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El exrojiblanco Juanmi con su hijo César, que juega en el Real Madrid cadete
La nostalgia del vecino de Preciado

La nostalgia del vecino de Preciado

Juanmi Gelabert reside en Alicante a la espera de algún nuevo proyecto relacionado con el fútbol

víctor robledo

Martes, 28 de febrero 2017, 03:20

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Durante una cena de equipo en marzo de 2007, Juanmi Gelabert (Capdepera, Islas Baleares, 1972) llamó aparte a Edwin Congo para hablar un rato con él. «Negro, tienes que coger las riendas y salvar al equipo como sea», le dijo. Aquel primer Sporting de Manolo Preciado llevaba una trayectoria un tanto irregular en Segunda División y Juanmi, el jugador más veterano de la plantilla, sabía bien qué botones debía pulsar para motivar a su peculiar compañero. Dos meses después, el delantero colombiano anotó el gol de la victoria en el encuentro que enfrentó a los rojiblancos y al Numancia en El Molinón. Juanmi siguió desde casa aquel partido clave para la permanencia, sin saber que su carrera como futbolista ya había terminado.

Entre la cena y el gol de Congo hubo un segundo fatal que cambió la vida de Juanmi. El exjugador lo recuerda perfectamente «porque esas cosas se te quedan grabadas para siempre». «Jugábamos en el Carranza contra el Cádiz. Era el minuto 57 y hacía mucho sol. Yo despejé un balón que rebotó en Pablo Hernández y me vino al ojo, muy picado. Pensé que había sido un golpe de los millones que me he llevado jugando al fútbol, pero tocó en el sitio no adecuado y me hizo un desprendimiento de retina gigante».

El defensa Juanmi llevaba en aquel momento casi dos años en el Sporting. Había llegado al club en 2005 para dar veteranía a un equipo de canteranos en el que apenas había margen para los fichajes. «El mayor era yo. Luego estaban jugadores como Roberto, Sastre y Juan, y sobre todo muchos chavales jóvenes como Míchel y Pablo de Lucas, que llenaban de energía el vestuario», señala. Para Ciriaco Cano, su entrenador en su primera temporada en Gijón, guarda un agradecimiento especial «porque entrenar todos los días en Mareo era gloria bendita y él fue quien me dio la oportunidad de vivir esa experiencia».

El balonazo en el ojo llegó en una época en que estaba negociando la ampliación de su contrato por uno o dos años. Él fue el primer sorprendido al descubrir el alcance de la lesión. «Vega-Arango se portó fenomenal conmigo y consiguió que me atendieran en la clínica de los Fernández-Vega», señala. Durante 28 días tuvo que dormir sentado. «Fue casi un mes de incertidumbre, porque yo siempre pensé en volver. Incluso estuve intentando entrenar en Mareo durante una semana». La decisión, según Juanmi, «no fue la mejor, pero sí la correcta».

En consenso con su mujer, Juanmi decidió volver a Alicante, donde tenían una vivienda desde su época como jugador del Elche y del Hércules. Hubo, eso sí, un pequeño intento por convencerlo de que se quedara en Gijón para trabajar en Mareo. «Manolo Preciado era vecino mío. Vivíamos en la misma urbanización en Viesques. Me dijo que podía ser útil en el club, pero preferimos empezar de cero», señala el jugador balear.

Un hijo en Valdebebas

Instalado en Alicante, Juanmi ha seguido en estos diez años estrechamente vinculado al fútbol: «He trabajado en scouting para el Racing y para el Barça, he estado con empresas de representación, he sido comentarista de televisión y también director del fútbol base del Hércules». Esta temporada, Juanmi se ha tomado un respiro a la espera de nuevos proyectos, ya que su hijo César ha fichado por el Real Madrid cadete y las visitas a la capital para ayudarle en su adaptación son frecuentes. «¡Estoy haciendo más kilómetros que el baúl de la Piquer!», bromea el exrojiblanco.

Su lesión no le impide hacer algo de deporte, como correr y jugar partidos de pádel, eso sí, «siempre con gafas». Su vida, en ese sentido, es totalmente normal, aunque las posibilidades de una recuperación son escasas. «Tengo medio ojo sin visión, negro totalmente. Como los japoneses no inventen algo próximamente será difícil», acepta. Cada mes de junio regresa a Asturias «para pasar la ITV» en la clínica de los Vega y «comer un buen centollo» con los amigos que dejó en la región.

El sueño infantil de Juanmi era ser Damiá Amec, el capitán del Mallorca en los ochenta. «Luego mi carrera ha sido todo lo contrario. Pasé por media España menos por el equipo de mi tierra», señala el exrojiblanco, que también jugó en el Palencia, el Recreativo de Huelva, el Sevilla y el Córdoba. De todos esos años le quedan dos espinas. La primera tiene que ver con una cifra: «He sido feliz, aunque he tenido muchas lesiones. ¡Hay toreros que no tienen el parte que tengo yo! Lástima que no llegué a los 500 partidos como profesional. Me quedé en unos 480». La segunda se remonta a la tarde del 8 de abril de 2007, en el estadio Ramón de Carranza: «Tengo un recuerdo fantástico de Gijón. La pena es que se me truncara la carrera por un accidente. ¡Me gusta tanto el fútbol que creo que habría seguido jugando hasta los 45 años!».

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