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Dos jubilados pasean por los puestos del Rastro de Madrid. efe
El impacto económico de los mayores de 50 años alcanza ya casi un tercio del PIB

El impacto económico de los mayores de 50 años alcanza ya casi un tercio del PIB

Los ciudadanos sénior gastan cada vez más y de forma diferente para convertirse en un «impulso de la actividad»

ZIGOR ALDAMA

Lunes, 18 de octubre 2021, 00:06

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Las previsiones sobre el impacto combinado del envejecimiento y la caída de la natalidad en la demografía son implacables. En 2025 la población de más de 50 años en los países del G20 representará el 40% de la población activa, once puntos más que en 2018. Por su parte, a mitad de siglo, España contará con 23,3 millones de habitantes sénior y con 77 jubilados por cada 100 personas en edad de trabajar.

La reacción natural ante este nuevo escenario es la de preocupación por la sostenibilidad de la sociedad del bienestar. Sin embargo, Massimo Cermelli, profesor de Economía en la Deusto Bu­siness School, es optimista y señala la contradicción de que «vivir más y mejor se vea como un lastre para la sociedad, algo que solo tiene sentido si se analiza desde una lógica mercantilista». Aunque Cermelli nació recién acabada la generación del 'baby boom', que amenaza con poner el sistema de pensiones patas arriba, él no teme por la suya. «La economía se reajustará y buscará un nuevo equilibrio», vaticina. Y, en esa transformación, cada vez son más los expertos que ven jugosas oportunidades en lo que se conoce como la economía de la longevidad. «Porque los mayores de 50 de hoy no son como nuestros abuelos. Tienen un elevado poder adquisitivo y un patrón de consumo cada vez más joven. Destinan mucho dinero al ocio, al cuidado del cuerpo y al bienestar general», comenta el profesor.

Juan Martín, coordinador del Centro Internacional sobre el Envejecimiento (CNIE), es de la misma opinión y encuentra argumentos de peso en la historia. «Las anteriores reducciones de la mortalidad y las mejoras en la salud condujeron a importantes ganancias en la esperanza de vida que se tradujeron en réditos económicos, ya que una mayor proporción de trabajadores sanos y educados impulsó la economía», recuerda. En su opinión, la coyuntura actual no tiene por qué ser diferente. «Lograr un dividendo de longevidad garantizará que el mismo impulso económico surja de las mejoras en la mortalidad y la salud también a edades más avanzadas», sentencia.

LAS CIFRAS:

  • 325.303 millones de euros es el impacto económico que tienen los ciudadanos mayores de 50 años en la economía de España.

  • 17.960 euros es el gasto anual medio de los residentes mayores de 50 años, el segmento de edad que más consume.

  • 36% de los turistas que visitaron España en 2019 tenían 50 años o más. Son también los que más gastan en los viajes a nuestro país.

  • 13.970 euros al año gastan los españoles que tienen entre 25 y 49 años. La precariedad laboral lastra el consumo de los más jóvenes, algo que sufren menos los sénior.

  • 35.660 millones de euros fue el gasto que realizaron los turistas sénior extranjeros en España hace dos años.

  • 4,4 millones de puestos de trabajo dependen directa o indirectamente de los mayores de 50 años.

Un estudio realizado por Oxford Economics y la Universidad de Salamanca, publicado a finales de septiembre por el CNIE, cuantifica el impacto económico que tienen en España los 18,6 millones de residentes mayores de 50 años: 325.303 millones de euros, casi un tercio del PIB nacional. 170.505 millones corresponden al gasto que realizan de forma directa, mientras que el resto es un impacto indirecto calculado a través de las actividades de adquisición de empresas que les suministran bienes y servicios y de los salarios que pagan a sus trabajadores. A todo ello hay que sumar los 35.660 millones de euros del impacto que tienen los turistas senior del extranjero.

Además, el estudio estima que, en 2019, el gasto de los mayores de 50 años sostuvo más de 4,4 millones de empleos –más de una quinta parte del total– y generó ingresos fiscales de 118.110 millones. Por si fuese poco, la participación de este segmento de población en el mercado laboral «contribuye a mejorar la productividad nacional, ya que ocupan puestos que requieren mayor cualificación en mayor proporción y ganan en promedio sueldos más altos que trabajadores más jóvenes». No en vano, el gasto de los mayores de 50 se sitúa en 17.960 euros al año, 3.990 euros más que el de quienes tienen entre 25 y 49.

Todo apunta a que esta diferencia continuará aumentando. Si se cumplen los pronósticos, los ciudadanos sénior generarán en 2035 el 40% de la riqueza en la Unión Europea y, según el Centro Internacional para la Longevidad, en 2040 protagonizarán el 63% del consumo total. «Se debe adecuar la economía al envejecimiento, porque la gente mayor concentra mucha riqueza. Hay sectores como la nutrición, los cuidados o incluso la formación, que se abren a un mundo nuevo si son capaces de digerir su consumo», avanza Mercedes Ayuso, catedrática de Estadística Actuarial de la Universidad de Barcelona. «Las empresas lo han entendido, y se nota en las campañas de publicidad de un creciente número de productos desarrollados para los senior», señala Cermelli, que también subra­ya el valor que los mayores de 50 tienen dentro de las empresas: «Hay que integrarlos en equipos de jóvenes, porque la productividad se dispara con la diversidad».

Más transiciones y etapas

A ese respecto, Martín prevé un cambio en la estructura de las carreras laborales. «Se alargarán en respuesta a la mayor esperanza de vida y se caracterizarán por más transiciones y más etapas. Se trabajará durante más tiempo, pero en diferentes funciones, potencialmente en diferentes sectores y haciendo un mayor uso del trabajo a tiempo parcial y flexible».

El informe del CNIE concluye que «la economía de la longevidad española es un factor clave para el impulso de la actividad económica del país», y afirma que «es esencial analizar el alcance de su impacto para aprovechar sus ventajas y fomentar la prosperidad y el desarrollo económicos». Pablo A. Muñoz, del Departamento de Administración y Economía de la Empresa de la Universidad de Salamanca, es uno de sus autores y sostiene que «la población de más de 50 tiene un papel fundamental en la mejora de la calidad de vida actual y futura del país». Eso sí, reconoce que, para tener éxito en esta transformación socioeconómica, a la inmigración se deben sumar «dos palancas que tienen una fuerte vinculación: el alargamiento de la vida laboral efectiva y la adopción de nuevas tecnologías para seguir mejorando la productividad de nuestras empresas y servicios públicos».

Martín concuerda: «Lograr este dividendo de la longevidad requiere grandes cambios en la forma en que estructuramos el curso de la vida, en cómo las empresas apoyan a los trabajadores, en cómo se organizan los sistemas de salud y en cómo los gobiernos ven el empleo». Además, la transformación es continua, y los sénior de mañana serán diferentes a los de hoy. «La estructura del gasto cambia con los hábitos de vida. Posiblemente, las nuevas generaciones no dispongan de la inversión inmobiliaria que hoy tienen las personas mayores, tendrán más movilidad, utilizarán más la tecnología para acceder a ocio, trabajo o para comprar, y tendrán un gasto en educación mayor que el actual», señala Muñoz.

«Las necesidades de los jubilados van a cambiar bastante porque va a seguir aumentando lo que conocemos como esperanza de vida saludable. Es ese tiempo en el que las personas no son dependientes y no aumentan mucho su gasto en salud. Seguramente, ese período se alargue hasta los 80 años, lo cual deja diez o quince en los que consumirán productos y servicios muy similares a los del resto de la población, sobre todo porque las pensiones medias superan ya los sueldos de los jóvenes», analiza Diego Valero, director del Programa Global de Pensiones. No obstante, recalca que, para aprovechar estas nuevas oportunidades, «hay que poner más énfasis en la adaptación de la economía a este sector de la población que va a continuar aumentando, y que también puede ser inversora».

Alargar la edad de jubilación cuatro años para lograr el equilibrio

«Da igual lo que digan los políticos. Nos vamos a tener que jubilar más tarde, sí o sí». Diego Valero, director del Programa Global de Pensiones, lo tiene claro. Ahora bien, no prevé ningún cataclismo: «Si tenemos en cuenta la evolución demográfica y el déficit previsto para el sistema, alargando la edad de jubilación cuatro años se lograría la estabilidad hasta 2050». En su opinión, hasta entonces no habrá grandes reformas de las pensiones, sino ajustes, «que son más fáciles de asumir por parte de los políticos». Entre los más probables, señala «la congelación de las pensiones máximas, sumada a una mayor contribución de las rentas medias y altas, lo cual supondría otro mecanismo para la redistribución de la riqueza».

Mercedes Ayuso, catedrática de Estadística Actuarial de la Universidad de Barcelona, reconoce que se avecina un gran incremento de gasto, «que ya vemos mes a mes», con la jubilación de la generación del 'baby boom', y vaticina que alcanzará su pico en la próxima década. «El problema es que las pensiones están diseñadas con la estructura social del siglo XX y no responden a la demografía actual. Hace falta adaptarlas a la estructura del siglo XXI», analiza la especialista, que tampoco prevé ningún apocalipsis y que ve en el sistema de cuentas nocionales de Suecia un buen espejo en el que mirarse. «Otros países ya han pasado por nuestras dificultades, porque nuestro 'baby boom' ha sido tardío, y han demostrado que existen soluciones», agrega.

Valero es menos optimista y sostiene que, si bien la última reforma del Gobierno estabiliza la sostenibilidad financiera de las pensiones a corto plazo, «la sostenibilidad actuarial, a largo plazo, no está garantizada para nada». Y propone que al retraso de la edad de jubilación se sume la promoción del ahorro complementario, que considera clave. «Un buen ejemplo es el del fondo público de Canadá», subraya. Pablo A. Muñoz, del Departamento de Administración y Economía de la Empresa de la Universidad de Salamanca, está de acuerdo en la necesidad de complementar las pensiones públicas de los trabajadores. Y añade un elemento aún más relevante para que el derecho a una pensión no se tambalee: «Debemos crecer para que nuestra economía genere más puestos de trabajo y recaudación».

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