Secciones
Servicios
Destacamos
víctor M.Robledo
Gijón
Martes, 27 de febrero 2018, 01:57
Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.
Compartir
Aquel jueves de 1961 amaneció lloviendo muchísimo en Candás, lo suficiente como para que Alberto Fernández dejara pasar literalmente un tren y un autobús hacia el que podía ser su sueño de convertirse en futbolista. Alberto, un prometedor centrocampista de 17 años que llevaba un par de temporadas destacando en el Candás juvenil, había acudido 24 horas antes a realizar una prueba con el Oviedo.
«Entrené con ellos y me dijeron que volviera al día siguiente para jugar un partido de entrenamiento, pero me levanté, vi que llovía torrencialmente y dije ‘¿adónde vamos?’. Tenía que coger el tren Carreño hasta Gijón y allí un ALSA hasta Oviedo. No fui y no me volvieron a llamar», explica el exfutbolista entre risas. Un mes después, el Sporting fue a buscarle a Candás y cerró su fichaje. Hoy, tres Ligas, dos Copas y una Intercontinental decoran su palmarés, aunque nunca ha dejado de lucir en la solapa la insignia del equipo donde arrancó su historia.
«Yo empecé con seis o siete años dentro del muelle de Candás, en la arena, la mejor escuela del mundo. A los quince pasé al equipo y después fue cuando me llamaron el Oviedo y el Sporting», recuerda Alberto. Su etapa como jugador rojiblanco duró siete temporadas –una como juvenil y seis en la primera plantilla–. Jóvenes como Novoa, Montes, Eraña y el propio Alberto fueron cogiendo poco a poco el poso para convertirse en la base de un equipo al que en 1967 se le escapó el ascenso a Primera en la promoción ante el Sevilla.
Un año después, el candasín solicitó irse traspasado al Valladolid al entender que sus emolumentos no se correspondían con su estatus en el equipo. «Pasó de siempre en Asturias», explica Alberto. «Para los de casa nunca hay dinero. En aquella época había en el equipo un argentino que cobraba el doble o el triple que nosotros y no jugó ningún partido. Pedí lo que consideraba justo, no lo aceptaron y solicité irme», explica.
Alberto fichó finalmente por el Valladolid, también en Segunda, aunque duró poco. En 1969, el Atlético de Madrid se fijó en él y lo contrató. «Estuve diez temporadas en el Atlético. Hasta que dejé el fútbol con 35 años. El momento más especial fue la primera Liga que ganamos, en mi primer año allí. Teníamos que ganar en Sabadell en la última jornada y lo hicimos por 0-2», apunta.
No menos importante fue la Copa Intercontinental conquistada por el equipo madrileño en 1975 ante Independiente: «El Atlético es el único equipo del mundo que tiene la Intercontinental sin ser campeón de Europa. El año anterior la habían jugado el Milan y un equipo argentino, hubo una tangana y repartieron por todos lados. Fue tremendo. Al Bayern le tocaba ir como campeón europeo, pero renunció al acordarse del precedente con los argentinos y fuimos nosotros como subcampeones».
Más allá de los títulos, la etapa en el Atlético de Madrid marcó enormemente a Alberto, que sigue en la actualidad al equipo del ‘Cholo’ Simeone con absoluta devoción. «Yo encajé muy bien allí por la afición, que era diferente a la del Madrid. Venía de un pueblo y me encontré fenomenalmente entre ellos. Sigo su día a día como un hincha más porque eso se te queda dentro, igual que sigo al Sporting», admite el candasín.
A Alberto le quedó la espina de no haber alcanzado la internacionalidad. De entre los futbolistas con los que compartió vestuario, quien más lo marcó fue Luis Aragonés: «Era jugador, compañero y amigo y, de repente, pasó a ser entrenador. En el campo ya ejercía un poco de eso: mandaba mucho y tenía jerarquía. Con él ganamos una Liga y una Copa». A diferencia del ‘Sabio de Hortaleza’, Alberto nunca quiso probar fortuna en los banquillos. Sí lo está haciendo su hijo Alberto Fernández Hevia, aunque en las canchas de baloncesto. Esta temporada entrena al Tresa Basket Mar, que compite en Liga Femenina 2.
Alberto suele lucir en la solapa de sus chaquetas una vieja insignia del Candás. «Me la regaló el presidente cuando el Atlético de Madrid me hizo el homenaje al retirarme en 1979. Soy muy candasín y desde entonces la tengo conmigo», confiesa. Fue el único escudo que defendió hasta aquel jueves de tormentas en Candás que marcó su vida.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Horarios e itinerarios de la Semana Santa de Cádiz 2024
La Voz de Cádiz
Publicidad
Publicidad
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.