La distribución y la sombra de sus árboles
Álvarez definió el comercio como «una forma de acercar pueblos» al ser nombrado hijo predilecto de Grado
OCTAVIO VILLA
Lunes, 15 de septiembre 2014, 01:35
Cuentan quienes le conocían que Isidoro Álvarez era un hombre poco dado al elogio fácil, y en absoluto amigo de la adulación. Con la discreción, no exenta de una cierta timidez, como marca de la casa, fue dejando una huella de cercanía y amabilidad entre quienes tuvieron trato directo con él.
Sin duda, fue una de las figuras centrales en España en la transición de una sociedad en la que el peso fundamental era el del comercio de barrio a otra inconcebible sin las grandes superficies de distribución comercial como máximo referente, pero no por ello un hombre de gustos extravagantes. Al contrario, cuentan que uno de sus máximos placeres era retirarse los pocos días que su trabajo y sus múltiples compromisos le dejaban a disfrutar de algo tan sencillo como la sombra estival de los árboles de su casa de Grado.
Quiso la casualidad que uno de sus primeros actos de inauguración como presidente de El Corte Inglés tuviera lugar en Gijón, cuando el 30 de noviembre de 1989 se puso en actividad el centro comercial Costa Verde en Gijón. Isidoro Álvarez había asumido el cargo hacía pocos meses, ya que el consejo de administración le había nombrado el 2 de agosto. Eran años en los que una de las medidas de la relevancia de una ciudad en España comenzaba a ser si contaba o no con un centro comercial de El Corte Inglés, y eso se reflejó en la amplia representación institucional del acto, que contó con la presencia del entonces presidente del Gobierno regional, Pedro de Silva; la consejera de Industria, Paz Fernández Felgueroso; el alcalde de Gijón, Vicente Álvarez Areces, y el presidente de la Junta General del Principado, Antonio Landeta.
Pese a su relevancia empresarial y a las actividades de la Fundación Ramón Areces, que presidía, o del Patronato Príncipe de Asturias, del que era miembro, sus visitas a Asturias fueron conocidas sólo cuando se trataba de actos oficiales (era, como patrono de la Fundación Príncipe, un asíduo de los actos de entrega de los Premios Príncipe) o de, en los últimos años, numerosos premios y distinciones. La más relevante, en septiembre de 2008, con la concesión de la Medalla de Oro del Principado, fue un acto en el que en su discurso dejó entrever algunas de sus debilidades por Asturias. Habló del arte prerrománico y románico, de los paisajes y la gastronomía, de los deportistas asturianos y de «la sinfonía de una gaita».
También fue nombrado hijo predilecto por el Ayuntamiento del municipio que le vio nacer, Grado, en 2009. En el acto de imposición de la distinción, el propio Isidoro Álvarez situó la raíz de su vocación empresarial comercial en la idiosincracia de Grado. Dijo que desde que él se marchó, la villa moscona había cambiado mucho, pero que conserva intacta «una característica que le ha distinguido siempre, su tradición comercial. Si por algo ha sobresalido este municipio ha sido por saber comercializar sus productos agrícolas, ganaderos y artesanales».
Grado, granero de comerciantes
Como granero de grandes comerciantes definió Álvarez a su municipio. Una línea que se continuaba en él, que aseguraba que «es difícil encontrar un lugar de estas dimensiones donde se den tantas manifestaciones comerciales: el mercado de los domingos y los miércoles, el mercadón de primavera, el de artesanía, el de otoño, las ferias de ganado». La visión de Isidoro Álvarez de la actividad comercial, que él denominó en aquel acto «tradición», supone algo que va más allá del mero hecho de comprar y vender, pues el empresario veía «la grandeza del mercado» como «una forma de acercar y comunicar a los pueblos del concejo de la misma manera que los grandes distribuidores acercan y comunican a los grandes pueblos del mundo».
Tres años antes, en 2006, la Asociación Amigos de Grado, el concejo en el que nació y pasó su juventud hasta que se fue a estudiar a Madrid, le había concedido uno de los premios emotivamente más importantes para Isidoro Álvarez, el Moscón de Oro Nacional-Internacional.
Ese mismo año recogió otro galardón de relevancia regional, la Faba de Oro correspondiente a 2005, en un acto en el que compartió protagonismo con la periodista María Teresa Álvarez y con el marqués de Griñón, Carlos Falcó. En esa ocasión, el emprendedor echó mano de la poesía de Antonio Machado para plasmar su sentimiento: «Mi corazón está donde ha nacido».