantábrica. Los «preciosos» exteriores del Museo del Pueblo sirvieron de cocina improvisada para elaborar platos con la castaña como ingrediente principal y con las madres como electoras y primeras ejecutoras de este. Los hijos, mientras, pelaban el producto. Todos menos Víctor, que disfrutó así de la primera de sus ventajas. Los concursantes empezaban a cocinar una vez que hubieran pelado una veintena de castañas. Eso sí, junto a sus madres, ninguna profesional y más dadas a «la tradición y a poner cariño a los platos».
No fue una competición tranquila. Las chispas saltaron cuando Rakel tenía que dejar de cocinar breves intervalos de tiempo por designio de Víctor. Otro privilegio. La elección del ganador corrió a cuenta de las madres. El elegido fue un conocedor y admirador confeso del cachopo, Montoro, que admitió haber trabajado las castañas en algún picnic celebrado por la familia para la que trabaja.
Fue el único concursante que no tuvo que enfrentarse a la dulce prueba de eliminación, para la que los cocineros tuvieron que tirar de nostalgia y de maña con el azúcar y elaborar su postre favorito de la infancia. Para guiarles en la prueba y ayudar en la asignatura pendiente de los chef de alta cocina estuvo Jordi Roca, responsable de la partida dulce del Celler de Can Roca, con tres Estrellas Michelin.
El refranero español reza que cada cosa, a su tiempo. Si el otoño es la época de las castañas, la última semana de abril es en la que Richard tuvo que abandonar Top Chef. La excursión del cocinero andaluz a Asturias fue la última que hizo en la cuarta temporada del concurso. Su plato no convenció del todo al jurado, que le despidió apenado.
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