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Asturias es la única región que no dobló su PIB desde la llegada de la democracia

Las reconversiones industriales, la baja tasa de actividad y la caída de la población son las causas principales

NOELIA A. ERAUSQUIN

GIJÓN.

Lunes, 10 de diciembre 2018, 02:18

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El Producto Interior Bruto (PIB) es el principal indicador con el que se mide la salud de la economía de un territorio. Su evolución permite saber si crece o disminuye y a qué ritmo hace una u otra cosa. Y también permite hacer comparaciones para conocer cómo se desarrolla en relación a otros lugares, pero en una confrontación con otras comunidades, el PIB asturiano no sale bien parado, al menos en el largo plazo. Desde la llegada de la democracia, el Principado es la única región que no ha podido doblar su valor, de hecho se queda muy lejos de duplicarlo. En términos reales, el indicador asturiano creció un 83% desde 1977 a 2017, a 17 puntos de la cifra psicológica del 100%, una subida aún más alejada del crecimiento del resto de autonomías. La más cercana es Cantabria con un incremento del 112%, a 29 puntos, pero el avance de la media nacional se dispara más y se sitúa en el 175%. En el otro lado de la balanza están regiones que en estos 40 años han sabido y podido tener una evolución mucho mejor y que sitúan su crecimiento por encima del 200%, como Murcia (233%), La Rioja (220%), Madrid (212%), Canarias (210%) y Baleares (204%).

Estos son los datos que maneja el economista asturiano Ángel de la Fuente en sus 'Series largas de algunos agregados económicos y demográficos regionales' de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea) y que revelan cómo el Principado no ha logrado en estas cuatro décadas crecer al mismo ritmo que lo hacía el resto del país.

Como indicador que suma los valores monetarios de los bienes y servicios producidos en un determinado periodo, el PIB es un agregado de distintos aspectos y las causas para entender por qué en Asturias no ha crecido como en otros territorios son diversas, interconectadas, pero diferentes. Las reconversiones que afectaron a sectores como el minero, el metalúrgico, el naval o el ganadero, la caída de la población de un 6,8% en estos 40 años, mientras que en España crecía un 27,4%, o la baja tasa de actividad y el descenso de la ocupación -trabajan 10.000 personas menos que hace cuatro décadas- explican en buena parte esta evolución.

Para Ángel de la Fuente, hubo dos aspectos fundamentales, por un lado, Asturias estaba especializada en sectores obligados a reconvertirse y, a la vez, hubo una mala estrategia. «En vez de intentar adaptarnos a los cambios se insistió en defender lo que había a cualquier precio, para mí esa es la gran explicación», señala el director ejecutivo de Fedea.

El catedrático de Fundamentos del Análisis Económico de la Universidad de Oviedo, Joaquín Lorences, explica que «Asturias pasó de ser de las comunidades más industriales del país, con casi el 30% de la población empleada en el sector, a tener alrededor de un 14%, como la media nacional. Perdió un 42% del empleo en la industria, que es lo que más influye en el PIB por esfuerzo humano».

A la vez que el Principado se desinstrustrializaba con el retroceso de sectores que habían sido claves en su economía (minería, siderurgia, naval), España recorría el camino inverso. «Perdimos casi el 50% de la industria, mientras que en el conjunto del país no solo no descendió, sino que aumentó un 5%», cuantifica Lorences. Se sustituían los puestos de trabajo de las factorías, mejor remunerados y productivos, por otros en el sector servicios, que crean menos riqueza.

«La reconversión minera e industrial ha impactado en el sector económico y no se ha sustituido en su totalidad y menos por actividades de alto valor añadido. Se ha pasado de actividades que antes eran atractivas a otras con bajo valor añadido», reconoce Esteban Fernández, coordinador de REGIOlab, el Laboratorio de Análisis Económico Regional de la Universidad de Oviedo. De hecho, el empleo cayó en el Principado en las últimas cuatro décadas un 2,4%, mientras que en España crecía un 46,7%.

Y, mientras todo esto se producía, al mismo tiempo, en Asturias los trabajadores cambiaban de un patrón público a uno privado. «No solo hubo una reconversión en la industria, también en la propiedad», recalca Lorences.

La vulnerabilidad actual de la economía asturiana se remonta décadas atrás. El proceso de cambiar de un sistema productivo basado en una industria básica, pública y poco competitiva a uno avanzado, privado y preparado para el mercado global no está siendo sencillo ni rápido. «Nosotros tuvimos que destruir la casa para crear una economía nueva, los demás tenían ya un solar listo en el que construir», explica metafóricamente Lorences. Coincide con él Miguel de la Fuente, decano del Colegio de Economistas de Asturias, que subraya que la comunidad ha sufrido «reconversiones, privatizaciones, reducciones y cierres que no han sufrido otras comunidades».

Cuatro décadas después, el Principado sigue en plena reconversión. De hecho, cuando nos acercamos a la tercera década del siglo XXI, sectores básicos de primera transformación de materias primas, como los del aluminio, zinc, químico, energético o siderúrgico, siguen tirando de la economía. Se trata de industria básica que tiene una menor capacidad de crecimiento, que exige una gran inversión de capital por cada puesto de trabajo, mucha más que la transformadora, y que tiene una inclinación alta a las deslocalizaciones, una tendencia que puede crecer con el proceso de descarbonización para ubicarse en áreas menos sensibles al problema de las emisiones.

Pero, además de ese proceso industrial, «se ha producido un fenómeno de expulsión de la población joven, que es la más productiva», añade el coordinador de REGIOlab, que considera este fenómeno «a la vez causa y consecuencia» del menor dinamismo económico de la comunidad. Es un círculo vicioso. Las menores oportunidades laborales y con menos remuneración impulsan a la emigración a los jóvenes y esta, a su vez, implica una pérdida de riqueza que se traslada al PIB y a las generaciones futuras. «La economía no va bien, la gente tiene menos hijos o emigra y eso hace que la economía vaya peor. Es una especie de espiral», el director de Fedea

Política industrial

La cuestión es si con estos mimbres las cosas se hubieran podido hacer de otra forma. Miguel de la Fuente cree rotundamente sí. De hecho, culpa del momento actual a las administraciones «porque no han tenido una política industrial coherente». Coincide con él Ángel de la Fuente: «Centramos toda nuestra energía en lo que se está muriendo y era indefendible, en vez de construir alternativas mejores», señala, y pone como ejemplo la minería, «que no es competitiva desde hace cien años» y cuyo fin cree que debería de haber llegado antes.

Joaquín Lorences, sin embargo, considera que «a toro pasado es fácil hablar». «El esfuerzo y sacrificio hecho en Asturias ha sido brutal. No lo realizó ninguna región», destaca. Mientras que Esteban Fernández defiende que «las cosas se podían haber hecho de otra forma», aunque se optó por «políticas perfectamente defendibles, con rentas que sirven de colchón». Ese apoyo del Estado permite que, a pesar del poco dinamismo económico de la región, Asturias se sitúe entre las comunidades con mayor renta per cápita y mantenga cierta actividad económica impulsada por el consumo interno. «En otras regiones europeas esa protección no existió. Fue muy conflictivo, hubo un gran empobrecimiento, pero ahora tienen una dinámica mejor», destaca el coordinador de REGIOlab, «el problema es que las ayudas en Asturias se dilapidaron».

Ese entorno conflictivo se generó, por ejemplo, en Reino Unido hace casi 35 años, cuando el Gobierno de Margaret Thatcher decidió clausurar la industria nacional del carbón, con 20.000 despidos y el cierre de 20 pozos. La potente maquinaria sindical y una huelga que duró un año entero no evitó el cese de la actividad y la condena de comarcas de Yorkshire, Gales del Sur y Escocia. Desde entonces, la economía británica ha logrado deshacerse de su pasado industrial y se ha reorientado hacia el sector tecnológico, financiero y de servicios, pero algunas antiguas zonas industriales del norte y del centro aún no han logrado recuperarse.

Ahora toca mirar al futuro. «Aunque sea tarde hay que hacer lo que no se hizo hace muchos años y buscar alternativas viables», defiende Ángel de la Fuente, que sobre todo apuesta por invertir «no solo dinero, sino esfuerzos y preocupación en el sistema educativo» y «anticiparse a los cambios». Para Lorences «hay luces, pero en Asturias no son bastante fuertes para sustituir los sectores de cabecera», por ello reclama incentivar la industria alimentaria y de transformación metalmecánica, que «exigen menos inversiones por trabajador y son altos generadores de valor añadido», pero además reclama a la Administración que culmine las comunicaciones del Principado y dinamice el eje que conformarían El Musel y la Zalia con el ferrocarril, la autopista y la variante.

«El problema es que son decisiones que no dan rédito en el corto plazo, decisiones valientes que empiezan a operar en 10 ó 20 años. No se venden en las próximas elecciones», alega Esteban Fernández, que también insiste en la necesidad de mejorar las comunicaciones, sobre todo, porque las empresas para asentarse valoran cada vez más un entorno privilegiado con calidad de vida.

Miguel de la Fuente, por su parte, destaca que los indicadores hablan de que el PIB asturiano avanza, este año lo hará alrededor de un 2,5%. «Lo importante es que haya crecimiento, aunque sea inferior que la media nacional», subraya.

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