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Popole Misenga del Equipo Olímpico de Refugiados tras vencer a Donghan Gawk.
La emocionante victoria de un refugiado
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La emocionante victoria de un refugiado

El judoca congoleño Misenga debió abandonar su país por la guerra civil, al igual que su compatriota Bukasa, que cayó en su primer combate.

Amador Gómez

Miércoles, 10 de agosto 2016, 20:43

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Los refugiados tienen que estar orgullosos. El judoca congoleño Popole Misenga consiguió este miércoles una histórica y emocionante victoria con el Equipo Olímpico de Atletas Refugiados del mundo, formado en los Juegos de Río por diez deportistas representantes de cuatro paises que se vieron obligados a abandonar su tierra y su familia a causa de las guerras y la persecución.

«Ya no recuerdo el rostro de algunos de mis familiares. Tal vez sólo el de mi hermano mayor. Por eso, si me está viendo por televisión quiero que sepa que estoy aquí luchando por él, para pagar su pasaje y que pueda estar aquí conmigo». Es el sueño de Misenga, que se despidió de los Juegos al perder su segundo combate frente al vigente campeón del mundo en la categoría de menos de 90 kilos, el coreano Gwak Dong Han, entre una ovación inolvidable del público del Carioca Arena 2.

Misenga debió dejar a sus familiares cuando cuando sólo tenía nueve años a causa de la guerra civil en la República Democrática del Congo. Hace tres años solicitó refugio precisamente en Brasil y con 24 se ha visto recompensado por el Comité Olímpico Internacional (COI) para cumplir un sueño y representar en Río a 60 millones de personas con sus vidas rotas y sin patria, víctimas de la desesperación y el sufrimiento.

En cuanto apareció por el pabellón que acoge el judo, la afición se volcó con él para animarle en su debut ante el indio Avatar Singh. Y en cuanto se certificó su triunfo, mientras él, con las manos en su cabeza y casi con lágrimas, aún no parecía ser consciente de lo que que había logrado, el Carioca Arena estalló de júbilo. Los aficionados volvieron a rendirse ante Misenga cuando cayó, como era previsible, ante uno de los grandes favoritos.

El destino hizo que el estreno olímpico de Misenga coincidiese, el mismo día y en el mismo escenario, con el de su compatriota Yolande Bukasa, de 28 años, que al igual que él también pidió asilo en Brasil tras el Copa del Mundo de Río en 2013. Sin embargo, en el caso de la judoca de menos de 70 kilos, sólo duró un combate, al perder frente a la israelí Linda Bolder, la primera rival de María Bernabéu en la repesca por el bronce y a la que la española superó por shido a Linda Bolder #ISR y luchará por la medalla de bronce #Jud.

El equipo olímpico de refugiados desfiló en la ceremonia inaugural de los Juegos en la penúltima posición, con Maracaná puesto en pie y volcado en aplausos y vítores a Misenga, Bukasa, dos nadadores sirios, cinco atletas de Sudán del Sur y otro de Etiopía. Ellos son un ejemplo de sacrificio para la humanidad. «La paz es posible. Con la paz se puede ganar todo», les dijo el papa Francisco a los deportistas olímpicos refugiados,a través de una carta en las que les deseó éxito y que pudiesen «expresar a través de estos Juegos Olímpicos un grito de fraternidad y de paz».

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