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Mo Farah celebra en el estadio pequinés su triunfo en los 10.000 metros.
A la altura de Gebre y Bekele

A la altura de Gebre y Bekele

Mo Farah gana en 10.000 y logra la mitad de su reto, la medalla de oro en dos pruebas, como en Londres y Moscú

PPLL

Domingo, 23 de agosto 2015, 00:29

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Zancada a zancada, año a año, medalla tras medalla, Mo Farah empieza a verse a la altura de dos leyendas del atletismo como los inolvidables Haile Gebrselassie y Kenenisa Bekele, los etíopes que dominaron las pruebas de fondo en la pista antes de que irrumpiera este atleta de alambre, de puro escuálido, que se ha empeñado en llevarse una par de medallas de oro de cada campeonato. Fue el campeón de 5.000 y 10.000 en los Juegos de Londres, en el Mundial de Moscú y en el Europeo de Zúrich, y puede serlo también en Pekín, donde se presentó en un estado de forma sensacional y fue el mejor en las 25 vueltas a la pista (27:01.13).

Los kenianos ya saben cómo se la gasta este atleta capaz de hacer algo impensable en el atletismo: correr en un segmento de cuatro meses un medio maratón en menos de una hora (59.32) y un 1.500 en menos de tres minutos y medio (3:28.93). Por eso no especularon. Pusieron un ritmo elevado, pero insuficiente para descabalgar a un Farah imponente. Al británico nacido en Somalia le bastó, como acostumbra, con imponer su ley en el último kilómetro (2.28). A falta de 500 metros incrementó el ritmo progresivamente y aunque se dio un susto al tropezar con su perseguidor, el notable Kamworor, diez años más joven (22), fue acelerando hasta descolgando a Kamworor y a Tanui, plata y bronce, nada más salir de la curva para una vuelta final en 53.8. «Farah es muy duro: he intentado romperle y ha resistido», se sorprendía el keniano.

Este éxito compensa una temporada muy ácida para Farah. El británico acusó a la prensa de arrastrar su nombre por el fango después de que la BBC señalara al grupo de Alberto Salazar, el gurú de las pruebas de fondo que, bajo el auspicio del Nike Oregon Project, alimenta un exquisito grupo de corredores. La BBC asegura que el exmaratoniano prescribió testosterona y corticoides a su gente.

El británico sufrió con el golpe y renunció a un mitin, pero ha ido reponiéndose hasta llegar pletórico a Pekín. Y no era una ciudad de grato recuerdo. Allí, en los Juegos de 2008, ni siquiera alcanzó la final de 5.000. Pero Farah se ha preparado muy bien en Oregón, Kenia y Font Romeu. Falta le hace. El miércoles vuelve al tajo con las eliminatorias de 5.000. Ese día volverá a sonreír en la línea de salida mientras se hace preguntas mirando a sus oponentes: «¿Eres mejor que yo? No, no lo eres».

Gatlin tira el guante

Justin Gatlin ya está un poco harto. No tanto por su papel de villano -ha sido sancionado dos veces por dopaje- como por el de niño bueno de su gran contrincante. «Yo no veo a Bolt yendo a rescatar a alguien de una casa en llamas», ironizó el estadounidense de 33 años quien impresionó con unos fantásticos y ventosos 9.83 (+2.1) en las eliminatorias. El jamaicano corrió justo después. No se le vio muy fluido, pero su objetivo fue desgastarse lo menos posible y se impuso con 9.97 (-0.2).

No hay que enredarse demasiado en el análisis de dos carreras en las que ninguno fue a tope. Pero algo quedó claro: Bolt, recién cumplidos los 29 años, tendrá que correr muy rápido para someter al estadounidense. «Estoy más pendiente de mi técnica que de otra cosa», explicó después de regresar a la pista donde empezó su leyenda. Solo le preocupa llegar en plenitud a la final (este domingo a las 13.20 horas) y reducir sus defectos. «Mi salida no es perfecta, pero está mejor que en Londres», recordó.

Mientras, con los grandes maratones ya en el horizonte, con el de Berlín en septiembre, el Mundial se ha convertido en un incómodo trámite para los grandes fondistas. Los dólares atraen más que las medallas. Un oro en Pekín se paga a 60.000 dólares; el primer puesto en Boston, por ejemplo, a 150.000. Ahí puede estar la explicación de que no hubiera ningún keniano entre los primeros clasificados, que Kimetto y Kipsang, los dos últimos plusmarquistas mundiales, se retiraran en una carrera dura pero lentísima y guardaran sus valiosas piernas para días más rentables.

Eso abrió la puerta a las sorpresas. A que los italianos Pentile, de 41 años, y Meucci, fueran en cabeza a mitad carrera. O que un corredor de Lesotho, último en el Mundial de Moscú, se escapara durante unos kilómetros. Pero el que dio el ataque definitivo fue un jovencísimo maratoniano de Eritrea con cara de adulto, Ghirmay Ghebreslassie, el que llegó más entero al tramo final para llevarse un maratón caluroso (al final casi 30 grados) y húmedo (por encima del 70%) con un tiempo muy discreto (2:12.28).

Ghebreslassie, al que sus padres intentaron alejar del atletismo, se convierte en el campeón mundial de maratón más joven de la historia y da a Eritrea su primera medalla de oro. A sus 19 años, su recorrido es breve. Su debut se produjo en el maratón de Chicago, en 2014. Era la liebre, pero después de llevar a los mejores hasta el kilómetro 35 decidió continuar para acabar sexto. Este año fue segundo en Hamburgo. También hay quien asegura que este corredor bigotudo tiene más edad, cerca de los 25 años.

Javi Guerra no quiso saber nada de los africanos. Renunció desde la salida al grupo de cabeza y se dedicó a ir remontando puestos. En el kilómetro 15 tenía a 38 rivales por delante. En el 30, ya solo a 19. Al final entró en el puesto decimotercero (2:16.59) que le otorga una plaza para el maratón olímpico del próximo verano. Carles Castillejo, en cambio, se retiró antes del kilómetro 30 en la que puede ser su despedida.

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