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N. A. E.
Domingo, 11 de diciembre 2016, 08:18
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«Hemos establecido una economía de mercado con nuestras propias características. No creemos que el mercado vaya a solucionar todos los problemas», aseguraba hace unas semanas Xue Rongjiu, vicepresidente del Instituto de la OMC en el ministerio de comercio chino, para justificar las distorsiones que ocasionan en el mercado internacional sus productos. China no niega que lo suyo no es el libre comercio al uso, pero argumenta que tiene derecho a disfrutar de sus ventajas. Esta defensa férrea basada en el párrafo 15 de su protocolo de adhesión a la OMC augura importantes batallas judiciales, según el vicesecretario general de IndustriAll Europa, el asturiano Luis Ángel Colunga, que cree que a partir de ahora «habrá conflictos legales muy complejos».
Javier Ballina, profesor de Relaciones Internacionales y Derecho Económico Internacional de la Facultad de Administración de Empresas de la Universidad de Oviedo, reconoce que existe «el fantasma de una guerra comercial» y que China puede recurrir a mecanismos de solución de controversias dentro de la OMC, aunque una acción judicial en el marco de la organización podría durar unos dos o tres años, tiempo suficiente para que la UE logre completar su modificación legislativa.
No obstante, este docente también advierte de que el párrafo 15 al que se aferra el gigante asiático no es tan claro como lo pinta. «Es muy ambiguo porque así lo pactaron EE UU y China en su momento», explica.
Además, destaca que algunas empresas de sectores concretos ya se consideran economía de mercado, «porque cumplen». El problema reside, entonces, en negocios como el del acero, con una sobrecapacidad tal, que pone en riesgo a la industria de todo el mundo.
Andrés Barceló, director general de la patronal siderúrgica española, Unesid, cree, incluso, que con la nueva propuesta la Comisión Europea realiza «concesiones» a China. De hecho, reconoce que el cambio legislativo que propone no es el que le gustaría a la industria, aunque sí es positivo, «siendo pragmáticos», para que las cosas «se queden como están». El gran temor es que entre los estados miembros existe un grupo potente que está más que dispuesto a reconocer a China como economía de mercado, por lo que se conforman con mantener el 'statu quo'.
En este asunto no hay ni blanco ni negro y el equilibrio en el que se mueven las relaciones comerciales y diplomáticas es complejo. «La Unión Europea está intentando navegar», resume el profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Oviedo Ignacio del Rosal, que recuerda que el viejo continente no quiere una guerra con China ya que, entre otros asuntos, negocian un acuerdo de inversiones, y que con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca tiene muy poco interés dar una imagen proteccionista. El problema es que contentar a todos, más que difícil, es imposible.
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