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Omar sufrió en la etapa de ayer y Quintana pensó en retirarse.
Landa rompe las cadenas

Landa rompe las cadenas

Pese a que su director le ordenó parar, culmina una etapa antológica, que lanza a Aru y hunde a Froome y Quintana

J. GÓMEZ PEÑA

Jueves, 3 de septiembre 2015, 00:12

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Otra vez la misma orden. «¡Para, Mikel, para. Espera a Aru!». La misma frase que le frenó en mayo en el Giro, cuando había dejado atrás a Contador, cuando iba a por la victoria de Sestrieres, cuando acariciaba ser segundo del Giro. Esa tarde paró. Obedeció. Lo perdió todo. Y, ya en la meta, lloró en silencio. Se tragó la rabia y calló. Ayer se repitió la escena. Iba en fuga. El primero. La etapa ya era suya. Y volvió a recibir la misma sentencia. «¡Para, Mikel, para. Espera a Aru!». La misma voz, la de Martinelli, mánager del Astana. Pero esta vez no. «No he hecho caso». Que diga lo que quiera. «No era justo».

Landa, atado, condenado en el Giro por su propio equipo, se liberó ayer en Andorra, en la etapa más bestia, en la de los seis puertos sin tregua. Se arrancó el pinganillo. Y ganó en Portals d'Encamp, la cima que puso a su compañero Aru como nuevo líder y la que hundió al podio del Tour: Valverde, tocado en el hombro, cedió tres minutos; Quintana, con fiebre y diarrea, se dejó cuatro, y Froome, con la rodilla zurda machacada tras caerse al poco de arrancar el día, se hundió a casi nueve minutos.

Landa vino a la Vuelta dubitativo. El calor andaluz le abrasó los pulmones. En la Cumbre del Sol naufragó. Ahogado. Quemado. El martes, jornada de descanso, se sentó frente al espejo. Calma. Hizo un barrido y decidió empezar de nuevo. Cuanto antes. Ayer.

La de Andorra era una etapa para la memoria. Bruta. En la salida, Landa aún escuchaba a Martinelli. El técnico le mandó meterse en la fuga inicial. Todos sabían que iba a formarse en la primera cuesta, el tremendo Beixalis. El Movistar envió allí a Erviti y Moreno; el Katusha, a Losada, y el Sky a Boswell. Peones para sus líderes. El Astana colocó a Landa, siempre al servicio de Aru. Justo ahí cambió el guión de esta Vuelta. Froome se pegó contra la esquina roma de un quitamiedos. Se dañó la rodilla izquierda y el hombro. A la meta llegó cojo, con cara de torturado. Se sentó con los codos en los muslos, humillando los ojos hacia al suelo, al charco de sudor. No habrá doblete. Contador tenía razón: por ahora es «imposible». El peso del Tour es insoportable en la Vuelta.

Eliminado Froome, el Astana soltó señales de humo: se puso a tirar. El mensaje llegó alto y claro: Aru, mucho más fresco que los del Tour, quiere la Vuelta. De todo eso se iba enterando Landa por la emisora. Otra vez. Eco del Giro. Le hervía la sangre. Se sabía el mejor de la fuga, mejor que Plaza, que Oliveira, que Boswell, que Omar Fraile, decidido a sumar puntos para reforzar su reinado de la montaña.

Por la emisora supo Landa que atrás, en el descenso de la Gallina, Valverde se había ceñido al borde. El murciano, camicace, hizo temblar el aire. Miedo. Colgado de cada curva, de cada cornisa, se largó con 'Purito'. La etapa de los seis puertos se emocionaba en un descenso antológico. La Gallina y los huevos. Valor para jugársela en los rizos de la bajada. Aru, el todavía líder Dumoulin y Chaves, pecaron de prudentes. Como Quintana, vaciado por una gastroenteritis. Hasta por dos veces pensó el colombiano en retirarse. Le echó orgullo. Era una etapa con perfume de Tour.

Montaña agónica

El único tramo llano reunió a los favoritos antes de la subida final a Cortals d'Encamp. Andorra es un paraíso natural en el corazón de los Pirineos. Le sobran montañas. Y 'Purito', el diseñador del recorrido, las metió todas en la etapa de ayer. Ya sólo faltaba una. La más agónica. Landa seguía atento a la retransmisión que le llegaba por el pinganillo. El Astana, su cuadrilla, el equipo por el que se inmoló en el Giro, venía a por él. Como si no existiera. De cinco minutos, la ventaja de la fuga se redujo a dos. Poco.

Landa sudaba bilis. Orgullo herido. La amargura de lo sucedido en mayo. «Tenía que dejar atrás a los de la fuga en la primera rampa, la más dura, la que mejor me viene», contó. Eso hizo. Pantani. Manos abajo del manillar. A siete kilómetros del final se abrió el maillot. Alas. Libre.

Detrás, el Astana coronaba su mejor día: Aru empezó a descontar candidatos. Primero se cargó a Dumoulin y Chaves; luego a Quintana, que quería y ni de lejos podía; más tarde a Valverde. Y por fin, a los dos únicos que le soportaron la primera dentellada: 'Purito' y su fiel Dani Moreno. «Lo he pasado muy mal», confesó 'Purito', que llegó a 37 segundos de Aru y que es segundo en la general 27 segundos del italiano sardo. Valverde cede ya casi dos minutos, Quintana tres y Froome, siete y medio. Aru, pletórico, va a por la Vuelta. Landa le ayudará a ganarla.

Será leal como lo fue en el Giro. Pero ayer escuchó a su corazón, a su rabia, a su carácter. Cuando minuto y medio por detrás venía ya Aru solo, desatado, Landa se frotó los ojos. No creía lo que oía: «¡Para, Mikel, para. Espera a Aru!». Frenar ahí era innecesario. Un sacrificio tan inútil como el de Sestriere. Otra vez no. «¡Para, Mikel, que llegáis juntos y Aru te deja ganar la etapa!», repetía Martinelli. Le ofrecía a Landa algo que ya era suyo: la victoria en el gran día de la Vuelta. Apagó aquella voz. Fuera emisora. Y entonces escuchó a la montaña, más alta que el Gorbea, que es la suya. Y disfrutó sin cadenas de un día en libertad. En la meta, Aru tampoco paró y corrió a abrazarle.

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