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David Villa, en una de sus academias. EFE
«Mamá, me voy a dar dos o tres años para ganarme la vida con el fútbol»

«Mamá, me voy a dar dos o tres años para ganarme la vida con el fútbol»

Villa expresa en una carta dedicada a su padre sus emociones desde su infancia en Tuilla hasta la cima del fútbol mundial

I. ÁLVAREZ

GIJÓN.

Lunes, 18 de junio 2018, 00:27

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Entre el cable y el balón, David Villa consiguió que prevaleciese la ilusión de aquel niño que jugaba al fútbol con sus amigos por todos los rincones de Tuilla. El máximo goleador de la historia de la Selección Española resolvió de esa manera la disyuntiva entre su pasión y su futuro laboral, surgida cuando comenzó a ser reclutado por los técnicos del Sporting B.

«Ellos entrenaban por las mañanas y yo iba a la escuela para aprender a ser electricista», rememora en una extensa y reveladora carta dedicada a su padre en 'The Player's Tribune'. Una misiva en la que el delantero expresa sus emociones en el trayecto desde su infancia en Asturias hasta alcanzar la cima del fútbol mundial en 2010 en Sudáfrica, con ese punto de inflexión en Mareo cuando realizó su primera apuesta firme en forma de promesa a su progenitora.

«Mamá, me voy a dar dos o tres años para ganarme la vida con esto. Y, si no lo consigo, te prometo que volveré a la escuela», evoca el delantero, que encontró el premio a ese órdago apenas seis meses después con su primer contrato profesional. «Ese día estuve con mi representante en las oficinas del Sporting. Él hablaba de dinero, pero yo estaba tan emocionado que eso me daba igual. Sinceramente, hubiera firmado cualquier cosa que me hubieran puesto delante», confiesa el ariete del New York City, marcado por la influencia de su progenitor, Mel.

«Cada noche bajaba hasta 800 metros bajo tierra para asegurarse de que a nuestra familia no le faltara nada. Una noche, cuando yo era un chaval, hubo un accidente y la mina se incendió. Le recuerdo contándonos cómo había escapado y quién le había ayudado», explica 'El Guaje', que señala que por ello «quería una vida mejor para mí». Lo comprobó cuando apenas tenía cuatro años, al romperse el fémur de la pierna derecha jugando al fútbol. Los médicos no encontraban la manera de curar ese infortunio sin que le dejase «una pierna más corta que la otra» y Mel se las ingenió para evitarlo.

«Removió cielo y tierra. Un día encontró a un médico que tenía una teoría sobre los pesos. Debería tener las piernas colgando en el hospital, día tras día», explica sobre una espera que le pareció infinita hasta que el hueso soldase. Ni eso alejó el balón del domicilio de los Villa Sánchez. Cuando pudo dejar la cama, con la escayola todavía en el pie derecho, se apoyaba en la pared de casa y devolvía en bucle la pelota con la izquierda a su padre. De esos días perdura su gran golpeo con ambos piernas.

Con el mantra heredado que indica que «el talento solo no sirve de nada» y la ambición por «mejorar cada día», encontró la forma de fortalecerse en la adversidad y obtener el aprendizaje en nuevos contextos como su estreno como local el filial del Sporting, con la grada a rebosar. «Esa fue la primera vez que noté la presión de ser futbolista. Y fue un golpe duro porque no estaba preparado para eso», confiesa Villa, que cree que aquel día Mareo le sirvió a la postre para afrontar momentos como la decisiva tanda de penaltis ante Italia que cambió el rumbo de la Selección Española en los cuartos de final de la Eurocopa de 2008.

Una forma de vengar las lágrimas que derramó tras el impune codazo de Tassotti catorce años antes, en el Mundial disputado en Estados Unidos. «Lloré mucho ese día. No solo porque España perdiera, sino porque Luis Enrique era mi ídolo», explica.

Su fuerte idilio con el gol en Gijón le llevó a Zaragoza. «Al principio mucha gente no me quería porque no lo estaba haciendo bien, pero el entrenador, Paco Flores, mantuvo la fe en mí», recuerda sobre la temporada de su estreno en Primera División, que cerró con diecisiete dianas. Su afinado olfato le catapultó a la selección. «He tenido la enorme bendición de venir de orígenes muy humildes y haber jugado tres Copas del Mundo con mi país», señala Villa, el joven de Tuilla que planeaba ser electricista y estableció la mejor conexión con la red de la meta rival en 'La Roja'.

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