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Contador castiga a Landa

Cuando el alavés se vio envuelto en una caída, el líder se tomó la revancha de Áprica, atacó y le sacó otro minuto en la general

J. GÓMEZ PEÑA

Viernes, 29 de mayo 2015, 00:19

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Alberto Contador corre este Giro y correrá el próximo Tour dando la últimas pinceladas a su descomunal retrato, destinado a ocupar la cúpula de la historia ciclista. Mikel Landa acaba de empezar a darle al pincel. Otro minuto de ventaja sobre Landa y Aru. No tenía que dar ese golpe, pero lo hizo. El sello del patrón.

El de Pinto, tan poderoso, castigó ayer el atrevimiento del pretendiente a dirigir la manada. Contador se tomó la revancha por la etapa del Mortirolo. Ese día pinchó antes del puerto y el Astana de Aru y Landa lo aprovechó. Contador, en una remontada para la memoria, los cogió. Pero ya en Áprica, donde tanto quería ganar, Landa le remató. Le cabreó. Tomó nota. Las heridas le azuzan. Contador es la historia de una cicatriz. No cederá el mando. No en este Giro. Y ayer, cuando supo que justo antes de trepar el angosto y cruel monte Ologno una caída había frenado a Landa, aceleró. A castigarle. Vio, además, a Aru con la cara rendida. A laminarle. No necesitaba atacarles: la maglia rosa es suya. Lo hizo por gusto, por orgullo, por el cosquilleo de la revancha. Por atreverse a discutirle el dominio sobre la manada.

Es un Giro que no permite pestañear. Ayer, había que subir el Ologno. Primero lo hizo la fuga de De la Cruz, Nocentini, Moinard, Bongiorno, Chavanel, Sioutsou, Villella y Gilbert, el mejor de ellos, el que ganó en Verbania. Calculó en la subida y, ya de bajada hacia la orilla llena de palacios, aprovechó el mejor momento: justo cuando tiraba su compañero Moinard, arrancó. Poderoso. Sin respuesta. Le vieron marchar. Y se pasó los tres últimos kilómetros sonriéndole al lago. Llegó con tiempo para asistir al resto de la etapa: «Nunca había podido ver llegar a Contador un día de montaña», bromeó en Verbania.

Venía la carrera dispuesta a paladear un duelo entre Contador y el Astana cuando Landa se quedó parado en una montonera. Le cayó un ciclista por detrás. Le partió la rueda. Tiralongo le prestó la suya. Y el Astana se puso a su servicio. «Yo siempre voy delante. Se gasta más energía, pero hay menos peligro», aleccionó Contador. Que se note quién manda. Su equipo, el Tinkoff, metió gas para colocarle en la primera curva del puerto. «Es estrecho. No caben más de dos corredores». Él y su fiel Kreuziger, que le lanzó. Y ahí Contador se apoderó de la subida. No le hacía falta. Simplemente, lo deseaba. Quiere ser historia; más aún. Quería noquear a Landa. La suerte les había puesto justo en la la situación contraria a la del Mortirolo. Ahora, le tocaba remontar a Landa, que maldecía su tropiezo y lamentaba algo más: «El día del Mortirolo pude haber subido más rápido el puerto». No lo hizo. Aquella tarde tiró de Aru primero y luego se limitó a seguir a Contador. Ayer, el madrileño sí aprovechó su ocasión.

Como Coppi, como Merckx, Contador se metió en una aventura que no le hace falta para ganar el Giro. Pero es que quiere colgar su retrato al lado de los mitos. Tiene el hueco reservado. Se atrevió solo contra el Ologno. A 50 segundos, Landa le imitaba: remontaba como Contador en el Mortirolo. Le mantenía el pulso al líder. Separados por el hilo invisible de un minuto, treparon en paralelo. El alavés también tomaba nota: Contador no hace heridos. Puro escalador, Landa atrapó al grupo de Aru, Amador, Trofimov, Kruijswijk, Van den Broeck, Visconti y Kangert, el gregario que aún le quedaba al Astana.

Sangre fría

«Lo he pasado mal hasta cogerles», confesó el alavés. Mantuvo la sangre fría. Tomó aire. Había puesto a salvo la segunda plaza en la general. Un minuto más arriba, también Contador mostraba temple: «Me daban las referencias. Me decían que venía Hesjedal. Me interesaba ir con él en el descenso hacia la meta». Le esperó. Y a Hesjedal le esperó su gregario Villella, que iba en la fuga. Ya eran tres para descolgarse hasta el lago Maggiore.

Sentado, Gilbert pudo ver entrar a Contador con un minuto y 13 segundos sobre Landa y Aru. Ya le lleva cinco al alavés y seis al italiano. «Está más cerca el triunfo en Milán, pero aún quedan dos etapas de montaña», declaró camino del podio, donde le esperaba otra foto rosa para decorar su retrato. Landa asumía el golpe. «Si con cuatro minutos era casi imposible, quitarle el Giro a Alberto, con cinco...».

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