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víctor M.Robledo
Martes, 23 de mayo 2017, 04:04
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Hubo una época en que anotar un gol a Paco Liaño (Muriedas, Cantabria, 1964) se convirtió en algo parecido a un reto para cualquier delantero de Primera División. En la temporada 1993-94, en las filas del histórico Deportivo de LaCoruña que se quedó a un penalti de proclamarse campeón de Liga, el portero cántabro rompió todos los récords del campeonato al recibir solamente 18 tantos en los 38 partidos que disputó, un registro que nadie logró igualar hasta la irrupción el pasado curso de Jan Oblak. Su nivel era tan alto que incluso se dio por segura su presencia en la lista de Clemente para el Mundial de Estados Unidos, una llamada que, sin embargo, no llegó a producirse. «Creo que acumulé méritos para estar, pero me quedé con esa espina», lamenta.
Liaño, con 28 años, había vivido ya de todo en el mundo del fútbol para entonces. La falta de oportunidades en el Racing de Santander, el equipo en el que se formó, lo empujó a probar a dar un salto atrás por si le permitía coger impulso para llegar más lejos. «Jugaba poco, así que me fui un poco hacia el Oriente, a Sestao, que era el trampolín que buscaba. Gané el premio al portero menos goleado en Segunda y pude fichar por el Dépor».
Aquel Deportivo, no obstante, estaba entonces muy lejos de ser el popular Súper Dépor liderado por jugadores como Bebeto o Mauro Silva que se convirtió en el equipo revelación del fútbol español en los años noventa. «Acababa de ascender a Primera. Ni me imaginaba que acabaría siendo la etapa más importante de mi carrera. Pasé cinco años allí en los que disfruté mucho del fútbol», explica el cántabro, que conquistó una Copa del Rey, una Supercopa de España y dos trofeos Zamora entre 1991 y 1996, además de haberse quedado a las puertas del título liguero en 1994.
El Dépor que él conoció cambió mucho con la entrada de la conocida como Ley Bosman, que declaró ilegales los cupos de extranjeros de jugadores pertenecientes a estados miembros de la Unión Europea. El equipo gallego se pobló de futbolistas extranjeros, así que Liaño fue invitado a buscarse un nuevo destino en 1996. De esa manera se produjo su llegada al Sporting. «Tengo un magnífico recuerdo de Gijón. Del Dépor no salí de la forma en que hubiera querido. Por eso, al fichar por el Sporting recuperé la ilusión por el fútbol de base y los equipos que se basan en la cantera», reconoce Liaño, que hizo buena amistad nada más llegar con jóvenes como Juanjo y David Cano.
Su etapa en Gijón, sin embargo, se vio lastrada por esa lesión que acabó obligándole a retirarse con 32 años. «No pude hacer nada. En activo estuve solamente tres meses en total», lamenta. Su paso por el Sporting quedó reducido a seis partidos.
Esas dos temporadas sí que fueron tiempo suficiente para que Liaño viera cómo se descomponía el proyecto rojiblanco. «En 1998 descendimos con el récord negativo de la historia de la Liga. Creo que se vivió una situación similar en parte a la de esta temporada. Era un equipo que había perdido un poco la identidad al dejar de pensar en Mareo para apostar por gente de fuera».
Ya retirado, Liaño se reinstaló en Santander junto a su mujer, fisoterapeuta a la que conoció en La Coruña durante la recuperación de una lesión. Su vinculación con el mundo del fútbol se mantiene intacta, ya que ejerce como comentarista en una radio y colabora como entrenador de porteros en un equipo de la ciudad cántabra. Su hijo de catorce años también ha salido guardameta. «Ahora lo paso peor viéndolo a él que cuando jugaba yo», asegura Paco Liaño.
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