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AIDA COLLADO
Domingo, 29 de noviembre 2015, 01:11
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La distinción a José Manuel Campa (Oviedo, 1964) como colegiado de honor de los economistas asturianos reconoce la figura del actual director de Relaciones con Supervisores y Reguladores del Grupo Santander por su dilatada trayectoria profesional. El que fuera secretario de Estado de Economía durante casi dos años y medio de intensa crisis (de mayo de 2009 a diciembre de 2011) confirma el inicio de la recuperación económica y da por saneado el sector financiero.
El discurso de la recuperación cada vez está más extendido. ¿Coincide?
Si entendemos la recuperación en términos de que el PIB está creciendo, sí. En términos de que el empleo está empezando a crecer, también. Pero creo, como muchos economistas, que aunque la recuperación ha comenzado la crisis no ha acabado. Todavía tenemos desequilibrios muy importantes y secuelas que tenemos que superar. La más obvia y llamativa desde el contexto internacional es nuestra tasa de paro, pero también nuestra tasa de endeudamiento como sociedad, que es alta y la tenemos que digerir. Esto nos va a llevar tiempo.
En cuanto a la creación de empleo a la que se refiere, muchos consideran que la mejoría se debe al aumento de la precariedad y la temporalidad. ¿Debemos acostumbrarnos a un nuevo escenario laboral?
Para una persona que no está trabajando y quiere trabajar lo mejor que le puede pasar es encontrar un trabajo. Lo que hay que hacer es que tenga la oportunidad de conseguirlo. A medio plazo, si esa persona funciona bien y la empresa en la que trabaja va bien, podrá estabilizarse en ese puesto de trabajo sin lugar a dudas. La precariedad permanente no es buena, pero la precariedad como un proceso de transición del desempleo al empleo es mucho mejor que permanecer sin trabajo.
Economías lentas como la asturiana tardaron más en notar la crisis, pero también parece que tardarán más en dejarla atrás. ¿Cuál es su pronóstico para el Principado?
El pronóstico en Asturias está muy condicionado por dos factores. El primero es que estamos en una economía muy globalizada y tenemos que conseguir que nuestras empresas participen de esa economía. Por eso, fomentar el crecimiento de las empresas es muy importante. En Asturias hay grandes empresas pero también muchas pequeñas, que tienen que conseguir llegar a ser grandes. El segundo aspecto, que al final es capital en el crecimiento de la economía a largo plazo, es la demografía. En ese sentido, Asturias no está yendo en la dirección correcta.
¿Da por buena la estrategia de volcarse en la industria y en la especialización del sector?
Sin lugar a dudas. Hay que pensar que España es el 1,8% del PIB mundial. El grado de especialización, de éxito y de tamaño depende de cómo defina mi mercado. Si lo defino como mercado español, estoy renunciando al 98% del PIB mundial. En ese contexto, podría pensar que soy una empresa grande, pero si lo defino como mercado mundial incremento mi potencial multiplicándolo por 50. El ser especializado y tener una gran capacidad de llegar a otros sitios te crea una gran demanda potencial.
Pero también existe una gran dependencia de las grandes multinacionales, como Arcelor. En ese escenario, China estornuda y Europa se resfría...
Y, después, China se anima y Europa sonríe. Hay que estar para las duras y las maduras. Hay que participar en la industria y la gran ventaja si eres mundial es que si China estornuda, a lo mejor hay otra recuperación en otra parte del mundo y puedes estar allí. No tenemos todos los huevos en la misma cesta, sino distintos mercados a los que podemos acudir en función de la demanda.
Otro de los grandes retos para los próximos años es la gestión energética. ¿Cuál cree que es el papel del carbón?
En el contexto energético mundial, el carbón tiene una tendencia a medio plazo decreciente. Por dos razones fundamentales. La primera es que dentro del área de los combustibles sólidos ha habido una revolución tecnológica: el shale gas, que está afectando al precio del petróleo y otros sustitutos. El carbón no ha vivido esta revolución. Y, en segundo lugar, hay gran preocupación ambiental en el consumo energético y, ahí, el carbón está en clara desventaja. Todo esto lleva a que no sea razonable pensar que su peso, que ya es relativamente pequeño en la energía mundial, puede incrementarse.
¿Cuáles son los grandes riesgos a los que se enfrenta la economía española?
Yo creo que no tiene grandes riesgos más allá de la fatiga de las reformas y de seguir en la dirección en la que vamos, pensando que con milagros de corto plazo vamos a conseguir soluciones de largo plazo. Por otra parte, en el último año y medio nos hemos beneficiado de unos vientos de cola a nivel global, como la caída del precio del petróleo, los bajos tipos de intereses de la zona euro, el bajo coste de financiación y la depreciación del euro. La reversión en alguno de esos factores nos va a afectar negativamente.
¿Está saneado el sistema financiero o nos darán más sustos los bancos?
Yo creo que el sistema financiero está más que saneado. El año que viene, la autoridad bancaria europea va a hacer un análisis de estrés y mi predicción es que los bancos españoles saldrán bien parados. Es una previsión con trampa, porque ya salieron bien en el análisis que se hizo el año pasado, en 2014, y desde entonces la situación ha mejorado.
¿Cuál será la repercusión económica del conflicto islamista? No se trata solo de los atentados, sino de la adopción de posibles acciones militares...
Lo bueno y lo malo de la economía es que está afectada por todo. Por supuesto que esto tendrá un impacto. Parte, ya lo hemos visto casi de forma instantánea. Hoy he escuchado que Turquía espera, por lo registrado en los últimos días, una caída del turismo del 30%. Eso es un efecto inmediato pero, a medio plazo, hay otros muchos. Un efecto indirecto, como ahora señala mucha gente, es que las tensiones geopolíticas o las guerras fomentan la demanda de ciertas industrias, como las pesadas, la de armamento... Pero, en el corto plazo, sin ninguna duda lo que hace es generar incertidumbre, aversión al riesgo y menos predisposición de la gente a consumir y a relacionarse. Y esos son impactos negativos.
También el problema catalán tendrá su traducción en la economía...
Bueno, pero ese es un conflicto muy distinto. Para empezar, no es un conflicto violento. Tampoco es un debate exclusivo español. Si miramos hacia Europa, hace un año tuvimos el debate escocés, ahora tenemos el debate sobre la salida de Inglaterra de la zona euro... Es algo completamente distinto.
Han pasado ya cuatro años desde su etapa como secretario de Estado de Economía, ¿qué análisis hace ahora de ese periodo?
Fue una gran etapa profesional y personalmente. Para un economista, ser secretario de Estado de Economía es el puesto al que puede aspirar. Es una atalaya excepcional para tener visión de la política económica y, por lo tanto, como experiencia personal ha sido claramente positiva.
Mirada atrás
Sin embargo, no le tocaron años fáciles ni tranquilos. Tuvo que enfrentarse a una situación económica muy complicada... Y hubo críticas. ¿Cree que se reaccionó tarde ante la crisis? ¿Se podía haber hecho más?
De las crisis siempre se dice que tardan en llegar más y que son más profundas de lo que esperamos. Si no, no serían crisis. ¿Se podría haber actuado de manera distinta? Sin lugar a dudas. Probablemente ahora estemos haciendo cosas que pueden llevarnos a una crisis en el futuro. Lo importante es pensar que como sociedad en su conjunto hemos pasado una época difícil y dura, pero de una forma modélica. El ajuste de la economía española ha sido muy alto. Si miramos desde 2008, el ajuste que se ha producido en déficit de cuenta corriente, en el sector inmobiliario, en competitividad, en el crecimiento de las exportaciones... Todo eso es modelo Europa y se ha hecho con el esfuerzo de todos, en condiciones de paz social, de equilibrio y de estabilidad... Hemos aprendido muchas lecciones y también hay cosas de las que estar orgullosos después de este etapa difícil.
¿Se erró en las medidas de reactivación económica pensando que iba a ser una crisis liviana?
En el año 2008, a nivel mundial, sin lugar a dudas había una percepción de que era necesario hacer un estímulo global muy grande. La actividad y el comercio cayeron a tasas del 20% y se produjo una inyección en estímulo muy grande. Ahora, con la perspectiva de siete años, también se dice que en Europa probablemente no se han tomado suficientes estímulos y todavía tenemos una demanda interna en la zona euro que está por debajo de la de 2008. Igual por un lado se pecó de hacer demasiados estímulos a corto plazo y no suficientes a largo. Pero la crisis se gestionó, como se gestionan las cosas en la vida real: uno va tomando decisiones en función de la información que tiene en ese momento.
¿Qué quiere ver en los programas económicos de los partidos para el 20-D?
Una de las cosas buenas que tiene España es que en nuestro espectro político tenemos, como todos los países, distintas opiniones y grupos que han salido resultado de la crisis -algo razonable tras las dificultades que se han producido-, pero ante todo seguimos teniendo una creencia grande en el proyecto europeo y en la zona euro. Y eso determina que estamos dispuestos a hacer sacrificios y a apostar por algo que es un gran generador de estabilidad.
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