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Homenaje a Kiko Silva
Fútbol

Homenaje a Kiko Silva

Javier González, quien fuera jugador en el equipo del técnico gijonés, dedica una emotiva carta a su entrenador

javier gonzález

Lunes, 8 de mayo 2017, 07:44

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Varias horas después de enterarme, apenas puedo articular palabra y hablar sobre Kiko. Leo a mis compañeros las cosas que escriben sobre él, veo fotos suyas en redes sociales y se me agolpan los recuerdos sobre una persona increíble.

Me vienen a la cabeza mis primeros entrenamientos con el equipo senior del Grupo, con Kiko de técnico. Su presencia imponente y su determinación. Como conseguía que los jugadores dieran el máximo, que casi nadie se saltara un entrenamiento y que todos cumplieran con lo que se les pedía. Y sobre todo, me marcó su integridad. Siendo yo un crío de 17 años, jugador mediocre en un equipo lleno de internacionales y jugadores experimentados, me puso de titular en el primer partido, porque, según me dijo, «has venido a entrenar siempre y has dado todo lo que tienes». Y nadie dijo nada, por supuesto. Nadie se atrevía. En muy poco tiempo logró resultados aún no igualados, rozar con la punta de los dedos el ascenso a División de Honor A y ser (aún hoy se mantiene el récord, casi 20 años después) el único equipo en la historia del hockey español que ha jugado una fase final de Copa del Rey sin estar en la máxima categoría.

Poco después le tuve como compañero. Madre mía. Qué jugador. Velocidad, fuerza, resistencia, inteligencia. Y coraje como ninguno. Jamás le vi achicarse ante nadie. Recuerdo mi primer viaje a Orense, un campo temible por la presión de la grada y la violencia con la que se empleaban los equipos gallegos. Salté al campo y al ver a este pipiolo, nervioso e inexperto, los rivales se pusieron a darme palos y amenazarme. «Esto va a ser duro», pensaba. Pero no, cada vez que me daban un palo, ahí llegaba Kiko a devolverla más fuerte todavía. Protegiéndonos a mí y a otros jugadores jóvenes. Qué manera de intimidar. Los orensanos acabaron por rogarle que dejara de machacarles.

Un año estudiando fuera de Asturias y el inicio de mi carrera profesional me alejaron del hockey. Volví a casa hace unos años y me reenganché con los veteranos. Y aquí seguía Kiko. Tuve la suerte de jugar y entrenar con él cada semana. En plena forma, incansable, fuerte, el corazón del equipo.

Tan en forma que hasta el primer equipo seguía tirando de él para partidos importantes. Jugando una fase de ascenso con 43 años, contra chavales de 20. Y destacando.

¡Cómo disfrutábamos los partidos de los mayores de 40 contra los menores de esa edad! Aquel día que Kiko apareció a jugar sin avisar y como los mayores, que estaban en cuadro y temían perder de paliza, empezaron a sonreír: «Han cambiado las tornas, pipiolos, con Kiko os metemos cinco».

Otra pachanga de domingo que jugué contra él, y en una arrancada suya se lanzó con toda su fuerza de frente contra todos los defensas contrarios, regateándonos como si fuéramos conos. Alguien dijo: «No se puede ir de los dos». Y le contestamos: «Pues ponte tú delante, a ver si te atreves a ir de frente contra esta bestia».Tiempo después estuve unos partidos dirigiendo al segundo equipo del Grupo. La alegría que me daba saber que ese día Kiko venía a jugar. Sabía que con él siempre íbamos a plantar cara. Y que siempre te iba a ayudar. Yo les decía a los jugadores: «Haz lo que yo te diga. Pero si Kiko te dice que hagas otra cosa, haz lo que dice Kiko».

Y el último día que jugué contra él. Una Copa de Navidad. El día que se le rompió el fémur. En el suelo, era la primera vez en toda mi vida, que le oía quejarse. Le había visto recibir palazos y pelotazos que harían desmayarse de dolor al más duro, y jamás le oí la más mínima queja. Algo no iba bien si Kiko se quejaba.

Ya no le pudimos volver a disfrutar sobre el campo. Le tocó ir al banquillo como entrenador y a la grada, para apoyar y animar siempre a los equipos del Grupo, porque amaba al club y al hockey. Qué grandes esas sobremesas post-partido, compartiendo opiniones sobre este deporte: las nuevas estrategias, los palos de ahora que no pesan nada, el juego total de los australianos en el último Mundial, cómo tienen que aprender los nuevos jugadores (»para mejorar no queda otra que ponerles a hacer conducción india hasta que estén tan mareados que se choquen de frente»)

Hay jugadores que tienen tanto talento que sabes que por mucho que quieras no puedes ser como ellos. No me refiero a la habilidad. Me refiero a tus valores, Kiko: honradez, coraje y no rendirse nunca. No te podemos olvidar, Kiko. Todos queríamos jugar como tú, y cada vez que saltamos al campo, intentamos ser como tú durante un rato. Dejas mucho en todos.

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