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SUSANA BAQUEDANO
Domingo, 19 de febrero 2017, 08:06
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No es el que el sector de la hostelería esté más o menos perseguido que otras actividades, según sostienen los técnicos de Hacienda, pero sí es cierto que «la falta de asesoramiento fiscal» de numerosos negocios del ramo provoca que se cometan «chapuzas» que dejan «muchas pistas». Lejos de la 'ingeniería financiera' de las multinacionales que evaden sus obligaciones con el fisco, las chapuzas de las que habla el secretario general de Gestha, José María Mollinedo, son detectadas con facilidad.
Infracción leve
Se considera infracción leve cuando la base sancionable sea inferior o igual a 3.000 euros o, cuando siendo superior, no existe ocultación. En este caso la sanción sería equivalente al 50% del impuesto no ingresado. Debemos tener en cuenta que si han utilizado facturas o justificantes falsos ya no estaríamos hablando de una infracción leve.
Infracción grave
La infracción pasa a considerarse grave cuando la cuantía supera los 3.000 euros y cuando más del 10% de esa cantidad tiene que ver con ocultación de datos, en este caso la penalización aplicable puede variar entre el 50% y el 100%.
Infracción muy grave
Las sanciones muy graves, las que son multadas con una horquilla de entre el 100% y el 150%, son aquellas que utilizan medios fraudulentos expresamente como dobles contabilidades.
Las dificultades para llegar a fin de mes, cuadrar las cuentas y que dé para pagar el alquiler del local, las cuotas a la Seguridad Social y a los proveedores, entre otros gastos, conlleva en ocasiones que se produzcan declaraciones de la renta con errores de derecho, no de hecho, como 'olvidarse' de poner ingresos, anotar algún gasto de más o tratar de ajustar las cuantías para que lo que salga a abonar sea asumible para el contribuyente en cuestión. «Eso son chapuzas que dejan un reguero de aceite» y que, según Mollinedo, es una característica que afecta a los autónomos y a las pequeñas pymes en general. En su opinión, este problema se resolvería con asesoramiento fiscal. «Pero ese servicio hay que pagarlo y muchos llegan al asesor en el último día de la declaración o traspasado ya ese plazo, con lo que ahí se suman los recargos».
En general, el sentir del hostelero asturiano hacia Hacienda parece unánime. La mayoría de los profesionales se sienten «acosados», aunque eluden dar la cara para evitar represalias. La hostelería del Principado forma parte del sector servicios, principal motor de la economía. Según los datos del Registro de Empresas y Actividades Turísticas de Asturias, existen 20.300 establecimientos que dan empleo a 33.000 personas.
El Ministerio de Hacienda ofrece la posibilidad de tributar de acuerdo a un sistema de módulos, también llamado sistema de estimación objetiva del IRPF, al que pueden acogerse autónomos, siempre que sean personas físicas y su volumen de ingresos no supere los 250.000 euros anuales. En ese caso, las inspecciones las realizan agentes tributarios que se personan 'in situ' en los negocios para realizar las pertinentes comprobaciones de los módulos.
Por poner un ejemplo de las cuotas que saldrían a pagar por un autónomo de la hostelería, el dueño de un bar que tuviera dos personas contratadas a media jornada en un local con ocho mesas de cuatro personas, una barra de siete metros de longitud, diez kilovatios de potencia eléctrica contratada y dos máquinas recreativas, una de tipo A (entretenimiento) y otra de tipo B (con premio) en un municipio de más de 5.000 habitantes, tendría que pagar 1.169,30 euros trimestrales (80% en el primer año).
Los negocios hosteleros de mayor tamaño e inversiones tributan ya en el régimen general y entran en el llamado 'plan de comprobación' de Hacienda. «Se investigan las facturas y se comprueba, por ejemplo, si han metido gastos particulares como pudiera ser la reparación de un vehículo propio», explica el responsable de Gestha. «Un bajo nivel de ingresos declarados con importantes compras o gastos imputados ya es sospechoso», añade.
La labor de los técnicos de Gestha podría definirse como detectivesca. Los detalles importan, y mucho. «Se comprueba, por ejemplo, que el número de manteles enviados a una lavandería cuadre con el número de mesas facturadas; que las botellas compradas estén en las bodegas, porque, casualmente, se les rompen' muchas a la vez, o que el pescado y carne facturado esté en las cámaras, porque son ventas que se intentan ocultar», relata Mollinedo.
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