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Blanca Cobián, viuda del legendario portero Jesús Castro, mira por una ventana del Hotel NH Palacio de Ferrera, en Avilés, a la calle San Francisco. José Simal
«Era imposible no querer a Jesús Castro, te lo ponía muy fácil»

«Era imposible no querer a Jesús Castro, te lo ponía muy fácil»

Blanca Cobián, viuda de Jesús Castro ·

En su primera entrevista, Blanca Cobián recuerda el dramático fallecimiento del portero y agradece el apoyo a la iniciativa de la puerta 1

Javier Barrio

Gijón

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Miércoles, 14 de febrero 2018, 18:06

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Entre «superada y agradecida» se reconoce Blanca Cobián (Avilés, 1954) delante de una taza de café a última hora de la mañana. Es un frío martes, en Avilés, en un rincón del Hotel NH Palacio de Ferrera. Muy discreta y sin apariciones públicas que se le recuerden, aunque resulta tremendamente afable en el trato, la viuda del legendario Jesús Castro ha visto cómo se embalaba su tranquila rutina desde la semana pasada. La iniciativa promovida por sus tres hijos para que la puerta número 1 de El Molinón sea rebautizada con el nombre de su marido, que falleció en una heroica acción en la playa cántabra de Pechón con la que salvó de morir ahogados a dos niños ingleses y a su padre hace veinticinco años, ha provocado una movilización sin precedentes. Y ella, animada por Joanna, Jesús y Dani, expresa sus sensaciones en un encuentro con EL COMERCIO, al que concede su primera entrevista.

–El sábado estuvo en El Molinón recogiendo firmas. ¿Hacía mucho que no iba?

–Puff. Creo que desde el partido de homenaje a Jesús ya no volví. Vivo en Avilés y hago una vida muy tranquila y familiar. Igual que cuando vivía él. Lo que sucedió fue una tragedia. Crecí con él. Lo conocí con 16 años. Formábamos un buen equipo, un tándem estupendo. Siempre juntos. Me llevaba a todos los sitios con él. Pero no habíamos vuelto. Nos dedicábamos a la familia y al trabajo.

–¿Usted era de fútbol?

–No, no. Ya sufría muchísimo viéndole. Luego estaban las lesiones. Iba vendado con aquel dedo que acaban de operarle... Tenía unos dolores tremendos, pero salía al campo y nadie se lo veía en la cara. Era un sufridor nato. Adoraba al Sporting. Se iba de casa todos los días, a cada entrenamiento, a ganarse el puesto. Era su forma de pensar y vivir.

–Le dio suerte el sábado al Sporting.

–Sí (sonríe). Estuve sentada en la grada con Luis Pereda (de la peña Inter). Ya se lo dije en la primera parte: «El ángel está en la portería de El Piles. Tú tranquilo que ahí no nos van a marcar». Le dije que íbamos a ganar, pero defendiendo en la del fondo Sur. Estaba muy tranquila.

–Los jugadores también firmaron el sábado para que la puerta 1 de El Molinón lleve el nombre de su marido. ¿Coincidió con alguno?

–No, pero les agradezco infinito el detalle. Conozco a Sergio, que es de Avilés y coincidí con él en alguna peña. Es muy majo. Todos ellos lo son.

–¿Sabía quién era Jesús Castro cuando le conoció?

–¡Qué va! Tuve que preguntarle a mi padre, Luis. Le dije que había conocido a un chico, alto y tal, que jugaba al fútbol. Se lo dije casi con miedo (sonríe). Y claro que le conocía. Mi padre y mi tío eran sportinguistas de los que estaban pegados a la radio todo el día. Le comenté que Jesús y su hermano, que también jugaba, eran de Avilés. Me respondió que sí, de Llaranes, y que el padre, igual que sucedía con él, trabajaba en la fábrica. Le insinué: «Igual quedamos para tomar algo de vez en cuando...». Me miró y me comentó de forma cariñosa: «Ten cuidadín». Pero luego me dijo que eran muy buenos chavales.

«Ayudaba a todos. Cuando empezó con sus negocios, contrató a todo el mundo»

«Quiero que mis nietos crezcan sabiendo quiénfue su abuelo»

«Solo puedo dar gracias un millón de veces. Hemos recibido firmas hasta de Cancún»

–¿Qué siente estos días?

–De todo. Hay muchísima gente a la que no pongo cara y eso me genera una situación de vacío. ¿Cómo puedo llegar a ella? Solo puedo decir gracias un millón de veces. Tengo un sentimiento agradable y dulce, y a la vez doloroso por lo que es. Pero también, ¿cómo es posible que después de 25 años la gente hable así de Jesús? Hemos recibido firmas de Cancún, de Dinamarca... Estamos muy sorprendidos. Gracias y gracias.

–Es una persona reservada...

–Sí, pero mis hijos me han dicho que tenemos que hacerlo por él. Y por Jesús voy al fin del mundo.

–¿Y cómo lo lleva?

–Me está alterando un poco la vida y los sentimientos (risas), pero estoy muy agradecida. ¿Cómo íbamos a pensar que iba a pasar todo esto?

–El Ayuntamiento y el Sporting ya han manifestado su intención de llevar a cabo el proyecto.

–Disculpe si me repito, pero estoy agradecidísima. Por supuesto, al Ayuntamiento y al Sporting. Al final está en sus manos. Sin ellos no se podría hacer. Tengo que agradecerle también al club el partido homenaje. Y al Ayuntamiento de Oviedo, que dio su nombre a una calle, como el de Gijón al parque. Todo lo que hagan por él siempre será lo máximo.

–¿Cómo lo llevan sus tres hijos?

–Imagínese. Están desbordados de tanto cariño. Adoraban a su padre. Era su ídolo. De repente, como me pasó a mí, les faltó su castillo. Se desmoronó todo. Fue muy duro para ellos. Mi hija mayor, Joanna, tenía 16 años; y el segundo, Jesús, 13. Daniel, el pequeño, solo 7. En la playa llegó a decirme que cómo podía volver a ver a su padre. Me vieron destrozada.

–Fue una tragedia para la familia.

–Es que Dani, por ejemplo, tuvo conocimiento por primera vez de la muerte allí, en la playa. No sabía, no entendía nada, y preguntaba. Yo le dije que estaba en el cielo y que no le iba a abandonar nunca. Que iba a estar siempre allí y que podría verlo en la estrella que más brillara en el cielo. Lo llevó a rajatabla durante aquellos años. Siempre abría la ventana por la noche (sonríe).

–¿Y sus nietos?

–Tengo cuatro: Carmen, Jesús y Elena (de su hijo Jesús) y Sira (de su hija Joanna). Nació primero Carmen, que ahora tiene nueve años. Fue la primera en decir lo de «abuelo gol» (sonríe). Esto es porque en mi casa hay una foto preciosa que le hicieron a Jesús en un partido en el Tartiere. Le dieron el negativo y un tío de mi cuñado le hizo una ampliación impresa en madera. Lleva en mi casa más de treinta años. Quiero que mis nietos crezcan sabiendo quién fue su abuelo. Es la máxima ilusión que tenemos todos. Mis hijos, como padres, y yo, como abuela. Mi nieto Jesús, por ejemplo, ha cumplido seis años. Está iniciándose en la portería. ¡Es la cuarta generación, que comenzó con mi suegro! Todos ven alguna grabación de los partidos de su abuelo.

–¿Qué supone para usted que la puerta número 1 de El Molinón pueda ser rebautizada con el nombre de su marido?

–Algo que nunca imaginé. Emocionante, gratificante, para la eternidad. Para cuando mis nietos tengan treinta años y yo ya no esté. Que puedan pasear por los alrededores de El Molinón y decirles a sus hijos: «Este era mi abuelo». Desde el cielo Jesús debe de estar diciendo con todo esto: «Madre mía la que armé». ¡Con lo que a él le gustaba pasar de puntillas! Pero es que estuvo dieciocho temporadas en el Sporting. Vivía por y para el equipo. No salíamos de comida, ni de noche. Nada. Todo con naturalidad.

–¿Cómo era Jesús Castro?

–Pues era serio y tímido. Al mismo tiempo, con mucho sentido del humor. Pero, sobre todo, un hombre muy recto, con muchos valores hacia la familia. El poco tiempo que vivió con sus hijos les transmitió eso. Y los tres son iguales que él. Era un padrazo. Le adorábamos.

–Luis Pereda, de la peña Inter, y Alberto Estrada han puesto una marcha más a esta iniciativa.

–Estoy agradecidísima a los dos, tanto a Alberto, como a Luis. Nos han ayudado muchísimo. A Luis le conocía ya desde que Jesús jugaba. Le quería con locura. La peña Inter, año a año, nunca ha fallado en la ofrenda floral en Pechón. Y con Alberto pasa igual. Siempre se ha portado muy bien.

–¿Ha vuelto a esa playa?

–Volví cuando fueron las peñas en su día. No me apetecía, pero se hizo una misa. Decidí ir también para encararme con el mar. Cuando rompen las olas me recuerda un poco a la espuma que vi en la cara de Jesús, cuando estaba fuera ya, con aquellos ojos tan verdes y con el rostro tan plácido. Le tengo mucho respeto al mar. Bueno... Hará tres años que volví a entrar. Sin embargo, al año siguiente de que pasara aquello, mis hijos ya entraron en Ribadesella. No quería que crecieran con ese miedo. Pero siempre les he dicho, eso sí, que tuvieran mucho, mucho cuidado.

–¿Fue más héroe que futbolista?

–Ayudaba a todo el mundo. A la gente que no tenía trabajo, cuando había algún accidente... Cuando dejó el fútbol y empezó con sus negocios, contrató a todo el mundo que conocía. Si tenía que apoyar una causa con dinero, lo hacía. Y no éramos millonarios como puedan ser algunos jugadores ahora. Era muy desprendido.

–Hoy en día parece imposible ver un acto tan valiente, generoso y arriesgado como el que protagonizó su marido en la playa.

–Yo veo eso y no entro. Después de que él entrara, me acerqué. Solo con que el agua me tocó los pies, me paralicé. Estaba pendiente de mi hijo Jesús, que había entrado detrás de él. Le grité que saliera porque nunca pensé que a su padre pudiera pasarle algo. Era un hombre tan fuerte... Por eso me acerqué y me preocupé de mi hijo, pensando en que podía meter en un follón a su padre. Pero cuando salió ya vi en su cara una catarata de lágrimas. Me decía: «¡Mira mamá, que se está ahogando, haz algo, por favor!». Miré al mar y fue el momento en el que se lo tragó por primera vez. Ya habían salido todos.

–¿Y no entró nadie?

–Me dijeron que no podían hacer nada por él. Había quedado en el mismo sitio. Le vi nadar, pero no avanzaba. Fue terrible. Me decía a mí misma: «prepárate, se acabó todo». Le dije a mi hijo que rezase mucho.

–¿Y qué pasó el lunes anterior?

–Ya había sacado a otro niño en la misma playa. Creo que era inglés también. Estaba con su padre y lo sacaron entre los dos, pero batallaron mucho porque había una corriente terrible. Pero, lo que son las cosas, después de eso estuvimos a punto de no volver porque murió la madre de Mari Nieves, mi cuñada. Fuimos al funeral y estuvimos con ellos. Después no me apetecía volver, pero Jesús tenía mucho trabajo. Al final lo decidimos porque debía descansar.

–¿Han mantenido el contacto con la familia de los niños y el padre a los que salvó la vida?

–Tengo ‘flashes’ y el recuerdo de la señora que se acercó a hablar con Jesús. Recuerdo su traje de baño, negro con lunares blancos. Vi que en ese momento Jesús se quitó las zapatillas y echó a correr. Se marcharon al día siguiente. Había mucha prensa y se vieron desbordados. Sí que nos escribieron una nota. Recuerdo que en ella decían que no lo olvidarían jamás, que estaban inmensamente agradecidos y que estábamos en sus corazones, que nunca olvidarían a nuestro padre y esposo.

–¿Qué recuerdo le queda?

–Era imposible no querer a Jesús, te lo ponía muy fácil. Siempre estábamos recorriendo playas por Asturias. Aunque soy asturiana, nací en Cantabria por circunstancias. Y me dijo: «Tú que eres cántabra y no conoces Pechón, acabo de encontrar el paraíso». Me quedó grabado. «Pasando Unquera», me dijo. «Venga, al ‘camión’». Y allí fuimos.

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