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Guidetti celebra un tanto con la selección sueca. Efe
El síndrome de Peter Pan - John Guidetti delantero Alavés y selección sueca de fútbol Rusia 2018

Guidetti y el síndrome de Peter Pan

Suecia ·

El sueco, que pasó parte de su infancia en los barrios más pobres de Kenia, es un hombre magnético en constante romance con los aficionados

Iñigo Crespo

Martes, 5 de junio 2018, 23:13

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Un niño de ocho años asaltó a John Guidetti cuando se dirigía a su casa de Estocolmo para ver la final de la Champions de 2015 con sus amigos. El pequeño reconoció a distancia al delantero sueco, que por entonces estaba a punto de fichar por el Celta, y apenas tardó unos segundos en bloquearle el paso. El admirador no buscaba la típica fotografía improvisada o un autógrafo irreconocible en cualquier superficie. Quería retar al ariete y sus acompañantes a unirse al partidillo de sus colegas de Primaria. Y Guidetti, a quien le cuesta un mundo negar cualquier deseo a un hincha, y más si es un chico tan valiente, le lanzó una promesa que tenía todos los boletos para que se la llevara el viento: «Mira, yo vivo ahí. Si sigues despierto cuando acabe el partido, llama al timbre y saldremos todos a jugar». A eso de la medianoche, el futbolista tuvo que rogar a sus amigos que volvieran a calzarse para actuar en la particular 'final' de Champions del joven vecino.

«Yo era el típico niño pesado que esperaba en la puerta del estadio para ver a mis ídolos. Intenté ponerme en el lugar del chico y pensar lo que me hubiera encantado compartir el balón con alguno de ellos. Además, respeté mucho que se atreviera a pedírmelo. Si eres tímido, nunca conseguirás nada», reconoció Guidetti en una entrevista con EL CORREO. El punta sueco, que cumplirá su gran deseo de disputar el Mundial de Rusia, vive un idilio permanente con la grada. Y no se trata de una conexión puntual o aislada con la afición del Alavés, donde ahora milita, o que la canción que le dedicó una artista de su país atronara en la noche viguesa. Los estadios de los ocho equipos profesionales en los que ha competido a los 26 años todavía lo adoran.

Guidetti escapa de casi todos los estereotipos que se relacionan con los futbolistas, más allá de poseer un carácter algo excéntrico. El delantero nunca ha perdido la perspectiva de la grada, un lugar que parece añorar sin remedio. «Los hinchas tienen un equipo para toda la vida. A mí no me gusta ser el típico jugador que solo se preocupa por sí mismo y se marcha sin más», admite. Pero en esa necesidad de tratar de devolver a los seguidores los privilegios que ha logrado como profesional, su infancia en Kenia tiene una enorme responsabilidad.

Infancia en Kenia

El atacante, que fue reclutado por el Manchester City en edad de cadete, vivió en uno de los barrios más pobres de Nairobi entre los 10 y los 15 años. Su padre, que ejercía de profesor, les llevaba leche y pan a los niños de su edad, que jugaban descalzos en el barro con material deportivo que le cedió el club sueco (Brommapojkarna) en el que permaneció Guidetti durante su periodo de formación. Algunos de sus jóvenes amigos padecían sida, carecían de acceso a la educación y vivían hacinados en «una caja de metal», donde doce personas dormían en un espacio del tamaño de una habitación pequeña.

Tras su estancia en África, Guidetti arrancó una carrera que se antojaba meteórica en clubes como el Manchester City, el Burnley, el Feyenoord, el Stoke y el Celtic, aunque nunca llegó a explotar como un gran goleador. En Holanda, de hecho, le aseguraron que no volvería a jugar al fútbol por un extraño virus que contrajo por comer pollo en mal estado y que afectaba a su sistema nervioso central. «Me dijeron que debía retirarme. Pero yo respondí: 'Ni de coña'», recuerda el ariete, con grandes facultades para la asociación y lanzar los contragolpes en inferioridad numérica al escoger siempre la mejor opción.

La evolución del Guidetti futbolista ha consistido en convertir un tanque en un generoso asistente. Lejos del césped, conserva un pequeño complejo de Peter Pan:«Si me preguntas cómo era cuando tenía tres años, creo que era exactamente igual. Vale, ahora soy un poco más grande, tengo barba y alguna responsabilidad. Pero nada más».

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